
De Cádiz a Sevilla: el corredor de la droga por el Guadalquivir que desafía a Policía Nacional y Guardia Civil
Narcolanchas en el Guadalquivir, la nueva ruta del narcotráfico hacia Sevilla

El Guadalquivir se ha convertido en escenario criminal que preocupa a vecinos y autoridades debido a la entrada de narcolanchas cargadas de droga en dirección a Sevilla.
Lo que en su día se asociaba casi en exclusiva al Estrecho de Gibraltar y a la costa de Cádiz, hoy se traslada hacia el interior andaluz, donde el cauce del río facilita el tránsito de embarcaciones rápidas dedicadas al tráfico de estupefacientes.
La geografía del Guadalquivir, con tramos amplios y de fácil navegación, está siendo aprovechada por organizaciones criminales para introducir grandes cantidades de droga hacia la capital andaluza.
En municipios ribereños se han detectado desembarcos de fardos que posteriormente son trasladados por carretera a distintos puntos de distribución en la provincia de Sevilla tales como Lebrija o Los Palacios.
El fenómeno preocupa especialmente porque el río, además de atravesar áreas rurales de difícil control, desemboca directamente en zonas urbanas que tienen una gran densidad poblacional como Sevilla, lo que convierte a la ciudad en un punto estratégico para el almacenamiento y posterior envío de la droga hacia el resto del país.
Paralelamente Cádiz continúa siendo el epicentro del contrabando, con alijos que entran por playas aisladas y marismas de la provincia. Desde allí, las redes criminales conectan con la capital sevillana mediante rutas terrestres y fluviales, conformando un corredor del narcotráfico que ha obligado a las autoridades a multiplicar sus esfuerzos.
Grupos armados y sensación de inseguridad en Cádiz y Sevilla
Uno de los aspectos más alarmantes es la violencia asociada con este tipo de organizaciones criminales. Fuentes policiales apuntan a la presencia de grupos armados que protegen los alijos y vigilan los traslados.
Se han registrado enfrentamientos entre diferentes clanes por el control de las rutas, así como episodios de intimidación hacia los vecinos de localidades cercanas al río.
Esta situación ha generado una creciente sensación de inseguridad en la población. Vecinos de varias zonas rurales aseguran haber visto movimientos extraños de embarcaciones durante la madrugada, así como vehículos de gran cilindrada que acuden a recoger la mercancía. El temor a posibles represalias hace que muchos prefieran callar y no hablar.
La presión de los narcos no solo afecta a quienes viven cerca del Guadalquivir, sino también a quienes trabajan en la costa de Cádiz, donde el contrabando de tabaco y drogas se mezcla en un mismo circuito. El aumento de la violencia y la profesionalización de las redes han elevado el riesgo para quienes intentan denunciar o colaborar con las autoridades.
Policía Nacional y Guardia Civil refuerzan su lucha
Ante este panorama, la Policía Nacional y la Guardia Civil han intensificado sus operativos en la región. Los cuerpos de seguridad mantienen dispositivos permanentes de vigilancia en las zonas más sensibles, tanto en el litoral gaditano como en los accesos fluviales hacia Sevilla. Si bien hay que lamentar que se eliminara el grupo antidroga OCON-Sur.
En los últimos meses se han incautado toneladas de hachís y cocaína, así como numerosas narcolanchas y vehículos utilizados en el transporte. Las operaciones suelen requerir la coordinación de varias unidades especializadas, desde helicópteros hasta patrulleras fluviales, para poder interceptar a los narcotraficantes que tratan de huir a gran velocidad.
Las autoridades reconocen, sin embargo, la dificultad de un fenómeno en continua evolución. Las redes criminales cuentan con recursos económicos suficientes para reponer embarcaciones y sobornar a colaboradores locales, lo que convierte la lucha en una batalla prolongada y compleja.
El auge del narcotráfico por el Guadalquivir y la persistencia del contrabando en Cádiz y Sevilla confirman que el problema va más allá de una cuestión local. Se trata de un desafío estructural que afecta a la seguridad, a la convivencia y a la confianza ciudadana.
Aunque las fuerzas del orden mantienen la presión, la magnitud de las organizaciones dedicadas a estas actividades ilícitas obliga a plantear nuevas estrategias, que incluyan no solo más presencia policial, sino también la cooperación entre administraciones y la sensibilización de las poblaciones afectadas.
Mientras tanto, el Guadalquivir continúa siendo testigo silencioso de una actividad donde se rompe la belleza natural del río con la sombra del narcotráfico. Un escenario que refleja la tensión entre quienes buscan mantener la legalidad y quienes, armados y organizados, intentan imponer su ley en las aguas del sur de España.