La muerte, un evento inevitable, ha sido objeto de reflexión filosófica y teológica desde tiempos inmemoriales. Hoy, la tecnología nos ofrece una nueva forma de afrontar esta realidad: la inmortalidad digital. A través de la inteligencia artificial, es posible crear avatares hiperrealistas de personas fallecidas, capaces de mantener conversaciones aparentemente naturales con sus seres queridos.
Esta posibilidad, que suena a ciencia ficción, es ya una realidad gracias al desarrollo de algoritmos cada vez más sofisticados. Mediante el análisis de vastas cantidades de datos personales —mensajes, correos electrónicos, publicaciones en redes sociales—, las inteligencias artificiales pueden aprender a imitar la forma de hablar, pensar y actuar de una persona. De esta manera, es posible crear un avatar digital que, en apariencia, es indistinguible del original.
La creación de estos «dobles digitales» plantea una serie de interrogantes éticos y filosóficos. ¿Es lícito perpetuar la imagen de una persona fallecida sin su consentimiento? ¿Hasta qué punto es saludable aferrarse a una versión digital de un ser querido? ¿Qué implicaciones tiene para nuestra concepción de la identidad y la muerte?
Los defensores de esta tecnología argumentan que puede ser una herramienta valiosa para ayudar a las personas a superar el duelo. Al permitir a los dolientes mantener un contacto virtual con sus seres queridos, se podría facilitar el proceso de aceptación de la pérdida. Sin embargo, los críticos advierten que esta tecnología podría retrasar el proceso de duelo y generar una dependencia emocional malsana.
La doctora Belén Jiménez, experta en psicología, señala a EFE que es fundamental abordar esta cuestión con cautela y respeto. «Es imprescindible velar por el bienestar psicológico de las personas que utilizan estas herramientas, así como por la dignidad de los fallecidos», afirma.
La creación de avatares digitales de personas fallecidas es un tema complejo y controvertido. Si bien esta tecnología ofrece nuevas posibilidades para honrar la memoria de nuestros seres queridos, es fundamental reflexionar sobre sus implicaciones éticas y sociales. ¿Estamos preparados para vivir en un mundo donde la muerte ya no es el fin, sino una nueva etapa de la existencia?
Un dilema ético
Hoy, la tecnología nos presenta un nuevo paradigma: la posibilidad de perpetuar la existencia de nuestros seres queridos a través de avatares digitales. Esta nueva frontera, sin embargo, plantea una serie de interrogantes éticos y sociales que van más allá de la simple curiosidad tecnológica.
La industria digital de la post-muerte, impulsada por la creciente demanda de soluciones para el duelo, ofrece servicios que van desde la creación de avatares conversacionales hasta la preservación de la personalidad digital de una persona fallecida. Estos avatares, alimentados por la ingente cantidad de datos que generamos en nuestra vida digital, son capaces de simular conversaciones y comportamientos sorprendentemente realistas.
Sin embargo, esta aparente solución al dolor de la pérdida encierra riesgos y desafíos que no pueden ser ignorados. Un estudio reciente de la Universidad de Cambridge ha puesto de manifiesto los posibles efectos negativos de un diseño descuidado de estas tecnologías. Escenarios como recomendaciones publicitarias realizadas por un avatar de una abuela o respuestas confusas y angustiantes por parte de una réplica digital de una madre muerta ponen de manifiesto la necesidad de establecer regulaciones y protocolos claros para el desarrollo de estas herramientas.
La doctora Belén Jiménez, experta en duelo digital, advierte sobre los riesgos de crear una dependencia emocional excesiva en estos avatares. La posibilidad de establecer una relación casi real con un ser querido fallecido puede dificultar el proceso de duelo y generar una falsa sensación de inmortalidad. Además, la falta de autenticidad emocional de estos avatares puede provocar sentimientos de frustración y desasosiego en los usuarios.
La proliferación de estas tecnologías plantea interrogantes fundamentales sobre nuestra concepción de la muerte, la identidad y la relación entre el mundo físico y el digital. ¿Estamos preparados para aceptar la idea de que nuestros seres queridos puedan existir de forma indefinida en un espacio virtual? ¿Cómo afectará esto a nuestra forma de entender la muerte y el duelo?
Es evidente que la tecnología ofrece nuevas herramientas para afrontar la pérdida de un ser querido. Sin embargo, es fundamental abordar esta cuestión con cautela y responsabilidad. Es necesario establecer un marco ético y legal que garantice el uso responsable de estas tecnologías y proteja los derechos de los fallecidos y de sus seres queridos. Solo así podremos aprovechar los beneficios de la inmortalidad digital sin poner en riesgo nuestra humanidad.
La sombra legal de la inmortalidad digital
La irrupción de la inteligencia artificial en el ámbito del duelo ha abierto un nuevo frente en el complejo debate sobre la ética y la regulación tecnológica. La creación de avatares digitales a partir de los datos personales de personas fallecidas, con la capacidad de simular conversaciones y comportamientos, plantea desafíos legales sin precedentes.
Sergio de Juan-Creix, abogado especializado en derecho digital, advierte sobre el carácter «de alto riesgo» de estas tecnologías y la necesidad de una regulación específica. Si bien en España los derechos al honor, la imagen y la intimidad se extinguen con la muerte, la tutela de la memoria de los fallecidos recae en sus herederos.
En este sentido, el experto señala que, incluso en el caso de empresas radicadas fuera de la Unión Europea que ofrecen estos servicios, la normativa europea de protección de datos resultaría aplicable si se dirigen a un público europeo.
Respecto a la protección de los datos utilizados para crear un avatar, De Juan-Creix explica que los herederos tienen derecho a acceder a estos datos y solicitar su eliminación. Sin embargo, en caso de desacuerdo entre los herederos, podrían surgir conflictos legales.
La posibilidad de que una persona prepare en vida su propio avatar plantea otro escenario complejo. En este caso, la empresa encargada de crear el avatar debe garantizar la protección de los datos personales del usuario, de acuerdo con la normativa vigente. Tras el fallecimiento, los herederos tendrían la facultad de reclamar a la empresa la eliminación de esos datos en caso de desacuerdo.
La creación de avatares digitales de personas fallecidas plantea un escenario legal complejo y en constante evolución. Es necesario establecer un marco regulatorio claro y preciso que garantice la protección de los derechos de los fallecidos y de sus herederos, así como el uso responsable de estas tecnologías. La falta de regulación podría dar lugar a abusos y a la explotación de la vulnerabilidad de las personas en duelo.