La leyenda sevillana del joven que se enfrentó a la muerte

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Cuenta una secreta leyenda sevillana que hace muchos años, en la ciudad, vivía un joven llamado Pedro Martín. Era un hombre apuesto y valiente aunque también un poco temerario.

Era hombre al que le gustaba correr riesgos y desafiar a la muerte, lo que preocupaba a su madre y a su prometida, la bella Flor.

Visita al cementerio

Un día Pedro Martín decidió demostrar su valentía yendo al cementerio en plena noche. Se adentró en el camposanto, por el lugar más oscuro y silencioso, sin temor alguno, no tenía miedo. Era una época en la que en Sevilla existían varios cementerios.

Sin embargo, mientras caminaba entre las tumbas, escuchó un ruido extraño. Al mirar hacia atrás, vio una figura oscura, tenebrosa, inquietante y encapuchada que se aproximaba a él. La logró identificar: era la Muerte.

Pedro Martín no tuvo miedo, en lugar de huir, se enfrentó a la Muerte con valentía y se encaró con ella. La Muerte, sorprendida por la actitud del joven, le propuso un trato: si lograba vencerla en un juego de ajedrez, podría vivir eternamente.

La vida eterna

El joven era un buen jugador, había aprendido de su padre y aceptó el desafío. Comenzó a jugar contra la Muerte. La partida fue muy reñida y, finalmente, Pedro Martín logró hacerle jaque mate a la Muerte. La Muerte, fiel a su palabra, le concedió la inmortalidad.

Pero el tiempo pasaba y el joven se dio cuenta de que vivir para siempre no era tan maravilloso como había imaginado puesto que todos sus amigos y familiares morían a su alrededor, mientras él seguía viviendo Tenia una existencia solitaria y triste, temía enamorarse y sufrir de nuevo la pérdida de la persona amada.

Pedro Martín se arrepintió de su decisión y decidió buscar a la Muerte para pedirle que le permitiera morir, así se adentró en el cementerio en busca de Ella.

La Muerte, al encontrarlo, le dijo que no podía revertir su regalo, que era un don preciado pero que, por el contrario, podía concederle un deseo más. El joven pidió que, al menos, pudiera descansar en paz. La Muerte accedió y, finalmente, Pedro murió en paz, sabiendo que su valentía le había otorgado la inmortalidad pero también que, a veces, la muerte es necesaria para encontrar la verdadera felicidad.