Aníbal González Álvarez-Ossorio llegó al mundo en Sevilla en 1876. Desde temprana edad, demostró un gran interés por la arquitectura, pasión que lo llevó a estudiar en la Escuela Superior de Arquitectura de Madrid, donde se graduó con excelentes calificaciones en 1902.
Sus profesores, Ricardo Velázquez Bosco y Vicente Lampérez, jugaron un papel fundamental en su formación. Del primero, heredó la fascinación por el estilo Segundo Imperio, mientras que del segundo aprendió sobre la restauración y la historia del arte.
Tras finalizar sus estudios, González contrajo matrimonio con Ana Gómez Millán y juntos emprendieron un viaje por España, visitando diversos monumentos históricos y cárceles, experiencia que le serviría de inspiración para futuros proyectos.
El historicismo y el neomudéjar: su sello personal
Entre 1909 y 1920, su obra se caracterizó por el historicismo, especialmente el neomudéjar, estilo que supo combinar con maestría con elementos regionales.
En 1910, González participó en el concurso para el diseño del recinto de la Exposición Iberoamericana de Sevilla, evento que se celebraría entre 1929 y 1930. Su proyecto resultó ganador y le valió el cargo de director de las obras, convirtiéndose en su obra más emblemática.
En 1920, González sufrió un atentado frente a su casa, del que afortunadamente salió ileso. Este suceso provocó una ola de apoyo hacia el arquitecto, quien recibió la Gran Cruz de la Real Orden de Isabel la Católica y la Gran Cruz de la Orden Civil de Alfonso XII. En 1929, la ciudad de Sevilla lo nombró Hijo Predilecto.
Además de su destacada labor como arquitecto, González también cultivó su pasión por la literatura, reuniendo una amplia biblioteca personal. Su relación con su primo-hermano Torcuato Luca de Tena, fundador del periódico ABC, le permitió colaborar con la publicación de ilustraciones.
Un viaje por sus obras
Entre sus obras más representativas se encuentran: Antigua fábrica de tejidos en la calle Torneo (1908-1909). Edificio para Manuel Nogueira (1907-1908). Edificio de viviendas en calle Boteros (1912-1914). Casa Álvaro Dávila (1915-1917). Pabellón de España en la Exposición Iberoamericana (1929) o la Plaza de España (1928).
Su figura se ha convertido en un símbolo de la arquitectura sevillana del siglo XX, dejando una huella imborrable en la ciudad que lo vio nacer y a la que dedicó su talento y pasión.
El arquitecto de la Exposición Iberoamericana de Sevilla
El Conde de Colombí, miembro del Comité Ejecutivo de la Exposición desde sus inicios, fue nombrado Comisario Regio en 1922. Sin embargo, dimitió en 1925 y fue sustituido por José Cruz-Conde.
Cruz-Conde consideraba que el ritmo de construcción de la Plaza de España era demasiado lento y que no habría tiempo de terminar otros pabellones, el casino, el arco conmemorativo y la Universidad Hispano-Americana. Además, se redujo el presupuesto, lo que provocó que algunos de los proyectos de González quedaran sin realizar.
Las desavenencias entre González y Cruz-Conde llevaron a la dimisión del primero en 1926. Vicente Traver lo sustituyó y, además de algunas obras menores, realizó el casino y el teatro del recinto ferial (actual Teatro Lope de Vega).
Aníbal González falleció unos días antes de cumplir los 53 años. Su funeral congregó a una multitud, incluyendo a muchos trabajadores de la construcción. A pesar de su fama, murió en la pobreza y con varias deudas sin pagar.
El periódico El Liberal propuso una colecta para su familia, y gracias a las donaciones de ciudadanos y organizaciones sevillanas, se recaudaron 150.000 pesetas. Entre 1930 y 1932, se construyó una nueva casa para su viuda en una parcela del marqués de Esquivel, con diseño y dirección de obra a cargo de los arquitectos Juan Talavera y Heredia y José Espiau. Esta casa de estilo regionalista se encuentra en el número 14 de la avenida de la Palmera.
La Exposición Iberoamericana: Su obra cumbre
La Exposición Iberoamericana de Sevilla de 1929 fue el pináculo de la carrera profesional y personal de Aníbal González, y lo consagró como uno de los arquitectos más importantes de la ciudad.
Entre 1911 y 1926, como arquitecto director de la exposición, se convirtió en una figura clave del evento.
