En una decisión difícil de justificar y aún más complicada de asumir, el Ministerio del Interior ha provocado hoy un auténtico colapso circulatorio en Sevilla al ordenar, de imprevisto, el corte de la Avenida Kansas City en pleno horario punta, con motivo de la celebración de la Cumbre de la ONU. Una medida que, más allá de la lógica protocolaria y de seguridad, ha tenido un impacto devastador en la movilidad de miles de sevillanos, sin que se haya previsto un plan de contingencia eficaz para mitigar el caos.
Desde las 7:00 de la mañana, una de las arterias principales de la capital hispalense ha quedado completamente bloqueada, junto a todos sus cruces, paralizando no solo el tráfico rodado sino también afectando gravemente al transporte público. Las líneas 2, 20, 28, LN y EA, fundamentales para los desplazamientos diarios de trabajadores, estudiantes y turistas, han sufrido desvíos, retrasos y anulaciones sin previo aviso claro ni alternativas reales. La situación ha sido tan crítica que las paradas de autobuses se han convertido en puntos de tensión, con colas kilométricas de usuarios desconcertados, atrapados en una ciudad que ha dejado de moverse.
“Es inadmisible que el Gobierno priorice un evento diplomático sobre el bienestar y la rutina de sus ciudadanos”, comenta indignado un vecino de Nervión, que lleva más de una hora esperando un autobús que nunca llega. “Ni una sola explicación, ni un refuerzo de líneas. Solo bloqueos y más bloqueos. ¿Y todo esto para qué? ¿Para una cumbre donde ni los sevillanos participan?”
Alarde de descoordinación en Sevilla
El problema no se ha limitado solo a Kansas City. Este lunes, en un alarde de descoordinación aún mayor, la nacional IV ha permanecido también cerrada desde las 6:00 de la mañana a partir del aeropuerto, afectando a líneas clave como la 27, LE y B4. Como resultado, el acceso a la ciudad ha sido un embudo de desesperación para cientos de conductores que han tardado horas en recorrer trayectos que habitualmente no superan los 15 minutos.
Sevilla, una ciudad ya tensionada por los rigores del calor y la falta de infraestructuras de movilidad modernas, no puede permitirse este tipo de decisiones improvisadas y descerebradas. No se trata de rechazar la importancia de una Cumbre de la ONU, sino de exigir que su celebración no sea a costa de los derechos y la dignidad de quienes viven aquí. Nadie entiende cómo se ha podido diseñar un dispositivo de seguridad que ignore por completo las horas punta, los flujos habituales de tráfico y la dependencia del transporte público.
La indignación es general. Asociaciones de vecinos, plataformas de movilidad y usuarios particulares han levantado la voz en redes sociales denunciando la absoluta falta de previsión y sensibilidad del Ministerio del Interior. Lo que debía ser un evento de prestigio para la ciudad ha terminado convirtiéndose, al menos en su primer día, en un ejemplo flagrante de cómo no gestionar la logística de un evento internacional.
¿Es este el precio que Sevilla debe pagar por albergar reuniones de alto nivel? Si la respuesta del Gobierno sigue siendo cortar sin consultar, aislar sin planificar y desinformar a los ciudadanos, la respuesta solo puede ser una: no así.
Porque si hoy ha sido un lunes negro, lo que se avecina en los próximos días puede ser aún peor. Y Sevilla no merece ser rehén de una cumbre mal organizada.