
“Nos sentimos ciudadanos de segunda”: el drama de las Tres Mil Viviendas
Las Tres Mil Viviendas: inseguridad, droga y abandono en el corazón de Sevilla

En el sur de Sevilla, a escasos kilómetros del centro histórico, se levanta uno de los barrios más señalados y estigmatizados de España: las Tres Mil Viviendas.
Concebido en los años setenta como un proyecto de gran envergadura de realojo para familias desplazadas de otros puntos de la ciudad, con el tiempo se convirtió en un foco de problemas sociales, marcado por la inseguridad, la presencia del tráfico de drogas y la ausencia de servicios básicos como la limpieza regular de sus calles.
La imagen que se proyecta hacia el exterior es la de un barrio donde conviven la precariedad y la falta de oportunidades con un tejido social que lucha a duras penas por sobrevivir. Sin embargo, esa percepción se mezcla con una realidad innegable: el peso del narcotráfico y la falta de inversión han generado un entorno en el que los vecinos reclaman soluciones urgentes.
Para muchos sevillanos, las Tres Mil Viviendas son sinónimo inequívoco de inseguridad. La Policía mantiene presencia constante, con operaciones periódicas contra el menudeo de drogas y la delincuencia común.
Aun así, los vecinos aseguran que esa vigilancia no basta para devolverles la tranquilidad. “Aquí se vive con miedo a salir de noche”, confiesa un vecino que prefiere mantener el anonimato.
Los altercados en la vía pública, agresiones a los servicios públicos los robos en la zona y los ajustes de cuentas vinculados al narcotráfico refuerzan esa imagen de peligro. La estigmatización, sin embargo, se convierte en un obstáculo adicional en el que jóvenes del barrio que buscan empleo fuera de él relatan cómo el simple hecho de dar su dirección genera rechazo en las entrevistas de trabajo.
El peso del tráfico de drogas en las Tres Mil Viviendas
El narcotráfico se ha instalado como uno de los problemas generales más graves. Las Tres Mil Viviendas son conocidas por ser un punto de venta y distribución de estupefacientes que trasciende el propio barrio y afecta a toda Sevilla.
Las llamadas “narcocasas” o "narcopisos" y el menudeo en plena calle conviven con la vida cotidiana de familias que nada tienen que ver con la droga y que denuncian sentirse rehenes de esa situación. Las fuerzas de seguridad realizan redadas frecuentes y decomisos importantes, pero el problema persiste.
La dificultad estriba en que la economía ilegal se ha convertido en la principal fuente de ingresos para algunos sectores de la población, atrapando a varias generaciones en un círculo de marginalidad.
A la inseguridad y la droga se suma otro elemento que agrava la marginalidad con la falta de limpieza y mantenimiento. Los vecinos denuncian la acumulación de basura, la escasez de contenedores y la ausencia de un servicio regular de recogida en determinadas zonas del barrio pese a los esfuerzos de Lipassam.
Las fachadas deterioradas, los parques en desuso y las calles llenas de escombros son parte del paisaje diario. “Nos sentimos ciudadanos de segunda”, lamenta una madre que lleva más de veinte años viviendo allí.
La sensación de abandono institucional alimenta la desconfianza hacia las administraciones públicas y refuerza la percepción de aislamiento respecto al resto de la ciudad.
Pese al panorama desolador, el barrio no es solo foco de problemas. Asociaciones vecinales, colectivos culturales y entidades sociales trabajan desde hace años para ofrecer alternativas. Talleres educativos, actividades deportivas y proyectos de integración intentan alejar a los más jóvenes de las redes del narcotráfico.
Algunos vecinos insisten en que el barrio no debe ser reducido a la etiqueta de “conflictivo”. Recuerdan que en sus calles también se celebran fiestas populares, que existe una fuerte tradición musical ligada al flamenco y que la mayoría de las familias son trabajadoras que aspiran a un futuro mejor.
Las Tres Mil Viviendas siguen siendo, medio siglo después de su construcción, una deuda pendiente para Sevilla. La combinación de inseguridad, narcotráfico y abandono urbano refleja un problema de fondo que trasciende al propio barrio: la falta de políticas sostenidas de integración social y de rehabilitación urbana.
Mientras los vecinos reclaman soluciones y sueñan con un entorno digno, la realidad diaria sigue marcada por la precariedad y el estigma. Una herida sangrante en el corazón de Sevilla que aún espera respuesta.