El hachís, derivado del cannabis, se ha convertido en el epicentro de una compleja red de narcotráfico que conecta Marruecos, España y el resto de Europa. Marruecos, responsable del 50% de la producción mundial, actúa como el principal exportador de esta sustancia, cuya ruta hacia los consumidores europeos atraviesa inevitablemente Andalucía, con Cádiz y Sevilla como puntos clave en su tránsito.
En las tierras del Rif marroquí, entre Tánger y Chefchaouen, se encuentran extensas plantaciones de cannabis que operan a la vista de todos. En estas áreas, la recolección de kif, la materia prima del hachís, se realiza de forma manual y rápida: en apenas 25 minutos se puede obtener la cantidad suficiente para procesar 10 gramos de hachís. Esta producción masiva tiene su epicentro en localidades como Larache, reconocidas por la Guardia Civil española como núcleos de los principales productores.
El precio inicial del hachís en Marruecos ronda los 600 euros por kilo para el producto de alta calidad. Sin embargo, al cruzar la frontera y alcanzar las costas andaluzas, el valor casi se duplica, llegando a 1.400 euros. En el mercado europeo, esta cifra se dispara a 2.200 euros en países como Francia, Alemania y Holanda, y, en algunos casos, hasta 4.000 euros si se trata de polen de calidad excepcional.
Las rutas marítimas: Cádiz como puerta de entrada
El Estrecho de Gibraltar, con apenas 14 kilómetros de separación entre Marruecos y España, es la vía principal para el transporte de hachís hacia Europa. En este tramo, las organizaciones criminales emplean lanchas rápidas, conocidas como narcolanchas, que pueden cruzar el Estrecho en cuestión de minutos. Cádiz, con su extensa línea costera, se convierte en el primer punto de entrada de esta mercancía.
El desembarco suele realizarse en playas desiertas o zonas aisladas del litoral gaditano. Los contrabandistas, organizados en redes que combinan precisión logística y tecnología, descargan rápidamente los alijos y los distribuyen en vehículos adaptados para evitar los controles policiales. Desde Cádiz, el hachís comienza su viaje hacia el interior, con Sevilla como el siguiente eslabón en esta cadena.
El Guadalquivir: una vía estratégica
El río Guadalquivir, con su desembocadura en Sanlúcar de Barrameda, ha recuperado su papel histórico como ruta comercial, esta vez al servicio del narcotráfico. Lanchas cargadas con fardos de hachís remontan el río hacia localidades como Lebrija, Los Palacios y Coria del Río. Estos pueblos sevillanos, ubicados estratégicamente a lo largo del Guadalquivir, actúan como centros de almacenamiento y distribución.
La geografía de Sevilla, con una amplia red de carreteras y su conexión fluvial, facilita el traslado de la droga hacia otras ciudades españolas como Valencia, Barcelona y Madrid. Desde estos puntos, el hachís se expande a mercados internacionales, consolidando a Andalucía como un nodo crucial en esta operación global.
El papel de Cádiz y Sevilla en la red del narcotráfico
Cádiz no solo funciona como la puerta de entrada del hachís en Europa, sino que su posición estratégica la convierte en el epicentro logístico del narcotráfico. La proximidad con Marruecos y la vastedad de su costa ofrecen condiciones ideales para las operaciones de los traficantes. Por su parte, Sevilla, gracias a su infraestructura y conectividad, actúa como un importante punto de redistribución. Además, las características del Guadalquivir, navegable y de difícil vigilancia en ciertas áreas, hacen que este río sea un recurso muy valioso para los narcotraficantes.
Las organizaciones y su modus operandi
Lejos de las imágenes glamorosas que suelen asociarse con el narcotráfico, las organizaciones que operan en esta ruta están compuestas, en su mayoría, por contrabandistas locales. Su tarea principal es la más arriesgada: superar la barrera fronteriza entre Marruecos y España. Estos intermediarios, conocidos como «correos» o «pateros», arriesgan su libertad y su vida por una pequeña fracción del enorme flujo de dinero generado por esta actividad.
Una vez en España, el control de la mercancía recae en redes más amplias, que utilizan camiones, vehículos y barcos para mover los cargamentos hacia el norte. Las operaciones de vigilancia y control policial han aumentado en los últimos años, pero la capacidad de adaptación de estas organizaciones continúa desafiando a las autoridades.
El hachís que ingresa por Cádiz y Sevilla abastece a un mercado europeo en constante crecimiento, generando ingresos millonarios para las redes criminales. La alta demanda en países como Francia, Alemania y Holanda perpetúa esta actividad, convirtiéndola en una de las industrias ilícitas más lucrativas del mundo.
Las fuerzas de seguridad de España y Marruecos, junto con organismos internacionales, han intensificado sus esfuerzos para desmantelar estas redes. Sin embargo, la magnitud del problema requiere una coordinación más amplia y medidas que vayan más allá de la represión, incluyendo estrategias para combatir la pobreza y la falta de oportunidades en las zonas productoras.
El narcotráfico de hachís es un fenómeno sin fronteras, con Cádiz y Sevilla como piezas clave en un engranaje que conecta a Marruecos con Europa. La lucha contra esta actividad ilícita no solo es un desafío policial, sino también un problema social y económico.