Dos coches a gran velocidad.
Coches corriendo por un tramo urbano.

Vuelven las carreras nocturnas en Sevilla Este: la peligrosa moda que alarma a los vecinos

Lejos de ser un hecho aislado, la escena refleja un fenómeno creciente como son las denominadas “quedadas nocturnas” de conductores irresponsables que convierten el espacio público en un circuito improvisado

Actualizado:

La madrugada del 15 de septiembre de 2025 volvió a poner en jaque la tranquilidad de Sevilla Este. Una vez más hubo vehículos que corrían o hacían derrapes en la avenida de Emilio Lemos y rotonda de Alcampo.

El estruendo de motores y las maniobras temerarias dejaron tras de sí un clima de indignación entre los vecinos, que denuncian la repetición de estos episodios sin que, según ellos, haya un control efectivo.

Lejos de ser un hecho aislado, la escena refleja un fenómeno creciente como son las denominadas “quedadas nocturnas” de conductores irresponsables que convierten el espacio público en un circuito improvisado, con riesgos evidentes para participantes, transeúntes y para el propio tráfico.

Una moda peligrosa que gana terreno en Sevilla

Los vecinos de Sevilla Este aseguran que estas carreras son cada vez más frecuentes, habían remitido levemente pero "han vuelto" dice un vecino.

Según testimonios recogidos en distintas comunidades estas carreras suelen comenzar pasada la medianoche y se prolongan hasta altas horas de la madrugada.

El modus operandi es casi siempre el mismo con coches que pasan a gran velocidad en vías que, a esas horas, tienen escasa circulación. Allí se mezclan acelerones, giros bruscos y apuestas encubiertas.

“Parece una película, pero no es ficción: vivimos con miedo a que un coche pierda el control y cause una desgracia”, comenta un vecino de la Avenida de Emilio Lemos. La preocupación no solo apunta al ruido y la alteración del sueño, del descanso, sino a la amenaza real de accidentes, tanto para conductores como para peatones "aun hace calor y hay niños y personas en la calle" comentan.

Aunque las autoridades han desplegado dispositivos de control en la zona allí no permanecen todo el tiempo y rápidamente, mediante el uso de grupos de mensajería instantánea, se facilita que cambien de ubicación a último momento, lo que dificulta las intervenciones policiales.

Este pasado 15 de septiembre, varios vecinos alertaron tras escuchar el estruendo de motores, "se llama a la Policía en ocasiones pero cuando vienen ya no están" comenta otro vecino. Esta dinámica ha generado frustración entre los vecinos, que reclaman medidas más contundentes para frenar el problema.

“Es como un juego del gato y el ratón: cuando llegan los agentes, los coches ya han desaparecido”, explica otro testigo que presenció el paso del un vehículo a gran velocidad.

El impacto de estas carreras ilegales va más allá del riesgo que implica ya que para muchos vecinos, las noches de carreras significan insomnio, inseguridad y la sensación de que el espacio público está siendo ocupado por actividades que desafían las normas de convivencia.

“Mis hijos se despiertan asustados cada vez que comienzan los ruidos. No es justo que tengamos que vivir con esta incertidumbre cada fin de semana”, señala una madre vecina en la zona.

Además del descanso se genera un daño en la imagen del barrio, varios comerciantes locales comentan que estas escenas proyectan una percepción negativa de Sevilla Este, cuando en realidad se trata de un área en crecimiento.

El último episodio del 15 de septiembre ha encendido las alarmas pidiendo a las autoridades municipales y autonómicas. Reclaman mayor presencia policial, instalación de cámaras en puntos conflictivos y sanciones ejemplares a los infractores.

Expertos en seguridad vial coinciden en que el fenómeno no es exclusivo de Sevilla Este ya que viene a ocurrir en distintas ciudades españolas, aunque con particular intensidad en zonas con grandes avenidas y explanadas. La preocupación compartida es que, si no se actúa a tiempo, un accidente grave podría ser cuestión de días.

Entre tanto, los vecinos insisten en su mensaje que no es otro que no se trata de impedir el ocio juvenil, sino de poner freno a una práctica peligrosa que amenaza la seguridad de todos.