Sevilla, a lo largo de su historia, ha experimentado numerosos episodios de inundaciones, entre estas destaca la riada del Tamarguillo de 1961 que fue una de los más devastadores, marcando un antes y un después en la gestión del riesgo hídrico en la ciudad.
El arroyo Tamarguillo, un modesto cauce que nace en la comarca de Los Alcores, ha sido objeto de diversas intervenciones humanas a lo largo del tiempo con el objetivo de controlar sus avenidas y proteger a Sevilla de sus inundaciones. Sin embargo, en 1961, las intensas lluvias provocaron un aumento descomunal del caudal del arroyo, superando la capacidad de los sistemas de defensa existentes.
El 25 de noviembre de ese año, la crecida del Tamarguillo alcanzó su punto crítico, socavando el muro de contención y desbordándose sobre amplias zonas de la ciudad. Un tercio del núcleo urbano se vio sumergido bajo las aguas, causando daños materiales incalculables y obligando a miles de sevillanos a abandonar sus hogares.
Ante la inminencia de la catástrofe, las autoridades locales habían iniciado la evacuación de las zonas más vulnerables. Sin embargo, la virulencia de la riada superó todas las previsiones, dejando a la ciudad sumida en el caos y la desesperación.
Rotura del muro de contención
La rotura del muro de contención del arroyo Tamarguillo desencadenó una cascada de sucesos que sumieron a Sevilla en una crisis sin precedentes. La brecha inicial, que se extendió hasta alcanzar unos 50 metros, se convirtió en una herida abierta en las defensas de la ciudad. A esta primera fractura se sumaron otras dos, agrandando aún más la herida y permitiendo que las aguas irrumpieran con fuerza en los barrios cercanos.
La Corza, el Fontanal, Árbol Gordo, San José Obrero, Miraflores y todo el norte de la ciudad, desde la Ronda de Capuchinos, se vieron rápidamente inundados. Las aguas avanzaron imparables, anegando calles, viviendas y negocios.
Pero la catástrofe no se limitó a esta zona. Al sur de la ciudad, el Tamarguillo volvió a desbordarse, inundando el Cerro del Águila, el Prado de San Sebastián y el parque de María Luisa. Paralelamente, el río Guadaira también se desbordó, confluyendo sus aguas con las del Tamarguillo en el corazón de la ciudad y alcanzando incluso la puerta de Jerez.
La situación se agravó aún más durante la madrugada del 26 de noviembre, cuando un antiguo cauce del Guadalquivir, que discurría por la Alameda de Hércules, La Campana y la Plaza Nueva, se inundó hasta alcanzar una altura de tres metros en algunos puntos. La ciudad se convirtió en un vasto océano, con sus calles transformadas en canales y sus edificios en islas aisladas.
No fue hasta el 27 de noviembre que se inició un lento descenso de las aguas. El martes 28, la situación había mejorado notablemente, permitiendo evaluar la magnitud de los daños. Sin embargo, algunos barrios tardaron varios días más en recuperarse por completo.
Las cifras oficiales estimaron que un volumen aproximado de 4 millones de metros cúbicos de agua inundó un tercio de la ciudad, afectando a más de 150.000 habitantes. Sin embargo, investigaciones más recientes han revelado que la superficie inundada fue mucho mayor, alcanzando las 3.448 hectáreas.
La «Operación Clavel»
La catástrofe de la riada del Tamarguillo en Sevilla, en 1961, desencadenó una ola de solidaridad sin precedentes. Ante la magnitud del desastre, Manuel Zuasti, director de Radio España, y el carismático periodista Bobby Deglané, pusieron en marcha la «Operación Clavel», una campaña de auxilio a gran escala destinada a aliviar el sufrimiento de los damnificados.
Durante semanas, a través de las ondas de la radio, se lanzó un llamamiento a la solidaridad nacional para recaudar alimentos, ropa, medicinas y todo tipo de ayuda necesaria para reconstruir las vidas de los sevillanos afectados. La respuesta de la ciudadanía fue abrumadora, demostrando una vez más la generosidad del pueblo español.
El 18 de diciembre de 1961, una impresionante caravana, compuesta por 142 camiones, 150 turismos y 82 motos, partió de Madrid cargada de donativos. La expectación era máxima, y a su llegada a Sevilla, el día siguiente, miles de personas se congregaron para recibirla. Sin embargo, la alegría de la bienvenida se vio empañada por una tragedia. Una avioneta que acompañaba a la caravana se enredó en unos cables de alta tensión y se precipitó sobre la multitud, causando la muerte de veinte personas y heridas a más de cien.
Este trágico suceso ensombreció el final de la Operación Clavel, pero no pudo opacar la generosidad y el espíritu solidario que la impulsaron. La campaña de auxilio se convirtió en un símbolo de la unidad y la solidaridad de los españoles ante la adversidad.