
La plaza de Sevilla que tiene siete nombres y casi nadie conoce su historia
Para muchos, es un rincón que evoca la Sevilla más auténtica, donde el pasado y el presente conviven de manera natural

En Sevilla, entre callejuelas y a escasos pasos de la iglesia del Salvador, se encuentra un lugar urbano que ha acompañado a la ciudad durante siglos: la conocida Plaza del Pan, oficialmente llamada Plaza de Jesús de la Pasión.
No obstante, lo que más sorprende de este lugar no es solo su arquitectura tradicional o su papel como lugar de encuentro, sino la cantidad de nombres que ha recibido a lo largo de la historia. Por ello, los sevillanos la han bautizaron cariñosamente como la “Plaza de los Siete Nombres”, hoy casi en desuso.
La riqueza histórica de la plaza se refleja en sus diferentes denominaciones. En la Edad Media fue llamada Plaza Vieja del Pan, por su función como centro de abastecimiento y comercio de productos básicos. Posteriormente, el término se simplificó a Plaza del Pan, nombre que aún perdura en la memoria colectiva.
Pero no fue el único ya que en diferentes épocas también fue conocida como la Plaza de la Fruta, debido a la presencia de vendedores que ofrecían productos frescos de la huerta sevillana.
Más adelante, recibió el nombre de Plaza de Abajo de San Salvador, una referencia directa a su ubicación respecto a la iglesia del Salvador, uno de los templos -sin dudas- más emblemáticos de la ciudad.
Con el paso del tiempo, y ya en el siglo XX, la plaza adoptó su nombre actual que es Plaza de Jesús de la Pasión, en alusión a la cercana iglesia dedicada a esta advocación.
Este cambio se oficializó en 1939, pero la costumbre popular se resiste a olvidar el apelativo de Plaza del Pan, que continúa siendo el más utilizado por los vecinos.
Escenario de la vida sevillana
Más allá de los nombres, la plaza ha sido un auténtico espejo de la evolución de Sevilla. Durante siglos funcionó como mercado abierto, lugar de transacciones comerciales y lugar de encuentro entre vendedores y compradores. También fue testigo de celebraciones, ferias e incluso manifestaciones que reflejaban el pulso social de la ciudad.
Su arquitectura, con soportales y fachadas encaladas antaño, ha sobrevivido a reformas y adaptaciones, manteniendo la esencia de un espacio tradicional sevillano. Para muchos, es un rincón que evoca la Sevilla más auténtica, donde el pasado y el presente conviven de manera natural.
Hoy, aunque ya no cumple la función de gran mercado si tiene numerosas tiendas, sigue siendo un lugar concurrido. Los visitantes pasean por sus calles, disfrutan de su atmósfera animada y encuentran en ella un respiro cargado de Historia en medio del bullicio del centro. Para los sevillanos, es un punto de referencia cargado de identidad y memoria.
La Plaza de los Siete Nombres es mucho más que un espacio urbano. Es un recordatorio de la capacidad de Sevilla para reinventarse y mantener viva su esencia. Cada nombre que recibió refleja un capítulo distinto de su historia, desde el comercio medieval hasta su relación con la vida religiosa de la ciudad.
La importancia de conservar esta herencia cultural resulta indiscutible. Al proteger su memoria, se reconoce no solo el valor arquitectónico del espacio, sino también la dimensión social y cultural que representa.
Preservar su identidad es garantizar que las generaciones futuras puedan seguir disfrutando de un lugar que ha sido testigo de la evolución de Sevilla durante siglos.
La Plaza del Pan, bajo cualquiera de sus siete nombres, simboliza la riqueza histórica que tiene la ciudad Sevilla. Es un lugar donde la tradición se entrelaza con la vida cotidiana, donde cada piedra y cada arco cuentan una historia distinta.
Para quienes pasean hoy por ella, no es solo una plaza, se trata de un espacio donde la ciudad se reconoce a sí misma, un rincón donde el pasado sigue teniendo voz y donde Sevilla conserva una parte de su alma más auténtica.