San Juan de la Palma acogió la multitudinaria ‘mudá de los fantasmas’ del misterio de La Amargura, preludio de la Semana Santa sevillana

Estas imágenes, que durante gran parte del año permanecen inmóviles, cobraron vida simbólicamente al iniciar su mudá

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Paso entrando en San Juan de la Palma.
Imagen de la "mudá de los fantasmas".

En pleno ecuador de la Cuaresma, cuando los sonidos de los ensayos se entrelazan con el incienso que ya se intuye en el ambiente, Sevilla volvió a asistir a una de esas escenas que anuncian con solemnidad la cercanía de la Semana Santa: la mudá del paso de misterio de la Hermandad de la Amargura. La cita, esperada cada año por cofrades, vecinos y curiosos, reunió este domingo a centenares de personas en los alrededores de San Juan de la Palma, testigo fiel de esta tradición que gana fuerza y seguimiento con el paso del tiempo.

Desde primeras horas del mediodía, el bullicio habitual de la zona se transformó en recogimiento expectante. Familias enteras, fotógrafos, aficionados al mundo del costal y devotos de la corporación del Domingo de Ramos se dieron cita frente al almacén donde, durante todo el año, reposa el impresionante conjunto escultórico que representa el Desprecio de Herodes. Allí, bajo la dirección técnica de la saga de los Villanueva, uno de los apellidos históricos del mundo del costal, comenzó a gestarse el traslado del paso de misterio hasta el interior del templo.

La «mudá de los fantasmas»

A las 13:15 en punto, y tras las órdenes precisas del capataz, la cuadrilla de costaleros alzó con firmeza y solemnidad el paso, marcando el inicio de un trayecto breve en distancia, pero cargado de simbolismo. Antes de cruzar las puertas de San Juan de la Palma, el paso recorrió algunas calles aledañas en un ensayo general que forma parte ya de la liturgia de este acto cuaresmal. La luz clara del mediodía, reflejándose sobre las maderas nobles del canasto, acompañó este instante único, mientras sonaban las voces de los presentes, entre el murmullo emocionado y el silencio respetuoso.

Uno de los momentos más singulares llegó con el movimiento de las figuras secundarias del paso, conocidas popularmente como “los fantasmas” -por estar cubiertas con sábanas blancas-. Estas imágenes, que durante gran parte del año permanecen inmóviles, cobraron vida simbólicamente al iniciar su mudá. El apelativo popular, lejos de restarles solemnidad, añade un toque de misterio y fascinación a una escena que ha calado hondo en el imaginario colectivo sevillano. Su salida, siempre contenida y solemne, fue seguida con atención por los presentes, muchos de los cuales no quisieron perder la oportunidad de capturar el momento con sus teléfonos móviles o cámaras profesionales.

En paralelo, y mientras en el exterior se desarrollaba la mudá del paso de misterio, dentro de la iglesia los priostes y responsables del montaje seguían dando forma al paso de palio de Nuestra Señora de la Amargura. La candelería, ya encendida, comenzaba a iluminar el altar de cultos, creando una atmósfera íntima en la que pronto ocuparán su sitio la dolorosa titular de la hermandad y el apóstol San Juan. Cada detalle se cuida con mimo: el plateado del palio reluce, los bordados resplandecen bajo la luz de los cirios, y el perfume de las flores empieza a impregnar el ambiente.

Con apenas dos semanas por delante, Sevilla ya huele a primavera y a incienso. Los templos se llenan, las bandas afinan sus marchas, y la ciudad entera se prepara para vivir de nuevo su semana grande. Antes, como cada año, llegará el Pregón de Semana Santa, que pondrá palabras al sentimiento que ya recorre calles, casas y corazones.

Mientras tanto, en San Juan de la Palma, la Hermandad de la Amargura ya tiene a su paso de misterio en casa. Una escena repetida, sí, pero jamás igual, porque en Sevilla cada gesto cofrade se renueva con la emoción del primer día.