¿Y si la Cumbre de la ONU se celebrara en El Vacie en lugar de FIBES?

En él sobreviven familias en condiciones de vida que distan mucho de lo que se espera de una ciudad europea del siglo XXI

Actualizado:
Zona de El Vacie en Sevilla.
Asentamiento chabolístico de El Vacie.

El próximo 30 de junio, Sevilla acogerá una importante Cumbre de la ONU. Como es habitual, el lugar elegido para su celebración será el Palacio de Congresos y Exposiciones (FIBES), en el distrito de Sevilla Este, un espacio moderno, accesible, climatizado y dotado de todas las infraestructuras necesarias para acoger a delegaciones internacionales, medios de comunicación y cuerpos de seguridad. Un espacio funcional, diseñado precisamente para esto.

Pero cabe preguntarse: ¿y si, en lugar de celebrar la cumbre en FIBES, se organizara en El Vacie?

A primera vista, la propuesta suena descabellada. El Vacie, ubicado junto al cementerio de San Fernando, es uno de los asentamientos chabolistas más antiguos de Europa. En él sobreviven familias en condiciones de vida que distan mucho de lo que se espera de una ciudad europea del siglo XXI: viviendas precarias, falta de servicios básicos, pobreza estructural, exclusión social. Un lugar olvidado por décadas, apartado del desarrollo urbano y mantenido al margen tanto física como simbólicamente.

Pero precisamente por eso, quizá no sea una idea tan absurda.

Una cumbre de la ONU sobre sostenibilidad, derechos humanos o cooperación internacional celebrada en un espacio como El Vacie tendría un poder simbólico que ninguna cúpula de cristal ni moqueta diplomática podría igualar. Sería una manera directa y honesta de recordar a los asistentes que los problemas que vienen a tratar no están en abstracto ni en países lejanos: están a apenas diez minutos del centro de Sevilla.

Allí, la desigualdad no es un dato en un informe. Se toca. Se escucha. Se huele.

El contraste que duele

Mientras Sevilla Este cuenta con equipamientos públicos, centros de salud, colegios e infraestructuras modernas —aunque no exentas de necesidades—, El Vacie sigue siendo un agujero negro en el mapa de la ciudad. Un espacio donde el progreso ha decidido no pasar.

Celebrar una cumbre de alto nivel a pocos kilómetros de un lugar donde las familias carecen de agua corriente o electricidad estable es, cuanto menos, paradójico. Más aún cuando se organizan grandes despliegues, cortes de tráfico y medidas extraordinarias que alteran la vida cotidiana de quienes viven precisamente en Sevilla Este, no en El Vacie.

Con ironía —y algo de resignación— podríamos decir que El Vacie tiene ventajas: espacio libre para aparcar sin zona azul, acceso sin protocolos y una comunidad local que, sin duda, se vería sorprendida por la repentina atención institucional. Incluso el Ayuntamiento se ahorraría las quejas vecinales por molestias. Pero la realidad es que nadie se plantea esa opción, porque El Vacie no es una postal. Es una herida urbana.

Y como toda herida, se tapa.

¿Qué ciudad queremos mostrar?

Sevilla tiene muchos rostros, pero solo enseña algunos. Apostar por celebrar grandes eventos en sus espacios más cuidados y funcionales no es, en sí mismo, un error. Pero ignorar lo que se encuentra a apenas unos kilómetros de distancia sí lo es.

¿De qué sirve hablar de sostenibilidad y justicia social si las decisiones logísticas de estos eventos refuerzan la desconexión entre la política internacional y la realidad local?

No se trata de trasladar una cumbre a un asentamiento precario por espectáculo o provocación. Se trata de reconocer que en ciudades como Sevilla conviven dos mundos muy distintos, y que uno de ellos lleva demasiado tiempo esperando soluciones reales, no discursos bienintencionados.

Quizá no haya que mover la cumbre a El Vacie. Pero al menos, sería un gesto mínimo que algunos de los asistentes dedicaran unos minutos a conocer lo que ocurre allí. A mirar más allá del perímetro vallado de FIBES. Porque la verdadera transformación empieza cuando dejamos de organizar eventos sobre los problemas… sin acercarnos a quienes los viven cada día.