En las afueras de Sevilla, junto al convento de las agustinas del Dulce Nombre de Jesús, se encontraba un pozo. Cuenta la leyenda que allí apareció una imagen de la Virgen. Eso provoco la atención de multitud de fieles que la veneraban bajo la advocación de Nuestra Señora del Patrocinio. Un pórtico se construyó para albergarla, dando lugar a la Capilla del Patrocinio.
De la unión de la hermandad del Patrocinio con la del Cristo de la Expiración a principios del siglo XVII, nació la hermandad de El Cachorro. Entre sus tesoros se encuentra uno de los Crucificados más bellos y legendarios de la ciudad: el Cristo de la Expiración, obra de Francisco Antonio Gijón en 1682.
Esta talla representa el último suspiro de Jesús en la Cruz, con una patética escena de sufrimiento, un estremecedor sentimiento de bondad y un conmovedor gesto en su particular pasión. La imagen, conocida como el «Cristo del Cachorro», abruma a los que la contemplan con la fuerza de sus emociones.
La imagen del Cachorro, con su mirada serena y su cuerpo llagado, refleja el dolor y la agonía de Cristo, pero también la resignación y la entrega a su destino.
Una talla singular
Su origen se remonta a un encuentro casual entre el autor, Francisco Antonio Gijón, y un personaje singular de la Sevilla de la época: un gitano trianero conocido como «El Cachorro». Cuenta la leyenda que una fatídica primavera de 1682, «El Cachorro» cruzaba el puente de barcas junto al castillo de San Jorge cuando un marido celoso, creyendo que era infiel con su mujer, lo apuñaló a la altura de la Venta Vela.
El imaginero Francisco Antonio Gijón vagaba por las calles de Sevilla en busca de la musa que le inspirara. Una noche, se encontró con un tumulto de gente que rodeaba a un gitano moribundo, apodado «El Cachorro».
Gijón se quedó prendado de la mirada del gitano en sus últimos momentos. En ese instante, el imaginero supo que había encontrado la inspiración que buscaba.
Corrió a su taller y comenzó a tallar con fervor. La imagen del Cristo de la Expiración nació de esa experiencia, de la contemplación de la muerte y la búsqueda de la redención.
El Cristo del Cachorro no es solo una obra de arte, es una historia. La historia de un encuentro fortuito entre la vida y la muerte, entre un artista y su musa.
«Se parece al Cachorro»
La leyenda cuenta que cuando la imagen del Cristo procesionó por primera vez por las calles de Sevilla, algunos conocidos del «Cachorro» exclamaron: «¡El Señor se parece al Cachorro!». Desde entonces, el Cristo de la Expiración ha sido conocido como «El Cachorro», un símbolo de la pasión de Cristo y del alma gitana.
La mirada del Cachorro sigue inspirando a miles de personas cada año. Es una mirada que nos recuerda la fragilidad de la vida, la inevitabilidad de la muerte y la esperanza de la redención.