Las toallitas húmedas, un producto de uso cotidiano para muchas personas, se han convertido en un grave problema para las infraestructuras de saneamiento de nuestras ciudades. Su aparente inocuidad esconde una realidad preocupante: su incorrecta disposición está provocando atascos y daños millonarios en las redes de alcantarillado.
A pesar de las advertencias, muchas personas continúan tirando las toallitas húmedas al inodoro, creyendo erróneamente que se descompondrán como el papel higiénico. Sin embargo, estos productos están fabricados con materiales que les permiten mantener su estructura al contacto con el agua, lo que las convierte en un verdadero peligro para nuestras cañerías.
Al llegar a las alcantarillas, las toallitas húmedas se unen a otros residuos como la grasa y el aceite, formando grandes masas conocidas como «fatbergs». Estos monstruos de grasa y toallitas pueden llegar a obstruir completamente las tuberías, provocando inundaciones y daños en las estaciones de bombeo.
Las consecuencias de este problema van más allá de las molestias causadas por los atascos. La limpieza y reparación de las redes de alcantarillado afectadas por los «fatbergs» supone un coste económico elevado para las administraciones públicas y las empresas gestoras de los servicios de agua.
Ni biodegradables ni inofensivas en el alcantarillado
Detrás de la comodidad de las toallitas húmedas se esconde un grave problema que está asfixiando las infraestructuras de nuestra ciudad. Las fibras de plástico de estos productos, que tardan hasta 100 años en descomponerse, están obstruyendo las tuberías y generando un gasto millonario para Emasesa.
Una visita a la estación depuradora de aguas residuales de San Jerónimo revela una realidad alarmante: cada semana se retiran 7.000 kilos de toallitas, lo que equivale a llenar cuatro contenedores gigantescos. Y esta es solo una pequeña muestra del problema a nivel municipal. Anualmente, Emasesa retira 755 toneladas de toallitas, un volumen equivalente a 400 camiones.
El impacto de este mal hábito va más allá de las depuradoras. Las toallitas obstruyen las tuberías, provocando inundaciones, malos olores y cortes en el suministro de servicios básicos como la electricidad y el teléfono. Además, durante las lluvias torrenciales, la cantidad de toallitas que llegan a las depuradoras se duplica, agravando aún más el problema.
Un coste millonario
La gestión de esta crisis está costando a Emasesa cerca de 5 millones de euros anuales. Este dinero se destina a personal, energía y tratamientos especiales para eliminar estos residuos.
Francisco José Juan, director de Sostenibilidad e Innovación de Emasesa, ha lanzado un llamamiento a la ciudadanía para que cambien sus hábitos y dejen de tirar las toallitas al inodoro. «Es necesario que los fabricantes sean más claros en el etiquetado de sus productos y que las administraciones locales tomen medidas para concienciar a la población», ha señalado.
Emasesa está trabajando en diferentes proyectos para hacer frente a este problema, pero la solución definitiva pasa por la prevención. Es necesario que todos seamos conscientes del impacto de nuestros actos y que adoptemos hábitos más respetuosos con el medio ambiente. Para evitar este problema, es fundamental concienciar a la población sobre la importancia de desechar las toallitas húmedas en el contenedor de basura. Además, es necesario que los fabricantes desarrollen productos más respetuosos con el medio ambiente y que se descompongan fácilmente en las plantas de tratamiento de aguas residuales.