En la Isla de la Cartuja, bañada por el Guadalquivir, se encuentra el Monasterio de Santa María de las Cuevas, también conocido como Monasterio de la Cartuja. Un lugar que ha sido testigo de la historia de Sevilla desde la época medieval hasta nuestros días, albergando una rica mezcla de estilos arquitectónicos y atesorando un legado cultural invaluable.
Su origen se remonta al siglo XIII, cuando una imagen de la Virgen María fue hallada en una cueva de la zona, dando lugar a la construcción de una ermita. En el siglo XIV, el arzobispo Gonzalo de Mena y Roelas impulsó la creación del monasterio cartujo, atrayendo a esta orden monástica de profunda espiritualidad y austeridad.
A lo largo de los siglos, el monasterio fue creciendo y embelleciéndose. Su iglesia, de estilo gótico-mudéjar, es una joya arquitectónica con una imponente cúpula. El claustro, rodeado de arcos y vegetación, invita a la meditación y el sosiego. Las celdas de los monjes, simples y austeras, reflejan la vida contemplativa que llevaban.
El monasterio ha sido hogar de figuras ilustres como Cristóbal Colón, quien se reunió con los Reyes Católicos antes de su viaje a las Indias. También ha sido escenario de importantes eventos históricos y culturales.
Tras la desamortización de Mendizábal en el siglo XIX, el monasterio pasó a manos del Estado. En el siglo XX, se convirtió en sede del Instituto Andaluz del Patrimonio Histórico y del Centro Andaluz de Arte Contemporáneo. Hoy en día, el monasterio es un espacio cultural vivo que alberga exposiciones, conciertos y otras actividades.
El Monasterio de Santa María de las Cuevas sigue siendo un referente cultural y patrimonial de Sevilla. Su belleza arquitectónica, su historia y su presente lo convierten en un lugar imprescindible para cualquier visitante de la ciudad.
Un crisol de historia, arte y cultura en Sevilla
A lo largo de los siglos, el monasterio fue creciendo y embelleciéndose. Su iglesia, de estilo gótico-mudéjar, es una joya arquitectónica con una imponente cúpula. El claustro, rodeado de arcos y vegetación, invita a la meditación y el sosiego. Las celdas de los monjes, simples y austeras, reflejan la vida contemplativa que llevaban.
El monasterio ha sido hogar de figuras ilustres como Cristóbal Colón, quien se reunió con los Reyes Católicos antes de su viaje a las Indias. También ha sido escenario de importantes eventos históricos y culturales.
Además de las aportaciones del arzobispo fundador, el monasterio contó con el apoyo de otras personas piadosas, incluyendo familias nobles como la del duque de Veragua. Estas donaciones permitieron la construcción de nuevas dependencias y la adquisición de obras de arte.
En su apogeo, la Cartuja de Sevilla era considerada la segunda más rica de toda la Cristiandad, tras la de Pavía. Su biblioteca albergaba una valiosa colección de libros y manuscritos, y sus jardines y huertas eran admirados por viajeros de toda Europa.
El monasterio también fue un importante centro de intercambio intelectual y religioso. Frailes como Juan de Padilla, autor de obras como «Retablo de la vida de Cristo», y eruditos como Benito Arias Montano encontraron en la Cartuja un espacio para la reflexión y la creación.
Un convento visitado por la mística
Santa Teresa de Ávila visitó el monasterio en varias ocasiones durante el siglo XVI, manteniendo una estrecha relación con el prior Fernando Pantoja. A petición de Teresa, se edificó una capilla a Santa Ana en la huerta del convento.
El monasterio ha vivido de cerca los avatares de la historia sevillana. Ha resistido terremotos e inundaciones, y ha sido expoliado durante la Guerra de la Independencia Española. A pesar de las dificultades, los monjes cartujos siempre regresaron a su hogar espiritual.
Tras la desamortización de Mendizábal en el siglo XIX, el monasterio pasó a manos del Estado. En el siglo XX, se convirtió en sede del Instituto Andaluz del Patrimonio Histórico y del Centro Andaluz de Arte Contemporáneo. Hoy en día, el monasterio es un espacio cultural vivo que alberga exposiciones, conciertos y otras actividades.
Cristóbal Colón y el Monasterio de Santa María de las Cuevas
El Monasterio de la Cartuja, jugó un papel fundamental en la vida de Cristóbal Colón. Este recinto religioso no solo le brindó un espacio de paz y reflexión durante sus estancias en Sevilla, sino que también le ofreció un apoyo invaluable en su búsqueda por alcanzar las Indias.
Colón forjó una estrecha relación con varios frailes cartujos, especialmente con Gaspar Gorricio y Diego Luján. Gorricio, quien fungía como albacea testamentario y consejero espiritual de los hijos de Colón, le brindó asesoría durante la preparación de sus expediciones y lo ayudó en la redacción del «Libro de las profecías». Luján, por su parte, también le ofreció apoyo y compañía durante sus visitas a Sevilla.
El almirante utilizó las dependencias del monasterio como residencia durante sus estancias en la ciudad. Es probable que esta experiencia haya influido en la elección de la Isla de la Cartuja como sede de la Exposición Universal de 1992. Además, Colón encontró en la biblioteca del monasterio documentos valiosos para defender sus argumentos antes de emprender su primer viaje.
La relación entre Colón y el Monasterio de la Cartuja se extendió más allá de su propia vida. Tras su fallecimiento en Valladolid en 1506, sus restos fueron trasladados al monasterio por deseo de su hijo Diego, quien sentía un profundo aprecio por este lugar. Allí permanecieron hasta el siglo XVI, cuando fueron exhumados para ser llevados a Santo Domingo, aunque finalmente se ubicaron de forma definitiva en la Catedral de Sevilla en 1899.
