La histórica muralla islámica de la Macarena, en Sevilla, muestra un preocupante estado de conservación apenas unos meses después de su rehabilitación. A pesar de la inversión de más de 2,5 millones de euros por parte del Ayuntamiento, con un 45% de financiación estatal a través del programa del 1,5% Cultural, la zona presenta acumulación de basura y vegetación incontrolada en la liza, el espacio entre la muralla y la barbacana.
Las recientes intervenciones han incluido la restauración tanto del tramo intramuros, paralelo a la calle Macarena, como del área exterior, con actuaciones en la barbacana, la liza y las torres. Sin embargo, la imagen actual del monumento dista mucho de la esperada para un enclave que aspira a convertirse en un atractivo patrimonial de primer orden en la ciudad.
Un enclave patrimonial en estado de abandono
La muralla islámica, construida en época almorávide y ampliada por los almohades, ha sido objeto de diversas restauraciones en los últimos años. En 2007 se anunció su apertura al público, pero este proyecto nunca llegó a materializarse. Ahora, el estado de la liza, con residuos acumulados y presencia de jaramagos, contrasta con la importante inversión destinada a su conservación.
El Ayuntamiento ha advertido de la necesidad de realizar un estudio detallado sobre el impacto de factores externos en la conservación del monumento. Entre las principales patologías detectadas destacan los efectos de la humedad provocada por el riego excesivo en las zonas ajardinadas cercanas, el baldeo de las calles adyacentes y las vibraciones del tráfico rodado, cuya incidencia fue analizada en un estudio de la Universidad de Sevilla en 2019.
Proyectos en marcha para su apertura al público
El alcalde, José Luis Sanz, anunció recientemente que se está trabajando en la redacción de un proyecto para hacer visitable la muralla de la Macarena y la Torre Blanca este mismo año. En paralelo, el Ayuntamiento estudia una propuesta de reordenación del entorno que incluiría la peatonalización de la calle Macarena, desplazando el tráfico rodado y facilitando la contemplación del monumento. La intervención, con un presupuesto estimado de dos millones de euros, contempla también la construcción de una atarjea de ventilación para mitigar los efectos de la humedad.
El reto ahora es garantizar la adecuada conservación de la muralla y su entorno, evitando que el deterioro y la falta de mantenimiento desvirtúen los esfuerzos realizados en su recuperación. La puesta en valor de este legado histórico depende tanto de la inversión en restauración como de una gestión eficaz que garantice su preservación a largo plazo.