El río Guadalquivir, con su ecosistema urbano, es hoy escenario de una creciente amenaza ambiental con es la proliferación del siluro (Silurus glanis), un pez de gran tamaño, voraz e invasor que ha comenzado a establecerse de forma preocupante en las aguas de la capital andaluza.
La reciente captura de hasta treinta ejemplares juveniles por parte de un pescador local en una sola jornada, en la zona del puente de las Delicias, ha disparado todas las alarmas. “Sabes que la cosa va a ponerse seria en un tiempo cuando en un día sacas treinta de este tamaño”, advertía Mauro, uno de los muchos aficionados que ya notan la presencia constante de esta especie.
¿Cómo ha llegado el siluro al Guadalquivir?
El siluro es originario de los grandes ríos de Europa Central y del Este, como el Danubio. Sin embargo, su introducción artificial en España se remonta a 1974, cuando fue liberado en el embalse de Mequinenza, en Aragón, por pescadores alemanes que buscaban nuevas especies para la pesca deportiva. Desde entonces, se ha extendido sin control por diferentes cuencas fluviales españolas, incluyendo el Ebro y, más recientemente, el Tajo.
Su llegada al Guadalquivir probablemente se ha producido de forma accidental o ilegal, a través de traslados encubiertos por parte de aficionados o por la expansión natural desde zonas interconectadas con otras cuencas. La falta de barreras naturales y la cercanía de embalses y canales favorecen este tipo de desplazamientos.
¿Por qué es una amenaza?
El siluro no es un pez cualquiera: puede superar los 100 kilos de peso y medir más de dos metros de longitud. Se alimenta de peces autóctonos, anfibios, aves acuáticas e incluso pequeños mamíferos. Este comportamiento depredador desequilibra gravemente el ecosistema fluvial, desplazando a especies locales como el barbo, la carpa o el cacho, claves en la cadena alimentaria del río.
Su presencia también favorece la proliferación de algas y vegetación acuática al eliminar peces que controlan estos elementos, lo que puede deteriorar la calidad del agua y alterar el paisaje natural del río.
¿Qué se puede hacer contra el siluro?
El siluro está incluido en el Catálogo Español de Especies Exóticas Invasoras, lo que implica que está prohibida su suelta, transporte, posesión y comercialización. Las administraciones promueven activamente su pesca como forma de control, y animan a pescadores deportivos a capturarlo —aunque está terminantemente prohibido devolverlo al agua.
No obstante, los expertos coinciden en que la pesca por sí sola no será suficiente para frenar su avance. Es necesario implementar medidas complementarias como:
Campañas de concienciación dirigidas a pescadores y usuarios del río.
Seguimiento científico para conocer la distribución real de la especie.
Sistemas de control y contención en zonas críticas como embalses, esclusas y afluentes.
Además, se hace urgente una mayor coordinación entre administraciones, desde los ayuntamientos hasta las confederaciones hidrográficas, para prevenir nuevas introducciones y actuar con rapidez ante brotes localizados.
Una amenaza real al patrimonio natural sevillano
La expansión del siluro en el Guadalquivir no es solo un problema para los ecologistas. Supone una pérdida de biodiversidad, un riesgo para el patrimonio natural de Sevilla y un desafío para la gestión sostenible del entorno fluvial. En un río que ha sido arteria vital de la ciudad desde tiempos romanos, permitir que una especie invasora imponga su ley sería una derrota evitable.