La leyenda del ‘error’ en el Señor de Pasión

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Imagen del Señor de Pasión.
El Señor de Pasión en El Salvador.

Juan Martínez Montañés, nacido en Alcalá la Real en 1568 y sevillano de adopción, fue un artista de excepcional talento que dejó una huella imborrable en la Semana Santa de Sevilla. Su obra, caracterizada por un pavoroso barroquismo y un profundo realismo, se centra principalmente en temas religiosos.

Aunque conocido principalmente por sus esculturas religiosas, Montañés también incursionó en otros campos, como la escultura profana. En 1635, realizó un busto en barro del rey Felipe IV que, junto a un retrato ecuestre del pintor sevillano Diego Velázquez, sirvió como modelo para la posterior estatua del rey realizada por Pietro Tacca y que hoy se encuentra en la Plaza de Oriente de Madrid.

Destacar una sola obra de Montañés sería una tarea difícil, ya que todas ellas poseen una calidad incuestionable. Algunas de sus creaciones más célebres son la Virgen de la Estrella, la Virgen de la Encarnación y el conmovedor Jesús de la Pasión.

Un final inesperado

Martínez Montañés falleció en Sevilla en 1649, víctima de un brote de peste que asoló la ciudad. Sus restos fueron trasladados en un carro junto con otros muertos a una fosa común en extramuros, cerca del actual Parlamento de Andalucía, en el lugar que hoy se conoce como Hospital de las Cinco Llagas.

La obra de Juan Martínez Montañés continúa siendo admirada y venerada por su profunda religiosidad, su magistral ejecución y su incalculable contribución a la Semana Santa de Sevilla.

La fascinación por el Nazareno de Pasión

La entrega de la imagen del Nazareno a la Hermandad de Pasión en 1616 marcó un antes y un después. El prodigio escultórico de Montañés dejó a todos atónitos. La fascinación era tal que incluso se cuenta que el propio escultor recorría las calles de Sevilla durante la Semana Santa para contemplar su obra entre las callejuelas y bocacalles. Se dice que, extasiado ante su creación, llegó a exclamar: «¡Sólo le falta hablar!».

La anécdota del Nazareno de Pasión recuerda a la del célebre Miguel Ángel Buonarroti y su Moisés. Cuenta la leyenda que, al finalizar la escultura, el artista le imploró: «¡Habla!». En el caso del Nazareno, la admiración por la obra de Montañés llegó a tal punto que el arzobispo de Sevilla, Antonio Despuig y Dameto, al observar la imagen durante una visita a la hermandad, mencionó: «Observo un fallo». Ante la sorpresa y el desconcierto de los presentes, el arzobispo aclaró: «Le advierto la falta de la respiración», haciendo referencia al realismo casi sobrenatural de la imagen.

La fascinación por el Nazareno de Pasión ha perdurado a lo largo de los siglos, convirtiéndolo en una de las imágenes más veneradas de la Semana Santa de Sevilla. La anécdota del arzobispo no solo refleja la excepcional calidad de la obra de Montañés, sino también la profunda admiración que esta ha generado desde su creación.