El Real Betis Balompié ha escrito una de las páginas más gloriosas de su historia. Este jueves, el equipo verdiblanco logró un hito sin precedentes: clasificarse para la final de una competición europea por primera vez en sus más de 100 años de existencia. La gesta llegó tras un intenso y vibrante partido que se decidió en la prórroga, desatando la locura entre los aficionados béticos en todos los rincones del mundo, y especialmente en el corazón festivo de Sevilla: el Real de la Feria.
El propósito de “hacer felices a los béticos” se convirtió en una realidad palpable y explosiva. La dirección deportiva, el cuerpo técnico y la directiva del club han cumplido con una de las mayores aspiraciones de la afición verdiblanca: alcanzar una final continental. En esta ocasión, se trata de la UEFA Conference League, pero el valor simbólico trasciende cualquier etiqueta. Es una consagración, un premio a décadas de fidelidad y sufrimiento.
Más de 1.200 aficionados acompañaron al equipo en Florencia, pero fueron miles los que celebraron en casa. La imagen más emblemática de la noche no fue solo el gol decisivo de Abde, sino la inmediata reacción de todo un pueblo: en cuanto terminó el partido, y pese a la hora avanzada por culpa de la prórroga, el Real de la Feria de Sevilla se transformó en un estadio improvisado. Las casetas estallaron de júbilo, las banderas verdiblancas ondearon como nunca antes, y las voces de Gol Sur se escucharon entre farolillos y sevillanas.
Una gran celebración para el Betis
La celebración fue familiar, auténtica, casi tribal. Desde jóvenes hasta mayores, todos los béticos vivieron la emoción en grupo, con los móviles en alto retransmitiendo los últimos instantes del partido y las redes sociales ardiendo. El gol que selló el billete a la final fue el detonante de abrazos, lágrimas y cánticos que se prolongaron hasta bien entrada la madrugada.
Las calles del recinto ferial se llenaron de banderas y camisetas verdiblancas, en una imagen difícil de olvidar. Para muchos, esta alegría supone más que un logro deportivo: es una reivindicación de la identidad bética, de su historia de lucha, humildad y pasión incondicional.
Destino para el Real Betis: Polonia
La historia, sin embargo, aún no ha terminado de escribirse. Ahora, los ojos están puestos en Polonia, sede de la gran final. Se espera una auténtica marea verdiblanca: más de 15.000 béticos viajarán al país del este europeo, muchos sin entrada, únicamente para estar cerca del equipo en este momento irrepetible.
El Betis ya ha ganado mucho antes de jugar esa final. Ha conquistado algo más grande que un trofeo: el alma de su gente. La ilusión es total, y la esperanza, inmensa. Porque si el jueves fue una noche mágica, en Polonia puede vivirse una eternidad.