La presencia de Cristóbal Colón en el Monasterio de Santa María de las Cuevas dejó una huella imborrable. Un ombú plantado por el propio almirante, según la tradición, aún se puede contemplar en el conjunto monumental. Además, en 1887, María Josefa Pickman y Martínez de la Vega, viuda del marqués de Pickman, mandó erigir un monumento en honor a Colón en los jardines del monasterio.
De convento a fábrica, de fábrica a centro cultural
En 1836, tras la desamortización de Mendizábal, el Monasterio de Santa María de las Cuevas experimentó un giro radical en su historia. Sus muros, que durante siglos habían albergado a una comunidad de monjes cartujos, se convirtieron en prisión, acogiendo a cerca de doscientos reclusos.
En 1838, el panorama del monasterio volvió a dar un vuelco. El comerciante Carlos Pickman, proveniente de Liverpool, adquirió el inmueble, con excepción de las huertas, y lo transformó en una fábrica de loza. La producción comenzó en 1841, dando inicio a una nueva era para el antiguo convento.
La fábrica de Pickman se convirtió en un referente de la industria sevillana del siglo XIX. En 1873, el rey Amadeo I reconoció el éxito de la empresa otorgando a Carlos Pickman el título de marqués. Los hornos con chimeneas en forma de botella, característicos de la fábrica, se convirtieron en un paisaje familiar en la zona.
En 1964, el conjunto monumental fue declarado Monumento Nacional. Sin embargo, en 1982, el Ministerio de Obras Públicas expropió el inmueble, obligando a la fábrica a trasladarse a Salteras.
A partir de 1986, el Monasterio de la Cartuja inició un nuevo camino hacia su renacimiento cultural. La Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía acometió su restauración y, en el marco de la Exposición Universal de 1992, albergó el Pabellón Real, recibiendo a jefes de estado y de gobierno.
Tras la Expo, el monasterio se consolidó como un centro cultural de referencia. Entre sus muros se encuentran el Instituto Andaluz de Patrimonio Histórico, con sus talleres de restauración, y el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo, que alberga una importante colección de arte moderno y contemporáneo. Además, desde 1997, el monasterio también sirve como sede del rectorado de la Universidad Internacional de Andalucía.
Atravesando las puertas del tiempo
Nuestra travesía comienza en la portada principal, obra maestra de Ambrosio de Figueroa realizada en 1766. Atravesamos un terreno y nos encontramos con la portada del Ave María o de las Cadenas, del siglo XV, flanqueada por los escudos heráldicos del arzobispo Gonzalo de Mena, fundador del monasterio.
Más adelante, descubrimos la puerta del Río, que da hacia el Guadalquivir y nos ofrece una perspectiva diferente del conjunto. Atribuida a Diego Antonio Díaz, entre finales del siglo XVII y principios del XVIII, está decorada con azulejos de la época.
Adentrándonos en el corazón del monasterio, llegamos a la iglesia, construida entre 1410 y 1419 y ampliada en 1526. Su fachada gótica con detalles mudéjares y platerescas nos cautiva. En su interior, una única nave con bóveda de crucería nos conduce al presbiterio, donde destaca la bóveda de abanico.
Desde la nave de la epístola accedemos al claustrillo, que nos abre las puertas al refectorio. Allí, el artesonado de pino de Flandes, obra de 1587, nos envuelve en una atmósfera de serenidad. Paneles cerámicos completan la decoración de esta ampliación del siglo XVI.
Capillas y salas
La capilla de la Magdalena, antigua primera iglesia del monasterio, alberga un retablo con una estatua de Santa María Magdalena y otro con un Cristo Crucificado. En ella también descansó el sepulcro del arzobispo Gonzalo de Mena hasta su traslado a la catedral.
La sala capitular, del siglo XV, nos sorprende con su bóveda y esculturas góticas. Las paredes lucen zócalos cerámicos de 1607.
La iglesia acogió los sepulcros de la familia Ribera, benefactora del monasterio. En la sala capitular se encontraban los de Pedro Enríquez y Catalina de Ribera. Tras un traslado en 1838, hoy se encuentran en el Panteón de Sevillanos Ilustres.
El claustrillo, pequeño y mudéjar, data del siglo XV. El claustro de los Monjes, iniciado en el siglo XV y reformado en los siglos XVII y XVIII, albergaba el cementerio del monasterio y, en su uso como fábrica, hornos de loza.
Del claustro de Legos, del siglo XV, solo quedan algunos vestigios debido a la construcción de la fábrica. El claustro de San Miguel, desaparecido, daba acceso a la capilla del mismo nombre, construida en 1441.
La Capilla de Santa Ana
En 1523 se finalizó esta capilla, una ampliación de la iglesia construida por Per Afán de Rivera el Viejo. Sus yeserías datan de 1604. El retablo original albergaba un cuadro de Santa Ana, hoy en la Catedral. En su lugar se encuentra el Cristo de la Clemencia de Juan Martínez Montañés.
En el centro de la capilla se encuentra la bóveda funeraria de Cristóbal Colón, quien mantuvo una estrecha relación con el monasterio.
El Monasterio de la Cartuja es un tesoro inagotable de historia, arte y arquitectura. Cada rincón nos invita a descubrir un nuevo relato, a sentir la presencia del pasado y a admirar la belleza atemporal de este lugar único.