
Satisfacción tras la restauración de la Macarena en la que se revelan detalles ocultos durante décadas
Las nuevas pestañas, la policromía y la “mancha histórica”: así luce ahora la Macarena

La Virgen de la Esperanza Macarena ha vuelto al culto después de una intervención dirigida por el restaurador Pedro Manzano Beltrán, un proceso que devuelve a la venerada imagen su equilibrio estético y un óptimo estado de conservación.
La actuación, desarrollada durante los últimos meses, ha abordado tanto cuestiones estructurales como visibles, recuperando matices perdidos con los años y corrigiendo alteraciones producidas por intervenciones anteriores.
La restauración se ha guiado por dos líneas de trabajo que Manzano define como esenciales en este tipo de imágenes como ha sido la desrestauración y la restitución postraumática. Ambas han permitido devolver a la talla un aspecto más fiel a su policromía genuina y asegurar su preservación a largo plazo.
El criterio de desrestauración ha sido clave en los trabajos sobre el rostro. Manzano explica que se han eliminado diversas capas de barnices y añadidos cromáticos acumulados en las últimas décadas y que perjudicaban la lectura original de la policromía.
Esta limpieza ha permitido recuperar la línea parpebral auténtica, retirar pasta de madera impropia y reponer unas pestañas más adecuadas, seleccionadas tras estudiar fotografías históricas de la imagen.
También se han corregido coloraciones introducidas en las intervenciones del pasado mes de junio, especialmente en zonas donde se aplicaron tonalidades que alteraban matices característicos del modelado original.
Al retirar esos elementos añadidos, la policromía ha revelado un envejecimiento natural que ha sido reintegrado de forma respetuosa y selectiva, siguiendo los criterios internacionales de conservación.
En cuanto a la restitución postraumática, Manzano subraya que la imagen no requería reconstrucciones profundas. La retirada de repintes ha demostrado que tanto la estructura como los volúmenes estaban en buen estado, por lo que las reintegraciones se han limitado a pequeñas lagunas surgidas por el uso o por intervenciones previas.
La histórica mancha del rostro, ahora atenuada pero presente
Uno de los puntos más sensibles del proceso era la conocida mancha en la mejilla izquierda, una unión antigua entre piezas de madera que se había convertido casi en un rasgo muy identificativo de la imagen.
Lejos de eliminarla, Manzano ha abordado el soporte para estabilizarlo y, tras la reintegración de color correspondiente, ha optado por mantener la marca de forma muy matizada. La decisión atiende al valor histórico del elemento y a su significado dentro de la evolución material de la talla.
Los surcos de lágrimas también han sido tratados con extremo cuidado. Las piezas han sido limpiadas para retirar adhesivos que se habían aplicado con el tiempo para solucionar pequeños desperfectos. Ahora se muestran nítidas, sin residuos, devolviendo a la Virgen una expresión más cercana a sus representaciones antiguas.
En las manos, la metodología ha sido similar a la del rostro. Se ha suprimido la reintegración realizada en junio y se ha recreado la llamada “huella devocional”, un leve desgaste natural fruto del contacto con los fieles durante los besamanos.
Los tonos han sido reintegrados siguiendo estrictamente la policromía primitiva, un aspecto que permitirá que ese desgaste vuelva a aparecer de manera natural con el tiempo.
Voces emocionadas, los fieles celebran la vuelta de la Macarena
El regreso de la Virgen al culto ha provocado escenas de emoción en el atrio de la basílica. Entre los presentes, Ana Rodríguez, vecina del barrio, confesaba entre lágrimas: “La veo más cercana, más pura. Es como reencontrarse con alguien querido después de mucho tiempo”.
Otro devoto, Manuel Galiano, destacaba la labor técnica: “Lo que ha hecho Manzano es admirable. Ha devuelto serenidad al rostro sin cambiar su personalidad. Eso solo lo consigue alguien que entiende lo que significa la Macarena para Sevilla”.
Incluso quienes acudían por primera vez a una reapertura de este tipo se mostraban impactados. “No imaginaba tanta emoción junta. Cuando se abrieron las puertas, todos nos quedamos en silencio. Fue un momento único”, relataba Carmen López, joven cofrade.
El propio restaurador recibió un aplauso espontáneo a su salida, gesto que él interpretó como un reconocimiento colectivo a la importancia de conservar un patrimonio que trasciende lo artístico para convertirse en símbolo sentimental de la ciudad.

