La qubba perdida, el alma almohade del Cenador de Carlos V en el Alcázar de Sevilla

Las recurrentes inundaciones que azotaban la ciudad obligaron a elevar la cota del edificio y a añadir nuevas estancias, alterando su fisonomía original

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Imagen del Cenador de Carlos V.
Vista del Cenador de Carlos V en los jardines del Alcázar de Sevilla.

Las entrañas del Real Alcázar de Sevilla nos siguen revelando secretos que desafiaban las previsiones previas. El emblemático Cenador de Carlos V, una joya arquitectónica que conmemora el matrimonio del emperador con Isabel de Portugal, esconde una historia mucho más antigua y compleja de lo que se creía. Gracias a las exhaustivas excavaciones arqueológicas dirigidas por Miguel Ángel Tabales, se ha podido desvelar que este icónico pabellón se asienta sobre los cimientos de un gran edificio almohade, erigido a finales del siglo XII y principios del XIII.

Los resultados de estas investigaciones han revolucionado la percepción del Cenador. Lejos de ser un simple lugar de enterramiento, como se había especulado en un principio, este espacio se erigía como un auténtico oasis de recreo dentro de las extensas huertas del Alcázar islámico. La presencia de una gran qubba, una estructura característica de la arquitectura almohade, coronando un salón abierto por sus cuatro lados, nos transporta a un tiempo en el que la vida palaciega se desarrollaba en armonía con la naturaleza.

Las catas arqueológicas han revelado que el cenador sufrió diversas modificaciones a lo largo de su historia, especialmente durante el periodo almohade. Las recurrentes inundaciones que azotaban la ciudad obligaron a elevar la cota del edificio y a añadir nuevas estancias, alterando su fisonomía original. Sin embargo, a pesar de estas transformaciones, la esencia de aquella antigua qubba, en su día mucho más esbelta y majestuosa, sigue siendo palpable.

El descubrimiento de las raíces almohades del Cenador de Carlos V no solo enriquece nuestro conocimiento sobre la historia del Alcázar de Sevilla, sino que también nos permite apreciar la riqueza y la complejidad de la arquitectura islámica en la Península Ibérica. Este hallazgo supone un hito en la investigación arqueológica desvelando algunos de los secretos que aún esconden los muros de este majestuoso palacio.

Los trabajos de restauración del Cenador de Carlos V, previstos para finalizar en 2026, coincidiendo con el quinto centenario de la boda real, permitirán poner en valor este extraordinario patrimonio y ofrecer a los visitantes la oportunidad de adentrarse en la fascinante historia de este lugar. Sin duda, el Cenador de Carlos V se convertirá en un referente imprescindible para comprender la evolución de la ciudad de Sevilla y su legado cultural.

Un palacio oculto bajo el Renacimiento

Tras la Reconquista cristiana, el edificio sufrió diversas modificaciones y ampliaciones, algunas de ellas durante el reinado de Pedro I. No obstante, la transformación más radical se produjo en 1546, cuando se llevó a cabo una gran reforma que dio lugar al palacio renacentista actual. Esta remodelación, según el arqueólogo Miguel Ángel Tabales, simplificó la estructura original, cegando los ventanucos de la qubba y elevando una nueva armadura.

Las catas arqueológicas han demostrado que el edificio almohade era considerablemente más grande que el actual y tenía una función predominantemente lúdica. Junto a la gran qubba, se erigieron otras dependencias de gran tamaño, convirtiendo este espacio en un auténtico oasis de recreo dentro de las extensas huertas del Alcázar.

La ubicación del palacio almohade, en las antiguas huertas del Alcázar, sugiere que se trataba de una almunia, una especie de mansión de campo típica de la arquitectura islámica. Es muy probable que esta almunia estuviera rodeada por un gran estanque o alberca, similar a la buhaira de la Menara de Marrakech. Esta hipótesis se ve reforzada por las similitudes arquitectónicas entre el palacio almohade y otros edificios de época andalusí, como el Alcázar del Genil y el Cuarto Real de Santo Domingo en Granada.

Las investigaciones realizadas en el Cenador de Carlos V han permitido llenar un vacío histórico en cuanto a las huertas del Alcázar. Estas extensas zonas verdes, englobadas durante siglos en la alcazaba exterior almohade, estaban repletas de huertos, norias, albercas y edificios destinados al descanso y el recreo. El descubrimiento del palacio almohade demuestra la importancia de estas áreas en la vida cotidiana de la corte islámica.