El intenso temporal que ha azotado Andalucía en los últimos días ha dejado estampas impresionantes en buena parte de la provincia. Las lluvias torrenciales y el desbordamiento de varios cursos fluviales han provocado inundaciones en zonas bajas y de marismas, especialmente en el suroeste peninsular. Curiosamente, una de las áreas más afectadas ha sido la vasta llanura inundable que, hace miles de años, estuvo ocupada por el llamado -mítico- Lago Ligustinus.
Poco queda hoy de aquel antiguo «mar» interior, pero las lluvias han devuelto momentáneamente el agua a un paisaje que ya lo conocía. Entre las actuales provincias de Sevilla y Cádiz, se extendía una gran bahía que, en su época, daba paso al océano Atlántico sirviendo como una especie de puerto natural para las culturas que habitaban el suroeste ibérico como los tartésicos o los fenicios. Las fuentes antiguas, como las de Estrabón, hablaban de una gran extensión de agua navegable en esta zona, alimentada por los ríos Guadalquivir, Guadalete y otros afluentes menores.
El Lago Ligustinus
Aunque tradicionalmente se le ha conocido como Lago Ligustinus son varios los historiadores y geógrafos modernos que lo denominan bajo el nombre de Golfo Tartésico, ya que sus características se ajustaban más a una gran bahía que de un lago cerrado. La referencia, además, es directa a Tartessos, la civilización que tuvo su origen en esta región durante los siglos IX a.C. al V a.C. Se cree que este punto fue clave para su desarrollo comercial puesto que permitía la navegación y el intercambio con pueblos del Mediterráneo y del norte de África.
Con el paso de los siglos, sin embargo, este golfo fue desapareciendo por la acción constante de los ríos y los aportes sedimentarios que terminaron colmatando progresivamente la bahía, transformándola en una amplia llanura aluvial. De esta forma surgió otro entorno mítico como las marismas del Guadalquivir, gozando de un ecosistema único que hoy abarca espacios tan icónicos como el Parque Nacional de Doñana o las tierras bajas de las campiñas de Lebrija, Trebujena o Las Cabezas de San Juan. Antaño fue un «mar» interior, un lago, y hoy es una zona húmeda y fértil, surcada por canales y caños, con una riqueza ecológica inigualable.
En el pasado las aguas del golfo bañaban las inmediaciones de Híspalis no siendo descabellado pensar que pequeños puertos o embarcaderos existieran cerca de donde hoy se levanta la ciudad. En época romana aún se podía navegar hasta Hispalis remontando el Guadalquivir siendo un río mucho más caudaloso y ancho.
Este reciente temporal, entre las borrascas Laurence y Martinho han dejado inundaciones que recuerdan que, momentáneamente, el agua tenía sus dominios en estos puntos recordándonos el pasado geológico que está en constante transformación del paisaje. Sólo es un hecho curioso de la naturaleza a una Historia que aún sigue escrita y que se encuentra bajo capas de sedimentos en este sitio de Andalucía.