
La cripta oculta bajo el Patio de Banderas: un viaje al pasado de Sevilla
Las excavaciones han revelado que bajo este enclave se encuentra lo que pudo ser un fondo de una vivienda del siglo VIII a.C., con restos de una cocina y fragmentos de cerámica

Quien pasea por el Patio de Banderas, junto a los Reales Alcázares, difícilmente imagina que bajo el albero y los naranjos se esconde una de las estructuras arqueológicas más singulares de Sevilla. Lo que a simple vista parece un espacio abierto y luminoso guarda, a apenas cinco metros de profundidad, restos que permiten reconstruir más de dos milenios de historia.
Las excavaciones han revelado que bajo este enclave se encuentra lo que pudo ser un fondo de una vivienda del siglo VIII a.C., con restos de una cocina y fragmentos de cerámica. Estos vestigios son una de las evidencias más antiguas del origen de la ciudad, cuando Sevilla aún estaba marcada por los últimos compases de la Edad del Bronce.
Siglos más tarde, en torno al siglo I a.C., el lugar acogió un edificio romano de grandes proporciones. Sus muros, de hasta tres metros de altura, fueron levantados con la técnica púnica conocida como opus africanus.
Los especialistas barajan que pudo tratarse de unos almacenes portuarios o bien de un complejo militar vinculado a una fortaleza. En cualquier caso, se trataba de una construcción de gran envergadura, que fue remodelada en varias ocasiones antes de caer en desuso en el siglo IV d.C.
Entre templos y criptas paleocristianas en el Patio de Banderas
La zona no quedó en el olvido. Durante la etapa tardorromana y visigoda surgieron nuevas edificaciones, algunas de carácter religioso. Investigadores como Miguel Ángel Tabales han señalado la posibilidad de que en el subsuelo existiera un centro de culto paleocristiano, aunque para confirmarlo sería necesario hallar restos funerarios.
En cualquier caso, los arqueólogos han identificado ruinas de lo que parece ser un templo paleocristiano, con contrafuertes, estribos y una probable bóveda. Su destrucción se produjo en el siglo XI, pero todavía hoy pueden observarse partes de esa estructura.
La primera gran investigación de estos restos la realizó en 1976 el arqueólogo Manuel Bendala Galán, quien documentó elementos arquitectónicos que apuntaban a la existencia de lo que podría ser una antigua basílica.
La historia del yacimiento también está marcada por la violencia. En el año 426, la ciudad fue saqueada por los vándalos y el edificio sufrió una de sus primeras grandes destrucciones. De aquella época se han recuperado 30 monedas y un crismón atribuido al obispo Marciano, pieza que viene a ser el reflejo la temprana implantación del cristianismo en la ciudad.
Posteriormente, se levantó una iglesia visigoda, dotada de contrafuertes exteriores, estribos interiores y un sistema de abovedamiento. Los expertos sugieren que pudo guardar relación con la antigua iglesia de San Vicente, considerada uno de los templos paleocristianos más antiguos de Sevilla.
Un patrimonio aún por descubrir
Los estudios apuntan a que bajo el Patio de Banderas podría existir una cámara o sótano aún más profundo, distribuido en paralelo a tres naves y un pasillo con distintos niveles de pavimento. Si las hipótesis se confirman, este espacio podría convertirse en uno de los conjuntos arqueológicos más valiosos de la ciudad.
Hoy, la llamada “cripta oculta del Patio de Banderas” sigue siendo una gran desconocida para la mayoría de los sevillanos y visitantes. Pese a su relevancia, todavía no forma parte de los itinerarios visitables de la capital andaluza.
Su puesta en valor permitiría comprender mejor la evolución de Sevilla desde la Edad del Bronce hasta la etapa medieval, al tiempo que añadiría un nuevo atractivo al corazón del barrio de Santa Cruz y ya, en breves fechas, podrá ser visitada.