
Vecinos de la Macarena denuncian que viven en un ‘barrio sin ley’
La Macarena se hunde en la degradación: vecinos denuncian peleas, robos y suciedad

El distrito sevillano de la Macarena atraviesa una de sus etapas más delicadas y críticas. Lo que para muchos era un enclave tradicional y lleno de vida se ha transformado en un espacio marcado por la violencia, la inseguridad y la falta de higiene.
Vecinos, muy cansados, de barrios como El Cerezo, La Carrasca, El Rocío o El Torrejón aseguran que la situación ha alcanzado un punto límite con numerosas peleas nocturnas, robos al descuido, consumo de drogas en la vía pública, prostitución y basuras amontonadas conviven a diario con la rutina de cientos de familias.
En contraste con la tranquilidad que aún se respira en torno a la Basílica de la Esperanza Macarena, basta con caminar unas calles más allá, hacia Don Fadrique, para toparse con un panorama que los residentes califican de “infierno”. Así lo describe Ramón Pizarro, presidente de la asociación de vecinos Haular a Diario de Sevilla: “Si esta situación no es límite, no sabemos ya lo que nos queda por vivir”.
Los problemas se intensifican al caer la noche. La concentración de personas sin hogar en los alrededores de albergues y centros de atención ha derivado en un clima de una enorme conflictividad permanente.
Según los vecinos, los puntos de venta de alcohol a deshoras alimentan el consumo descontrolado y desencadenan un gran número peleas que, en muchas ocasiones, acaban con agresiones físicas. a diversidad de nacionalidades en el barrio ha provocado tensiones, aunque los propios residentes rechazan generalizaciones.
“Aquí hay gente trabajadora, tanto españoles como extranjeros. Pero también hay grupos que se dedican a robar, sobre todo a personas mayores, y eso nos está destrozando el día a día”, dice Pizarro, quien relata haber presenciado cómo arrebataban un teléfono a una mujer en plena calle.
Suciedad y ratas en las calles de la Macarena
Otro de los grandes problemas es la acumulación de basura. A los contenedores desbordados se suman los restos que dejan quienes duermen al raso. Las imágenes que los vecinos comparten muestran colchones improvisados en portales, ropa tirada en las aceras así como desechos que no son retirados e, incluso, de hacer sus necesidades fisiológicas en la calle.
La situación ha atraído también a plagas de ratas de gran tamaño. “Son como caballos, aparecen constantemente”, denuncian desde la asociación de vecinos.
Los testimonios se repiten continuamente con increpaciones a jóvenes en la calle, intentos de robo en portales, botellonas y consumo de drogas en las escaleras de comunidades de vecinos.
Joaquín Méndez, residente en La Carrasca desde hace más de tres décadas, asegura que nunca había sentido tanta inseguridad como hasta ahora: “Ven a una chiquilla arreglada y le dicen de todo. Si alguien les llama la atención, se monta un espectáculo”.
La prostitución ha vuelto a ganar presencia en algunos rincones, especialmente en El Cerezo, mientras las agresiones a vecinos que intentan frenar comportamientos incívicos se hacen más frecuentes.
Los vecinos coinciden en que la falta de presencia policial agrava la crisis. Según relatan, las patrullas solo son visibles por la mañana, mientras que por la noche, cuando surgen los problemas, la sensación de abandono es total y absoluta.
Un barrio desprotegido, “es la ciudad sin ley”, afirma Pizarro, quien teme que la Macarena acabe convertida en una réplica de barrios con altos índices de marginalidad como Los Pajaritos o las Tres Mil Viviendas.
La frustración aumenta al comprobar que las sanciones no frenan las conductas problemáticas. “No pagan las multas, no tienen nada que perder. Les llaman la atención y al día siguiente siguen igual”, lamenta Joaquín.
El gobierno local que dirige José Luis Sanz anunció la construcción de tres centros de alta tolerancia para personas sin hogar. Pero las asociaciones de barrio consideran que estas medidas no atajan los problemas de seguridad inmediata y reclaman más presencia policial y limpieza diaria en las calles.
Cansados de esperar soluciones, los residentes preparan una movilización para septiembre. Será una protesta pacífica, aseguran, pero firme en sus exigencias de seguridad y dignidad para los barrios del distrito.
“Nos vamos a tener que echar a la calle. Solo entonces vendrán a decirnos que no se puede ocupar el espacio público. Pero tampoco se puede vender alcohol a deshora, ni drogarse en los portales, ni defecar en plena calle. Queremos igualdad en el cumplimiento de la ley”, concluyó Pizarro.