La Basílica de la Inmaculada Milagrosa, la que pudo ser la segunda catedral de Sevilla

La Basílica de la Inmaculada Milagrosa, hoy parte de la Sevilla oculta, se erigía como un símbolo del apogeo de la ciudad y del talento de su arquitecto más ilustre

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Plano del proyecto.
Plano y reconstrucción de la Basílica de la Inmaculada Milagrosa de Sevilla.

Imagine una Sevilla con dos Catedrales. Un sueño que estuvo a punto de hacerse realidad en los años 20 del siglo pasado, de la mano del visionario arquitecto Aníbal González. Un proyecto colosal que pretendía rivalizar en grandiosidad con los templos más importantes de Europa. Sin embargo, el destino tenía otros planes. La muerte prematura de González en 1929 truncó este ambicioso sueño, dejando tras de sí solo los cimientos y el basamento de lo que pudo ser una obra maestra de la arquitectura neogótica.

La Basílica de la Inmaculada Milagrosa, hoy parte de la Sevilla oculta, se erigía como un símbolo del apogeo de la ciudad y del talento de su arquitecto más ilustre. Ubicada junto a los Jardines de La Buhaira, su imponente presencia habría transformado el perfil urbano de la capital hispalense.

Encargada por la Compañía de Jesús, la Basílica pretendía ser algo más que un lugar de culto. Se concibió como un complejo religioso y educativo, incluyendo un centro educativo (el actual colegio Portaceli). González, ferviente creyente y con una estrecha relación con los jesuitas, volcó toda su pasión en este proyecto, que consideraba una de sus obras más importantes.

Las dimensiones de la Basílica eran colosales: una iglesia neogótica de planta de cruz latina, con cinco naves y un amplio crucero. Su altura habría rivalizado con la de la Giralda, convirtiéndola en uno de los edificios más emblemáticos de Sevilla.

Pese a su complejidad, González tenía plena confianza en el éxito del proyecto. «Será una iglesia muy compleja y de una gran inmensidad. Si se hubiera construido, hubiera sido algo majestuoso», afirmaba su nieto, Aníbal González Serrano.

Sin embargo, la muerte de González en 1929, a la temprana edad de 53 años, truncó de manera abrupta el sueño de la Basílica de la Inmaculada Milagrosa. Las obras quedaron paralizadas y el proyecto se diluyó en el olvido.**

Hoy en día, solo quedan los vestigios de lo que pudo ser: los cimientos y el basamento, mudos testigos de un sueño truncado. Un recordatorio del talento inigualable de Aníbal González y de la ambición desmedida de una Sevilla que buscaba alcanzar las estrellas.

La Basílica de la Inmaculada Milagrosa permanece como un fantasma en la historia de Sevilla, un símbolo de lo que pudo ser y no fue. Un recordatorio de la fragilidad de los sueños y de la fugacidad del tiempo.

A pesar de su final trágico, la Basílica de la Inmaculada Milagrosa sigue viva en la memoria de los sevillanos. Un legado que nos recuerda la grandeza de Aníbal González y la capacidad de Sevilla para soñar a lo grande.

La Basílica de la Inmaculada Milagrosa: un sueño descomunal de Aníbal González

Sevilla a punto de tener dos Catedrales. Un proyecto descomunal que pretendía rivalizar con los templos más importantes de Europa. Sin embargo, el destino tenía otros planes. La muerte prematura de Aníbal González en 1929 truncó este sueño, dejando tras de sí solo los cimientos y el basamento de lo que pudo ser una obra maestra de la arquitectura neogótica.

Una Basílica de dimensiones colosales: Fachada de 45 metros de altura (la Giralda mide 97,5 metros). Dos torres de 90 metros de altura (el nieto de González habla de 65 metros). Superficie en planta de casi 10.000 metros cuadrados (frente a los 11.520 de la Catedral de Sevilla).

Más que una iglesia: Un gran complejo religioso-educativo. Plaza de 120 metros de diámetro con un obelisco coronado por el Sagrado Corazón de Jesús. Centro de enseñanza para mil estudiantes. Sala de conferencias, aulas, residencia para religiosos, internado y escuela de arte y oficios.

«Un último sueño imposible»

Era un proyecto personal y costoso, financiado por la confianza en el talento de Aníbal González y detenido tras la muerte del arquitecto. Algunos historiadores dudan de los motivos de González. ¿Demostrar su talento tras ser apartado de la Exposición del 29? ¿Expresar su devoción a la Inmaculada Milagrosa?

Víctor Pérez, catedrático de Arquitectura de la Universidad de Sevilla piensa que era un proyecto inviable y abocado al fracaso. González enfermo y apartado de la Exposición Iberoamericana. Una compensación por las desavenencias con la Real Academia de Bellas Artes.

Aníbal González Serrano, nieto del arquitecto opina que era un reto personal motivado por la devoción a la Milagrosa.

Un sueño que se esfumó

La primera piedra se bendijo en 1928 con la presencia del rey Alfonso XIII. Las obras comenzaron con donaciones, pero el elevado presupuesto obligó a recortes. A pesar de los problemas, el proyecto generó gran expectación. La muerte de Aníbal González en 1929, a los 53 años, truncó el sueño apenas 11 meses después del inicio de las obras.

Solo se completaron los cimientos y el basamento de la basílica. Ningún arquitecto se atrevió a retomar el proyecto tras la muerte de González. En los años 40, Antonio Illanes del Río se hizo cargo del proyecto, pero solo para construir el Colegio Portaceli. El basamento de la basílica se convirtió en patio de recreo para los alumnos del colegio.

En el año 2000, el terreno se adjudicó para un restaurante, que cerró en 2020. En la actualidad, solo quedan las ruinas de lo que pudo ser una obra maestra de la arquitectura neogótica.

Víctor Pérez considera que la Plaza de España ya era el «canto de cisne» de Aníbal González y que dos proyectos de tal envergadura no podían coexistir. Afirma que la Basílica de la Milagrosa, de haberse completado, no habría podido competir con la Catedral de Sevilla.

Un sueño descomunal que, a pesar de su final trágico, sigue alimentando la imaginación y la admiración por este genio de la arquitectura sevillana.

La Basílica de la Inmaculada Milagrosa permanece como un fantasma en la historia de Sevilla. Un recordatorio del talento inigualable de Aníbal González y de la ambición desmedida de una ciudad que buscaba alcanzar las estrellas. Un sueño descomunal que, a pesar de su final trágico, sigue alimentando la imaginación y la admiración por el genio de este arquitecto sevillano.