Las Atarazanas de Sevilla, símbolo del poderío naval de Castilla

Con capacidad para albergar entre 30 y 35 galeras, las Atarazanas ocupaban más de 6 hectáreas de terreno

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Vista de las Atarazanas.
Atarazadas de Sevilla cerca del puerto.

Las Atarazanas de Sevilla, ubicadas en el barrio del Arenal, fueron en su época la base naval militar más importante de la Corona de Castilla. Entre los siglos XIII y XV, este imponente complejo sirvió como arsenal para proteger la flota militar durante el invierno.

Con capacidad para albergar entre 30 y 35 galeras, las Atarazanas ocupaban más de 6 hectáreas de terreno. Originalmente, contaba con 14 o 15 naves, pero este número pronto aumentó a 17, cada una con capacidad para dos galeras. Los techos, inicialmente de madera, fueron reemplazados por ladrillo para mayor durabilidad.

La flota protegida en las Atarazanas jugó un papel fundamental en las luchas por el control del estrecho de Gibraltar y en la participación de Castilla en la guerra de los Cien Años.
Consideradas unas de las flotas europeas más importantes de la época, las Atarazanas fueron un símbolo del poderío naval de Castilla.

A partir de mediados del siglo XV, las Atarazanas entraron en decadencia, principalmente debido a la ineficacia de las galeras en las travesías oceánicas. En 1485, las instalaciones ya estaban abandonadas. La nave Norte se reutilizó como lonja de pescado, mientras que el resto del complejo se convirtió en un gran almacén con patios interiores e incluso viviendas.

Nuevos capítulos en la historia del lugar

1503, los Reyes Católicos destinaron una de las naves a la recepción, empaque y avío de azogue (mercurio), elemento fundamental para la minería de la plata.

1543, con la creación del almojarifazgo de Indias, la Corona decidió instalar la Aduana en tres naves más al sur.

1969, las Atarazanas fueron declaradas Monumento Histórico Artístico. En 1985, la Maestranza de Artillería (que ocupa parte del complejo) fue declarada Bien de Interés Cultural.
Las Atarazanas de Sevilla son un testimonio de la rica historia de la ciudad.

Alfonso X ordena la construcción de las Atarazanas

Sevilla, 1248: Tras arrebatar la ciudad a los musulmanes, Fernando III emprende campañas militares en el norte de África para prevenir futuras amenazas. Para ello, ordena la construcción de barcos en Sevilla. Sin embargo, fallece en 1252 y su hijo, Alfonso X, hereda el proyecto.

Alfonso X, convencido de la importancia de una flota naval, elige un terreno fuera de las murallas, cerca del Guadalquivir, entre la Torre del Oro, la Torre de la Plata, la Puerta del Carbón y el Postigo del Aceite. Allí, en el barrio del Arenal, se levantan 17 naves de ladrillo perpendiculares al río, frente a la muralla almohade, ocupando unos 15.000 metros cuadrados. El complejo también incluía la «Resolana del Río», una explanada de arena que llegaba hasta la orilla.

Las Atarazanas se convierten en una de las mayores instalaciones industriales de la Baja Edad Media en Europa, comparable al Arsenal de Venecia. Su arquitectura gótica en ladrillo, denominada «gótico de ladrillo», destaca por sus amplias y largas naves adosadas, cubiertas por bóvedas de arista, idóneas para albergar y proteger una de las flotas más importantes de la época. Las naves se comunican mediante arcos apuntados que crean atractivas perspectivas interiores.

En 1253 ya hay diez galeras construidas y Alfonso X nombra diez capitanes o cómitres, algunos de ellos franceses e italianos que habían participado en la Reconquista. Los cómitres y sus herederos debían cuidar y reparar las galeras asignadas, usándolas siempre en nombre del rey y bajo la dependencia del almirante mayor de Castilla (cargo creado por Alfonso en 1254). En 1407, bajo el reinado de Juan II, Sevilla contaba ya con 70 cómitres.

Un arsenal con historia

Un astillero de poderío: Las Atarazanas Reales de Sevilla fueron, durante la Edad Media, un arsenal fundamental para la Corona de Castilla. Su imponente construcción, ubicada junto al Guadalquivir, albergaba la construcción, reparación y mantenimiento de las galeras que defendían el reino y participaban en guerras como la de los Cien Años y la lucha por el control del Estrecho de Gibraltar.

Más allá de su función principal como astillero, las Atarazanas también sirvieron para otros propósitos. Su gran tamaño las convertía en un espacio ideal para albergar eventos públicos, asambleas e incluso almacenar botín y prisioneros de guerra. Además, en algunos momentos, funcionaron como cárcel para miembros de la élite social, como los nobles afines al rey Pedro I.

