La Semana Santa de Sevilla está llena de historias increíbles, algunas incluso más fascinantes que las leyendas. La del autor de la imagen de Jesús Despojado, Antonio Perea, es una de ellas.
Perea era un escultor autodidacta que trabajaba en la Real Fábrica de Artillería. En julio de 1936, Sevilla se vio envuelta en un golpe de estado que amenazaba la República. Los barrios populares se rebelaron contra las tropas de Queipo de Llano, librando una batalla en las calles.
Un mes después, Perea fue arrestado y acusado de participar en las barricadas de San Marcos. Lo encarcelaron en el Cine Jáuregui de la Plaza Jerónimo de Córdoba, una prisión improvisada donde también estuvo preso el célebre Blas Infante.
Obligado a realizar trabajos forzados y es liberado pero Perea fue detenido nuevamente en 1937. Encarcelado en la prisión provincial, encontró una forma de redención a través del arte.
Convirtiendo su celda en un taller, Perea esculpió una imagen de Jesús Despojado de sus vestiduras. La obra, llena de dolor y humanidad, no solo le permitió expresar su propia experiencia de sufrimiento, sino que también se convirtió en un símbolo de esperanza para sus compañeros de prisión.
La historia de Antonio Perea y el Cristo Despojado es un ejemplo de cómo la Semana Santa de Sevilla va más allá de la religión. Es una historia de lucha, redención y esperanza que nos recuerda el poder del arte para transformar incluso las situaciones más difíciles.
La sombra de un condenado a muerte en el Cristo Despojado
Tras su regreso a prisión, Antonio Perea recibió la visita de José Laborde, futuro hermano mayor de la Hermandad de Jesús Despojado. En un acto de fe y esperanza, Laborde le encargó a Perea la creación de la imagen titular de la hermandad.
Perea tallaría la imagen del Cristo Despojado en la enfermería de la prisión, habilitada como taller. Se dice que se inspiró en el cuadro «El Expolio» de El Greco y que modeló el rostro de Jesús a partir de un condenado a muerte con el que coincidió en la cárcel.
Testimonios personales apuntan a que este condenado era Juan de Dios Creagh. Creagh, un empleado de Correos, frustró el golpe de estado del General Sanjurjo al telegrafiar a Madrid. Por este acto heroico, condenado a muerte en el mismo Consejo de Guerra que sentenció a Perea a 14 años de prisión. Documentos confirman que ambos compartieron celda y tuvieron algún tipo de relación.
Hermanos de la Hermandad de Jesús Despojado relatan que un familiar de Creagh, al ver la imagen del Cristo Despojado, se echó a llorar al reconocer en él los rasgos de su ser querido.
Ciertas o no, estas historias transmitidas de boca en boca añaden un aura de misterio y tragedia a la imagen del Cristo Despojado. Unas historias que encogen el alma y nos recuerdan la crueldad de la guerra y la capacidad del arte para redimir incluso en las situaciones más difíciles.