Pocas decisiones urbanísticas son tan simbólicas como la elección del arbolado de una avenida. Los árboles no solo ofrecen sombra y embellecen el paisaje, sino que también transmiten un mensaje, una sensación, una identidad. Por ello, resulta desconcertante que en la avenida de Kansas City se haya optado por plantar cipreses, un árbol cuya asociación con los cementerios es ineludible. ¿Es esta la imagen que queremos proyectar en una arteria urbana? ¿Un pasillo fúnebre en lugar de una vía vibrante y acogedora?
El ciprés, si bien es una especie resistente y de crecimiento vertical que facilita su adaptación a entornos urbanos, no es la opción más idónea para una avenida de tránsito. Su porte es austero, su sombra limitada y su impacto visual, más que evocar frescura y dinamismo, recuerda la solemnidad de los camposantos. No se trata de un prejuicio cultural sin fundamento: el ciprés se ha utilizado históricamente en cementerios por su simbología de eternidad y recogimiento, convirtiéndose en un emblema de lugares de descanso eterno. ¿Queremos trasladar esa sensación a una vía clave de la ciudad?
Existen alternativas mucho más acertadas, tanto desde el punto de vista estético como funcional. La adelfa, por ejemplo, es una opción ampliamente utilizada en avenidas mediterráneas debido a su resistencia, su floración colorida y su capacidad para aportar frescura al entorno. Su follaje denso ayuda a reducir la contaminación y el ruido, y su mantenimiento no es especialmente exigente. Además, a diferencia del ciprés, que genera una atmósfera lúgubre, la adelfa aporta un toque de alegría y vitalidad que resulta más acorde con la imagen de una ciudad dinámica.
Diversidad botánica
Podríamos pensar que la elección del ciprés responde a criterios de durabilidad y adaptación al clima. Sin embargo, la diversidad botánica ofrece numerosas opciones igualmente resistentes y mucho más apropiadas para un espacio de convivencia y tránsito. Plátanos de sombra, jacarandas o incluso almez podrían haber sido opciones más acertadas que los cipreses, que parecen más una declaración de duelo que una apuesta por la calidad de vida urbana.
Si la idea era innovar o romper con lo predecible, la elección del ciprés ha sido un desacierto. Las ciudades deben pensarse para la gente, y la vegetación urbana es un elemento clave en la experiencia cotidiana. En lugar de convertir la avenida de Kansas City en un pasillo solemne, deberíamos apostar por un entorno que inspire vitalidad y bienestar. El paisaje urbano no es solo una cuestión estética, sino una declaración de intenciones. Y en este caso, el mensaje es, cuanto menos, equivocado.