La construcción y mantenimiento de las galeras requería una gran cantidad de mano de obra. Para ello, la Corona reclutaba temporalmente a artesanos, ofreciéndoles a cambio de trabajar por la mitad del salario habitual, exenciones fiscales durante todo el año. Estos trabajadores, conocidos como «francos», compartían espacio con un número indeterminado de esclavos, principalmente musulmanes prisioneros, que se encargaban de las tareas más duras.

A partir del primer tercio del siglo XV, la actividad en las Atarazanas comenzó a disminuir. Los pedidos de nuevas galeras por parte de la Corona se hicieron cada vez más escasos, y a mediados de siglo, varias naves sin terminar se pudrían en sus instalaciones.

A pesar de este declive, las Atarazanas no quedaron abandonadas. Durante la Reconquista, los Reyes Católicos instalaron su corte en Sevilla y ordenaron algunas obras de reparación en el edificio. Más tarde, en 1493, se trasladó la pescadería de la ciudad a la primera nave de las Atarazanas, donde se instalaron también lonjas de pescado y algunas viviendas.

Un hito importante en la historia de las Atarazanas llegó en 1503 con la creación de la Casa de Contratación de Indias. La nave más meridional del edificio fue destinada a albergar esta institución, que jugaría un papel crucial en la organización y control del comercio con las Américas.

Las Atarazanas Reales de Sevilla son un testimonio de la época dorada de la navegación castellana y de la importancia de Sevilla como centro comercial y político. Su rica historia y su imponente arquitectura las convierten en un lugar de visita obligada para cualquier persona interesada en el pasado de la ciudad y de España.

1493, una fecha importante

En 1493, los Reyes Católicos aprobaron el traslado de la pescadería desde la Plaza de San Francisco a la primera nave de las Atarazanas, la más cercana al Postigo del Aceite. En esa nave se establecieron varias lonjas de pescado y algunas viviendas. Posteriormente, en 1503, con la creación de la Casa de Contratación de Indias, la nave más al sur se convirtió en la sede de la Casa. Sin embargo, en 1503, la sede se trasladó al Alcázar.

Durante el siglo XVI, otras naves se utilizaron como almacenes de aceite y lana. El alcaide era responsable de la vigilancia y la recaudación de alquileres. Además, una nave se destinó al almacenamiento de mercurio, que se utilizaba para extraer plata de las minas americanas. Aunque la carga de trabajo en las Atarazanas disminuyó, el número de artesanos vinculados a ellas apenas se redujo. Las Atarazanas también albergaron una galera decorada con motivos renacentistas durante la batalla de Lepanto.

Con el tiempo, las Atarazanas dejaron de ser astilleros y se convirtieron en almacenes comerciales, donde se almacenaba azúcar, jengibre, canela, plantas medicinales y maderas nobles de las Indias. En el siglo XVIII, se rotuló un cartel que decía: “La Real Casa de Atarazanas de Azogues de Indias” .

Transformaciones y nuevos usos

Sin embargo, el paso del tiempo trajo consigo cambios en la función del edificio. En el siglo XVII, cinco de las naves fueron cedidas para la construcción del Hospital de la Caridad y su iglesia, dejando un legado arquitectónico visible aún en la actualidad.

Más adelante, en el siglo XVIII, las Atarazanas se adaptaron para almacenar material de artillería, respondiendo a las necesidades militares de la época. Esta transformación incluyó la ampliación del espacio con la anexión de dos nuevas naves, conformando así las siete que albergarían al Ejército hasta el siglo XX.

El siglo XX estuvo plagado de cambios para las Atarazanas. En 1945, cinco de las naves originales fueron demolidas para dar paso a la construcción del edificio de la Delegación de Hacienda. A pesar de esta pérdida, el resto de la estructura original se mantuvo intacta hasta el final del siglo.

En 1993, las Atarazanas pasaron a ser propiedad de la Junta de Andalucía, quien inició un proceso de rehabilitación que culminó en 1995. Tras un intento fallido de convertir el espacio en un centro cultural de la mano de la entidad financiera La Caixa, en 2022 se dio inicio a un nuevo proyecto de rehabilitación con el objetivo de crear un gran centro cultural en su interior.

Las Atarazanas Reales, con su Historia y su arquitectura imponente, se encuentran hoy en un proceso de transformación que busca devolverles su esplendor original y convertirlas en un referente cultural de la ciudad de Sevilla. Un futuro prometedor espera a este monumento emblemático, donde el pasado y el presente se unen para dar paso a un nuevo capítulo lleno de posibilidades.