Zona acotada de obras en Doctor Fedriani.
Obras en La Macarena.

Sevilla, al límite entre las obras del metro y el tranvibús que hunden el tráfico en plena hora punta

Las obras que tienen Sevilla patas arriba: el metro y el tranvibús disparan los tiempos de viaje

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El tráfico en Sevilla vive sus semanas más complicadas en los últimos años. Las obras del metro en la zona de la Macarena y la construcción del tranvibús en el eje centro-sur han provocado un auténtico cuello de botella en los accesos desde Pino Montano, Carretera de Carmona y Ronda Histórica.

Miles de conductores al día sufren cada mañana atascos kilométricos que, según denuncian, “han convertido cinco minutos de trayecto en veinte”.

Los puntos más críticos se concentran en la avenida de San Lázaro, Ronda de Pío XII, Ronda Capuchinos y el entorno de María Auxiliadora, donde las obras del futuro tranvibús han eliminado un carril completo de circulación para destinarlo al nuevo sistema de transporte.

El resultado es un embotellamiento casi permanente en las horas punta, con largas colas de vehículos, autobuses atrapados y vecinos exasperados por el ruido y la lentitud.

Sevilla en obras y un tráfico desbordado

Las obras del Metro de Sevilla, especialmente en el tramo norte del futuro trazado de la línea 3, afectan directamente a barrios densamente poblados como Macarena, Los Carteros y Pino Montano.

Los desvíos y cortes temporales de calles han obligado a reorganizar el tráfico, desviando a miles de coches por vías secundarias que no estaban preparadas para absorber tanto volumen.

A ello se suma la ejecución del tranvibús, un proyecto impulsado por el Ayuntamiento que busca mejorar la movilidad sostenible entre el centro histórico y Sevilla Este.

No obstante la eliminación de carriles de uso general para crear la plataforma exclusiva del tranvibús ha generado un efecto inmediato: la reducción de capacidad de circulación en zonas ya saturadas.

“Cada mañana tardo el doble en llevar a mis hijos al colegio y llegar al trabajo. Salimos con tiempo, pero no hay manera. Todo está colapsado”, lamentaba Carmen López, vecina de la Macarena.

Otros conductores hablan de auténticos “embotellamientos eternos” que comienzan desde primera hora de la mañana y se prolongan hasta bien entrada la tarde.

El coste diario del atasco en Sevilla

La situación ha obligado a muchos sevillanos a modificar sus rutinas: salir antes de casa, buscar rutas alternativas o incluso dejar el coche en casa. Pero no todos tienen esa opción.

Conductores de reparto, transportistas o padres que deben hacer varios trayectos consecutivos aseguran que las obras han “complicado la vida diaria”.

El tráfico denso también está afectando a los autobuses urbanos de Tussam, cuyos tiempos de recorrido se han disparado. Las paradas en zonas afectadas presentan demoras de más de 15 minutos respecto al horario habitual, lo que repercute en la puntualidad del resto de la red.

“Las obras son necesarias, pero la planificación ha sido un desastre. No se puede abrir todo a la vez”, protestaba un conductor habitual del recorrido Macarena – Prado.

Las redes sociales se han llenado de vídeos y fotografías que muestran los atascos diarios en la capital. En plataformas como X o Facebook, numerosos usuarios piden una revisión del plan de tráfico y la apertura temporal de carriles alternativos.

Algunas asociaciones de vecinos incluso preparan una recogida de firmas para exigir “una mejor coordinación entre las obras del metro y el tranvibús”.

Desde el Ayuntamiento de Sevilla, se insiste en que los trabajos son “imprescindibles” para modernizar la red de transporte público y reducir la dependencia del vehículo privado.

Aunque, pese a ello, reconocen las molestias actuales y aseguran que se están estudiando medidas paliativas, como reajustes en los semáforos y ampliación de carriles en tramos temporales.

Mientras tanto, los sevillanos siguen atrapados cada mañana entre vallas, conos y desvíos. “Antes tardaba cinco minutos en llegar al trabajo. Ahora necesito veinte y siempre llego tarde”, resume un conductor muy resignado en la Ronda de Capuchinos, entre el ruido de las máquinas y el claxon impaciente de los coches.