Su anteproyecto original de 1911 contemplaba cinco partes, pero no se llegó a realizar en su totalidad. Entre 1913 y 1919 se construyeron tres palacios principales: el Pabellón de la Industria, Manufacturas y Artes Decorativas (actual Pabellón Mudéjar, sede del Museo de Artes y Costumbres Populares), el Pabellón de Bellas Artes (conocido como Pabellón Renacimiento, sede del Museo Arqueológico) y el Pabellón Real. Estos tres edificios se encuentran alrededor de la Plaza de América, un amplio espacio ajardinado con una terraza elevada, estanque y fuente, que representa una de las creaciones más genuinas del regionalismo sevillano.
La obra más emblemática de Aníbal González es sin duda la Plaza de España, cuya construcción se extendió entre 1914 y 1928. El conjunto está formado por una plaza semicircular de casi 200 metros de diámetro, rodeada por un canal de 515 metros y atravesada por cuatro puentes. Los edificios que la envuelven se componen de un edificio central, alas con edificaciones intermedias y dos torres en los extremos, de 74 metros de altura. La construcción se realizó con ladrillo visto y está profusamente decorada con cerámica, artesonados, hierro forjado y mármol labrado.
Aníbal González: De la modernidad al regionalismo sevillano
A pesar de la formación historicista de la Escuela de Arquitectura de Madrid, las primeras obras de Aníbal González se enmarcan dentro del modernismo. Esta etapa, que se extendió de 1900 a 1909 aproximadamente, estuvo marcada por la influencia de su suegro, José Gómez Otero, con quien colaboró en proyectos como las casas de las calles Alfonso XII y Almirante Ulloa, así como la subsede de la Compañía Eléctrica Sevilla y su central térmica en el Prado de San Sebastián.
Obras significativas del periodo modernista
Entre los edificios y proyectos más destacados de esta etapa se encuentran:
1900: Fábrica de Harinas «Los Ángeles» (Getafe, Madrid)
1902: Pabellón de la Exposición de Pequeñas Industrias (Parque del Retiro, Madrid)
1903-1905: Fábrica de tuercas, pernos y remaches de Ollero, Rull y Compañía (Sevilla)
1904-1906: Edificio de viviendas y el Café París (Sevilla) – desaparecido
1905: Edificio de viviendas (Calle Luis Montoto, 3-5, Sevilla)
1905-1906: Casas (Calles Alfonso XII, 27-29, y Almirante Ulloa, 4, Sevilla)
1906: Edificio subcentral de la Compañía Sevillana de Electricidad (Calle Feria, Sevilla)
1906-1908: Central térmica y vivienda para la Compañía Sevillana de Electricidad (Sevilla) – desaparecidas
1906-1909: Grupo escolar Reina Victoria (Calle Pagés del Corro, Sevilla)
1907-1908: Edificio de viviendas y comercio (Calle Martín Villa, 6, Sevilla)
1908: Panteón de Charlo y Denoyeur (Cementerio de San Fernando, Sevilla)
Evolución hacia el regionalismo
A partir de 1909, Aníbal González comenzó a virar hacia el regionalismo, un estilo arquitectónico que buscaba revalorizar la tradición constructiva andaluza. Esta etapa se caracterizó por el uso de ladrillo visto, elementos decorativos como la cerámica y la rejería, y la reinterpretación de elementos históricos propios de la región.
La obra de Aníbal González ha dejado una huella imborrable en la arquitectura sevillana. Su paso por el modernismo y su posterior maestría en el regionalismo lo convirtieron en uno de los arquitectos más importantes de la ciudad. Obras como la Plaza de España o el Pabellón de España de la Exposición Iberoamericana de 1929 son ejemplos claros de su talento y visión creativa.
Aníbal González no solo destacó por su faceta como arquitecto, sino que también cultivó su pasión por la literatura y las artes. Su amplia biblioteca personal y su colaboración con la revista «Blanco y Negro» son un reflejo de sus inquietudes intelectuales.
Aníbal González fue una figura polifacética que marcó un antes y un después en la arquitectura sevillana. Su legado sigue vivo en sus obras, que continúan admirándose y estudiándose por arquitectos y amantes del arte en todo el mundo.
Un cambio de rumbo
A partir de 1909, Aníbal González experimentó un giro radical en su trayectoria artística, abandonando el modernismo que había caracterizado sus inicios para adentrarse de lleno en el regionalismo. Esta transformación no estuvo exenta de controversia, ya que el propio González llegó a menospreciar sus obras modernistas previas.
