Por primera vez en más de seis años, el Real Betis Balompié volvió a saborear el dulce triunfo en el derbi sevillano. Y no fue una victoria cualquiera. Fue una remontada con carácter, fútbol y temple. El equipo de Manuel Pellegrini derrotó por 2-1 al Sevilla FC en el Benito Villamarín, en un partido que comenzó cuesta arriba pero que terminó en fiesta bética. Johnny y Cucho Hernández firmaron los goles de la remontada tras el tanto inicial de Rubén Vargas. Desde entonces, el Betis impuso su plan, controló los tiempos y no permitió reacción alguna del eterno rival.
Los 90 minutos reflejaron la realidad del presente sevillano: un Betis superior en juego, plantilla y confianza, frente a un Sevilla que navega en la inestabilidad y se sostiene con alfileres. La diferencia actual en la clasificación —once puntos— se hizo visible también sobre el césped.
Un inicio engañoso
El derbi arrancó con un Sevilla que, contra todo pronóstico, logró adelantarse pronto. Rubén Vargas, uno de los nombres elegidos por Xavi García Pimienta para el once titular, aprovechó una acción rápida para poner el 0-1. El Betis, algo frío en esos primeros minutos, pagó la desatención. A pesar de no contar con dos de sus piezas recientes más mediáticas, como Saúl Ñíguez y Ejuke, el conjunto visitante encontró una grieta y la explotó.
Pero fue un espejismo. Lejos de intimidarse, el Betis mantuvo la calma. Pellegrini apostó por Pablo Fornals como principal novedad en el centro del campo, y el castellonense respondió con creces. Fue precisamente Fornals quien gestó la jugada del empate al generar una superioridad por la derecha. Encontró a Sabaly en profundidad, y el centro del senegalés, preciso y venenoso, fue rematado por Johnny con una volea implacable. El 1-1 llegó apenas ocho minutos después del gol sevillista.
El Betis muestra sus cartas
El empate fue un golpe del que el Sevilla ya no se repondría. Aunque el partido vivió minutos de cierto equilibrio, con un par de acercamientos tímidos por parte de Isaac —bien bloqueados por un intenso Bartra—, lo cierto es que el dominio conceptual del encuentro ya era verdiblanco.
La diferencia técnica y táctica se hizo aún más evidente justo antes del descanso. Un mal despeje de Pedrosa, impropio de la élite, provocó una pérdida en campo propio que el Betis no desaprovechó. Jesús Rodríguez interceptó, conectó con Isco y el malagueño, en una muestra de visión y sutileza, asistió de primeras a Cucho Hernández. El delantero colombiano definió con tranquilidad ante Nyland, en un gesto que evidenció su sangre fría y su olfato goleador. El 2-1 llegaba en el momento perfecto, justo antes del entretiempo, y ponía el partido de cara para los locales.
Una segunda parte sin historia
Con ventaja en el marcador, el Betis se dedicó a lo que mejor sabe hacer cuando manda: controlar, dormir el partido, y desactivar al rival. La segunda mitad se jugó al ritmo que quiso el equipo de Pellegrini, que ni siquiera acusó la salida de Isco por molestias. Lo Celso tomó el relevo en la sala de máquinas y cumplió con solvencia, sumando calidad en la circulación y provocando faltas que desinflaban cualquier intento de rebelión nervionense.
El Sevilla, por su parte, se encomendó a los cambios. García Pimienta movió el banquillo en busca de una reacción que nunca llegó. Saúl Ñíguez, Akor Adams, Ejuke, Peque e Idumbo entraron en la segunda mitad, pero ninguno logró alterar el panorama. El Sevilla se mostró inofensivo, previsible y carente de ideas. Las únicas ocasiones reseñables fueron un disparo lejano de Gudelj, detenido por Adrián, y una presión sobre el portero verdiblanco que no fue más que un susto pasajero.
La superioridad se impone
Con Johnny liderando en la medular, un Fornals brillante en la primera parte, y una defensa sólida que apenas concedió, el Betis selló una victoria que va mucho más allá del marcador. Fue un triunfo de equipo, de estilo y de madurez. Un mensaje claro para la ciudad y para la clasificación: hoy por hoy, el fútbol sevillano tiene dueño, y se viste de verde y blanco.
La diferencia entre uno y otro equipo fue tan notoria como la que muestra la tabla. El Betis, ambicioso y ordenado, juega a algo; el Sevilla, desdibujado y sin alma, aún busca su identidad.
Fiesta en el Villamarín
El pitido final desató la euforia en las gradas del Villamarín. No era para menos. Tras seis años y medio sin vencer en el derbi liguero, los hinchas verdiblancos celebraron como se merecía una victoria histórica. En el campo, los jugadores se abrazaban, con Cucho Hernández alzado por sus compañeros como héroe de la noche. En el banquillo, Pellegrini se estrenaba como vencedor del derbi en LaLiga, y lo hacía con pleno merecimiento.
Ganó el mejor. Un Betis serio, contundente y maduro, que está muy por encima de un Sevilla que atraviesa una de sus etapas más grises. No hizo falta más que un buen primer tiempo y una gestión inteligente del segundo. El acta reflejó un 2-1, pero el mensaje fue mucho más amplio: el Betis manda en Sevilla, y lo hace con todo el derecho.