La Feria de Abril de Sevilla, fantasma y farolillos

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Vista de la Feria de Abril de Sevilla por la noche.
El real de la Feria por la noche.

La Feria de Abril de Sevilla es un evento lleno de alegría, color y tradición. Sin embargo, también guarda historias de misterio y fantasmas.

En 1973, la Feria se trasladó del Prado de San Sebastián al Barrio de Los Remedios. Las calles se llenaron de luz y color, y las anécdotas, historias y leyendas comenzaron a surgir.

Una de las historias más intrigantes ocurrió en la década de 1990, Fui el primero en contarla pues trabajé en la empresa de seguridad y su protagonista me lo confesó tal y como le estaba sucediendo. Llagadas estas fechas siempre me gusta recordarla:

Un vigilante de seguridad, solo en una caseta a las cinco de la mañana, vio entrar a un hombre vestido de traje corto y sombrero cordobés.

El hombre, con un clavel rojo sangre en la chaqueta, se dirigió a la barra y se sirvió una copa de vino fino. Un detalle que llamó la atención del vigilante, ya que la manzanilla era la bebida más popular en ese momento y «pegaba menos».

El hombre bebió un sorbo y se fue, dejando la copa a medio terminar. El vigilante, pensando que se trataba de un socio de la caseta, no le dio mayor importancia en ese momento aunque le molestó «aquella desfachatez».

La Feria de Abril: un lugar donde la realidad se mezcla con la leyenda

Noche tras noche, el hombre vestido de corto y con un clavel rojo en la chaqueta aparecía en la caseta vacía y se bebía una copa de fino y se marchaba sin dejar rastro ni sin saberse como salía de allí.

El vigilante de seguridad, intrigado y cada vez más molesto, decidió hablar con él la tercera noche. Le preguntó quién era y por qué entraba a la caseta a esa hora.

El hombre, con voz firme, le dijo que era socio fundador de la caseta y que tenía derecho a estar allí. Agregó que disfrutaba de una copa de fino a solas a esa hora, y que no veía nada malo en ello.

El vigilante, sorprendido por la respuesta, se disculpó y lo dejó solo. Cuando la noche se cerró y la Feria dormía, el vigilante notó que el hombre no había salido de la caseta. Entró y no encontró ni rastro de él, solo la botella de fino y la copa a medio llenar sobre la barra.

El misterio del bebedor de la Feria

Al día siguiente era la cena de los socios y le explicó al presidente lo que estaba sucediendo, el hombre le dijo que le explicara como era y si sabía su nombre, el vigilante se lo describió y le dijo el nombre. Lívido el presidente se sentó y sacó una foto de su cartera: «¿Está aquí?» preguntó. Y el vigilante miró y señaló. «Si, claro, es este». En ese momento las lágrimas afloraron a su rostro. «Es imposible, Juan murió hace ya 5 años cuando regresaba de la Feria a su casa».

Presidente y el vigilante, intrigados por el misterioso bebedor, esperaron su aparición la siguiente noche. Pasadas las cinco de la mañana, no había rastro de él. Entraron en la zona del bar de la caseta y una escena peculiar los dejó atónitos: una solitaria botella de fino, una copa vacía ya y un marchito clavel rojo sobre la barra.

El silencio reinaba en la caseta, solo el tenue aroma del fino y la melancolía del clavel hablaban de una visita a deshoras y una despedida definitiva.

El misterio del bebedor de la Feria de Abril se convertía en una leyenda, un susurro en el corazón de la fiesta. Un enigma que seguiría intrigando a quienes lo conocieran, un recuerdo imborrable de una presencia fugaz y enigmática.