El tráfico de drogas ha vuelto a dejar una imagen insólita en Sevilla. Ayer martes, al menos cinco embarcaciones utilizadas por el narcotráfico navegaron libremente por el Guadalquivir a su paso por la ciudad, concretamente en la zona de la Cartuja. A plena luz del día, cualquier transeúnte pudo ver cómo las lanchas, ocupadas por individuos encapuchados, recorrían el río sin impedimentos. Mientras tanto, en las orillas, agentes de la Policía Nacional y la Guardia Civil observaban sin capacidad de actuación, evidenciando una preocupante sensación de impunidad.
Las embarcaciones, conocidas en el argot como «petaqueros», se dedican al abastecimiento de combustible y provisiones para las lanchas que transportan droga. Desde los puentes sobre el Guadalquivir se podía distinguir la carga de garrafas de gasolina y bolsas con víveres. Según fuentes policiales, estos botes huyeron del fuerte temporal que azota la costa y se adentraron en el río, perseguidos por la Guardia Civil desde Sanlúcar de Barrameda. Sin embargo, al llegar a la capital sevillana encontraron un refugio seguro, pues las patrulleras del Servicio Marítimo de la Guardia Civil de Cádiz no pueden navegar más allá de cierto punto del río.
En Sevilla, la Guardia Civil carece de embarcaciones adecuadas para este tipo de operativos. Las únicas disponibles son las zódiacs del Grupo Especial de Actividades Subacuáticas (GEAS), que han dejado de usarse para la lucha contra el narcotráfico tras el asesinato de dos agentes en Barbate hace un año. Así, las fuerzas de seguridad solo pueden vigilar desde tierra y hostigar a las embarcaciones con un helicóptero. Durante toda la jornada del martes, policías y guardias civiles se desplegaron en distintos puntos del río, desde la capital hasta localidades como La Algaba, sin poder intervenir directamente. En un acto de descaro absoluto, los ocupantes de las lanchas llegaron incluso a poner música a los agentes.
El Guadalquivir, nueva ruta del narcotráfico
No es la primera vez que las narcolanchas surcan las aguas del Guadalquivir, aunque sí resulta inédito que lo hagan en pleno día con total impunidad. En 2019, se detectó un alijo de hachís en La Algaba, resultado de una persecución en la que los narcotraficantes arrojaron un subfusil durante su huida. Desde entonces, las incursiones han sido habituales, aunque solían producirse de noche y con mayor discreción.
Narcolanchas remontan el Guadalquivir a plena luz del día. Además de un desafío, es un mensaje claro: Mandan ellos. Allí donde la autoridad no se impone, el crimen ocupa su lugar. pic.twitter.com/mY8QFm1k9s
— Policía S.XXI (@PoliciaSXXI) January 28, 2025
El panorama ha cambiado significativamente en los últimos años. Si bien en un principio el Guadalquivir se convirtió en una alternativa a las playas del Campo de Gibraltar para la entrada de hachís desde Marruecos, ahora todo indica que ha pasado a ser una autopista para el tráfico de cocaína procedente de Colombia.
Prueba de ello son los dos recientes decomisos históricos en las inmediaciones del río. El pasado 27 de diciembre, la Guardia Civil halló siete toneladas de cocaína en una finca de Coria del Río, ocultas en contenedores de transporte marítimo. Apenas dos semanas después, a principios de enero, un nuevo operativo incautó casi tres toneladas más en unas naves cercanas a un restaurante de La Puebla del Río. En ambos casos, los detenidos iban fuertemente armados, y entre el material incautado se encontraron cuatro fusiles AK-47, armas de guerra procedentes de los Balcanes o la antigua Unión Soviética. En La Puebla, los implicados tenían formación paramilitar.
A estos hallazgos se suma un golpe al narcotráfico en el Caribe el pasado 10 de enero. La Armada francesa interceptó un barco mercante cerca de Martinica con nueve toneladas de cocaína a bordo. Entre la tripulación había tres colombianos y un sevillano, y la droga tenía como destino final el Guadalquivir.
Mientras las autoridades intentan desarticular las redes criminales, las narcolanchas continúan surcando el río con aparente facilidad. La falta de medios y la ausencia de patrulleras en la capital dejan la puerta abierta para que Sevilla se convierta en un enclave clave del narcotráfico internacional.