La trágica leyenda de Doña María Coronel y Pedro I ‘el Cruel’

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Una de las leyendas más conocidas de Sevilla es aquella que tiene una relación directa con doña María Coronel y el rey Pedro I «el Cruel» o «el Justiciero».

El caso del rey

Era la esposa de don Juan de la Cerda, pariente de la familia Real de León y enemigo, por tanto del rey. Murió en una de esas «acciones de guerra» y doña María Coronel quedó sola y desamparada, viuda y tratando de administrar los bienes de su marido. Pedro I «el Cruel» la conoció y quedó rendido ante su belleza sin igual.

Tanto que comenzó a perseguirla y no darle tregua. Lo que hoy sería un delito de acoso en aquella época era «normal» máxime cuando era la voluntad de un monarca tan voluble como él.

Doña María huía constantemente del acoso del rey y decidió ir a vivir con sus padres, buscando su protección. El rey le había «robado» sus posesiones, despojado de ellas, apretándole cada vez más para que cediera a sus deseos, pero ella se mantuvo firme.

Milagro en Santa Clara

Un día el rey, cansado de su resistencia, quiso ir a por ella por la fuerza. Doña María fue avisada y huyó al cercano convento de Santa Clara, allí las monjas la escondieron en una zanja en el jardín que cubrieron con maderas y tierra.

Cuando llegó la guardia real todo parecía en orden y sobre las maderas habían brotado «milagrosamente» matas de perejil.

Pudo esquivar ese acoso pero más tarde el rey fue informada que el rey iba en persona a por ella, no tuvo tiempo de reaccionar cuando las tropas asaltaron el convento ella comenzó a correr, Pedro I la perseguía por todas las estancias, al llegar a la zona de la cocina encontró un perol con aceite hirviendo y, sin pensarlo dos veces, se lo volcó sobre la cara quedando terriblemente desfigurada.

Consternación del monarca

El rey quedó consternado ante esa visión y pidió a la madre superiora que la cuidara y que cuidara sus heridas. cuando se hubo recobrado, pese a quedar desfigurada, el rey le dijo que le pidiera lo que quisiera y ella sólo pidió un terreno en las inmediaciones de la hoy plaza de San Pedro donde se construiría el convento de Santa Inés.

Años después, fallecida doña María Coronel, se encontró un ataúd que llevaba su nombre y dentro su cuerpo «incorrupto» con las tremendas heridas en su cara aun desfigurada. Hoy se le rinde triubuto en la ciudad cada 2 de diciembre.