A mediados del siglo XIX, ante la destrucción de numerosos monumentos funerarios durante la Guerra de la Independencia, surgió la idea de crear un lugar donde honrar la memoria de los sevillanos ilustres.
La central térmica no solo suministraba la energía necesaria para mantener la producción ininterrumpida de la fábrica, sino que también se erigía como un símbolo de la capacidad tecnológica y de la ambición industrial de la época.
Sus orígenes se remontan al siglo XIII, cuando Fernando III el Santo donó unas casas al obispo de Segovia, sentando así las bases de lo que sería uno de los palacios más importantes de Andalucía.
Concebido en 1728 como residencia del almirante Manuel López Pintado, el palacio fue inicialmente conocido como Palacio del Marqués de Torre Blanca de Aljarafe.
Situado en la calle Los Alcázares, se accede a él a través de un gran arco de herradura apuntado que nos invita a adentrarnos en un mundo de historia y belleza.
Apasionada por la arqueología, la condesa de Lebrija decidió convertir el palacio en un auténtico museo, decorándolo con una valiosa colección de antigüedades que había reunido a lo largo de los años.
Desde el antiguo Corral de los Olmos hasta la majestuosa Catedral, este lugar ha sido testigo de siglos de transformaciones y ha acogido a generaciones de sevillanos.
Se dice que estos pequeños pájaros fueron los que inspiraron la famosa rima de Gustavo Adolfo Bécquer: "¿Qué ingenio te dio la mano / para pintar en mi alma / con tan sublime acierto / tu dulce imagen?".