Las causas que motivaron este cambio no están del todo claras. Algunos expertos apuntan a la influencia de su suegro, José Gómez Otero, quien ya trabajaba en un estilo historicista. Otros señalan el contexto sociocultural de la época, marcado por un resurgimiento del interés por las tradiciones andaluzas.
El regionalismo de Aníbal González se caracterizó por su eclecticismo, fusionando elementos de diversas corrientes arquitectónicas. El neomudéjar, con sus arcos de herradura, azulejos y yeserías, fue una de sus principales fuentes de inspiración. Sin embargo, también incorporó elementos del Renacimiento italiano y español, así como detalles neogóticos.
En sus obras regionalistas, González empleó con frecuencia materiales autóctonos como el ladrillo visto, la cerámica vidriada y el hierro forjado. Estos elementos, junto con la reinterpretación de elementos históricos propios de la región, otorgaban a sus edificios un marcado carácter andaluz.
Obras emblemáticas del periodo
El legado regionalista de Aníbal González es extenso y abarca una gran variedad de tipologías: viviendas unifamiliares, edificios de viviendas colectivas, pabellones, plazas de abastos, etc. Entre sus obras más destacadas de esta etapa se encuentran:
Plaza de España (1911-1929): Obra cumbre del regionalismo sevillano, este conjunto monumental representa la síntesis del estilo de González.
Pabellón de España en la Exposición Iberoamericana de 1929: Un icono de la arquitectura regionalista andaluza, reconocido internacionalmente.
Edificio de viviendas para Manuel Nogueira (1907-1908): Ejemplo temprano del regionalismo de González, donde se combinan elementos neomudéjares y renacentistas.
Casa Villa Ramona (1909-1910): Una de las primeras obras regionalistas de González, donde destaca el uso de ladrillo visto y azulejos.
Casa para el marqués de Villamarta (1911-1915): Un ejemplo de la maestría de González en la reinterpretación de elementos históricos.
Aníbal González no solo destacó por su faceta como arquitecto, sino que también cultivó su pasión por la literatura y las artes. Su amplia biblioteca personal y su colaboración con la revista «Blanco y Negro» son un reflejo de sus inquietudes intelectuales.
Un legado monumental
Entre los años 1911 y 1925, Aníbal González se sumergió de lleno en el proyecto de la Exposición Iberoamericana de 1929, evento que marcaría un hito histórico y urbanístico en la ciudad de Sevilla. Su labor abarcó desde el diseño general del recinto hasta la concepción de edificios emblemáticos que aún hoy conforman el paisaje urbano.
González comenzó plasmando sus ideas en un proyecto general para la Exposición, definiendo su ubicación final y esbozando la distribución de las distintas áreas. Posteriormente, se enfocó en el núcleo central, corazón del evento, donde se concentrarían los pabellones principales.
Fruto de su ingenio y creatividad, surgieron obras majestuosas como el Palacio de Arte Antiguo, hoy convertido en el Museo de Artes y Costumbres Populares, que nos invita a un viaje a través del tiempo y las tradiciones. El Pabellón Real, actualmente sede de oficinas municipales, nos transporta a una época de esplendor y elegancia. Y el Pabellón de Bellas Artes, ahora hogar del Museo Arqueológico Provincial, nos sumerge en la riqueza cultural e histórica de la región.
Más allá de los pabellones
La huella de González en la Exposición Iberoamericana se extiende más allá de los pabellones. En 1912 concibió el diseño de la Plaza de América, un espacio abierto que rinde homenaje a la diversidad cultural de Iberoamérica. Un año más tarde, proyectó el Pabellón de la Asociación Sevillana de Caridad, un edificio de marcado estilo regionalista.
No todos los proyectos de González para la Exposición vieron la luz. Un ejemplo de ello es el Gran Casino, que finalmente fue realizado por Vicente Traver.
La implicación de González en la Exposición Iberoamericana no se limitó al diseño arquitectónico. También concibió proyectos como un palacio de Ciencias y Letras en los jardines del Palacio de San Telmo y varios edificios para la futura Universidad Hispano-Americana, sueños que, aunque no llegaron a concretarse, reflejan su visión de futuro y su compromiso con el desarrollo cultural de Sevilla.
La Exposición Iberoamericana de 1929 dejó un legado imborrable en la ciudad de Sevilla, y Aníbal González fue el artífice principal de este legado. Su obra arquitectónica, plagada de detalles y simbolismos, continúa cautivando a generaciones y ha convertido a Sevilla en un referente del regionalismo español.