La singular historia de la Fuente de la Encarnación

El agua que brotaba de sus surtidores procedía de los Caños de Carmona, un antiguo acueducto que fue esencial para el suministro de agua en Sevilla durante siglos

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Vista de la Fuente de la Encarnación.
Fuente en la Plaza de la Encarnación.

La fuente más antigua de Sevilla ha sido recientemente restaurada, devolviéndole su esplendor y una parte importante de su protagonismo perdido a lo largo de los años. En 2018, se llevó a cabo una intervención que no solo la elevó físicamente, sino que permitió que volviera a funcionar como antaño, integrándose de nuevo en el paisaje urbano tras la modernización de la zona que la rodea.

Instalada en 1720 junto al desaparecido convento de la Encarnación, esta fuente barroca es una obra de autor desconocido. Más allá de su evidente valor estético, la fuente cumplió una función vital para la ciudad en su momento: abastecer de agua potable a los ciudadanos. El agua que brotaba de sus surtidores procedía de los Caños de Carmona, un antiguo acueducto que fue esencial para el suministro de agua en Sevilla durante siglos.

Elementos simbólicos y artísticos

A través de su diseño y decoración, la fuente no solo cumplía con la función de proporcionar agua, sino que también transmitía mensajes sobre la vida, el poder, la protección divina y la relación de la ciudad con lo sagrado. En este sentido, la simbología que envuelve la fuente está estrechamente ligada a los valores y creencias del siglo XVIII.

El agua es, sin duda, el elemento central de cualquier fuente, y en el contexto barroco, el agua adquiere una connotación especial. Simboliza la vida, la purificación, la fertilidad y la regeneración. Las fuentes en las plazas públicas no solo eran una necesidad básica para el abastecimiento de agua potable, sino que también representaban un signo de la prosperidad y el bienestar de una ciudad. El agua que brotaba de la fuente recordaba a los habitantes que Sevilla, a pesar de las dificultades de la época, seguía siendo una ciudad con recursos y riqueza.

En un plano más espiritual, el agua tiene una conexión con la idea de la vida eterna y la salvación, un concepto muy arraigado en la mentalidad cristiana de la época. La constante circulación del agua en las fuentes podía entenderse como un símbolo de renovación y de la gracia divina, fluyendo incesantemente para purificar y sustentar a los fieles. En este sentido, la fuente no solo abastecía físicamente a la población, sino que también ofrecía un recordatorio visual de la importancia del agua en la vida espiritual y en la comunidad.

La presencia de los ángeles

En la parte superior de la fuente, cuatro ángeles sostienen carteles decorativos, lo que otorga una carga simbólica importante a la estructura. En el contexto religioso, los ángeles son mensajeros divinos y protectores, figuras que median entre el cielo y la tierra. Su presencia en la fuente puede interpretarse como una señal de la protección celestial sobre la ciudad de Sevilla y sus habitantes, especialmente en relación con el recurso vital que es el agua.

Los cuatro ángeles, distribuidos en diferentes puntos alrededor de la fuente, también pueden simbolizar los cuatro puntos cardinales, extendiendo esta protección a todo el territorio. Esta representación enfatiza la idea de que Sevilla estaba bajo el amparo de lo divino, resguardada en todas direcciones. Además, en el arte barroco, los ángeles frecuentemente encarnaban ideas de pureza y elevación espiritual, lo que refuerza el vínculo entre el agua como símbolo de vida y la salvación ofrecida por lo celestial.

Máscaras zoomórficas

Otro elemento clave en la simbología de la fuente son las máscaras zoomórficas que decoran la parte central, a través de las cuales, antiguamente, salía el agua. En el arte barroco, la inclusión de figuras animales o criaturas mitológicas a menudo se relacionaba con fuerzas de la naturaleza o la representación de virtudes y vicios. En el caso de las máscaras de la fuente, su conexión con el agua que brotaba de sus bocas puede interpretarse como un simbolismo de la naturaleza misma suministrando vida y recursos a la humanidad.

Las figuras zoomórficas también pueden representar la fertilidad y la abundancia, ya que muchas culturas antiguas relacionaban a ciertos animales con la tierra, la productividad y la vitalidad. Al permitir que el agua saliera de estas figuras, la fuente no solo cumplía su función práctica, sino que añadía un simbolismo profundo: la naturaleza, en sus diferentes formas, estaba ofreciendo generosamente su recurso más preciado a la comunidad. Este detalle reafirma la idea de que la fuente no era solo un objeto funcional, sino un testimonio del equilibrio entre lo humano y lo natural, en el que los elementos de la tierra (simbolizados por las máscaras) proporcionaban el agua necesaria para la vida.

La inscripción

La inscripción en una de las caras superiores de la fuente -«Reinando el católico Rei Phelipe Quinto Ntro. Señor acordó Sevilla se pusiese esta fuente y empedrase esta paza para benefisio común. Año de 1720»- es otro aspecto que enriquece su simbología. La referencia directa al reinado de Felipe V y a la decisión de las autoridades sevillanas de construir la fuente para el «beneficio común» no solo tiene un carácter práctico, sino que también refleja la importancia del poder político y la unidad social. Este tipo de inscripciones en fuentes y monumentos públicos servían para legitimar el poder de la monarquía y las decisiones municipales, transmitiendo un mensaje de estabilidad y protección a los ciudadanos.

Al mismo tiempo, la mención de que la fuente fue erigida para el «beneficio común» resalta su función como un elemento integrador de la comunidad. No era solo una obra para unos pocos privilegiados, sino un recurso accesible para todos. Esta idea de servir al bien común refuerza el simbolismo de la fuente como un medio para sustentar la vida comunitaria, siendo el agua un derecho compartido entre todos los habitantes. En este sentido, la fuente actuaba como un símbolo de cohesión social, donde la vida urbana giraba en torno a un recurso común que era celebrado tanto funcional como simbólicamente.

El barroco y el exceso ornamental

Como obra barroca, la fuente no escatima en detalles decorativos, una característica clave de este estilo que se asocia con la dramatización, la ornamentación exuberante y la exaltación de lo divino. La profusión de elementos decorativos en la fuente, como los ángeles, las máscaras y los carteles, responde al espíritu barroco de convertir cada detalle en una expresión del poder divino y humano. Este «exceso» de formas y ornamentos busca impresionar al observador, llevándolo a una experiencia estética intensa que conecta lo terrenal con lo celestial.

Cada detalle de la fuente revela una historia más profunda sobre la relación entre los sevillanos y su entorno, conectando elementos religiosos, naturales y comunitarios en una obra que sigue hablando a la ciudad, siglos después de su creación.