Lo que comenzó hace décadas como un fenómeno anecdótico se ha convertido en un verdadero quebradero de cabeza para la ciudad. Las cotorras, aves exóticas originarias de África y Sudamérica, han colonizado Sevilla hasta alcanzar cifras preocupantes. A diferencia de otras especies urbanas como las palomas, estas aves no solo molestan: amenazan a la biodiversidad local, generan ruido, deterioran infraestructuras y alteran el equilibrio ecológico.
La presencia de cotorras en Sevilla no es nueva, pero su crecimiento ha sido especialmente alarmante en los últimos años. Desde mediados de los años 90, estas aves comenzaron a establecerse tras escaparse o ser liberadas por sus dueños. En 2025, se estima que hay más de 11.000 ejemplares entre dos especies principales: la cotorra de Kramer y la cotorra argentina.
Ambas han encontrado en Sevilla un entorno ideal para reproducirse: abundancia de alimento, falta de depredadores naturales y múltiples espacios para anidar. Esta situación ha permitido que sus poblaciones aumenten a un ritmo acelerado, lo que ya empieza a tener consecuencias directas sobre el medio ambiente urbano.
Amenaza para las especies autóctonas de Sevilla
Uno de los efectos más preocupantes es el desplazamiento de fauna nativa. Las cotorras compiten por los lugares de anidación con aves protegidas, como el cernícalo primilla, y con mamíferos en peligro de extinción como el murciélago nóctulo mayor. En muchos casos, estas especies acaban abandonando la zona o reduciendo drásticamente su presencia, lo que pone en riesgo la diversidad biológica urbana.
Además, el descenso de pequeñas aves insectívoras, como gorriones o herrerillos, se ha relacionado con la expansión de las cotorras. Esta reducción puede alterar el control natural de plagas, provocando un aumento de insectos y afectando también a cultivos cercanos.
Ruido, suciedad y daños con las cotorras en Sevilla
Las cotorras no solo desplazan a otras especies, sino que también alteran la vida diaria en la ciudad. Suelen reunirse en grandes bandadas y emitir sonidos estridentes que generan contaminación acústica, especialmente en zonas residenciales. Vecinos de áreas como la Avenida de Kansas City o Parque Amate denuncian ruidos constantes desde el amanecer.
Por otro lado, sus excrementos ensucian calles, bancos, vehículos y fachadas, lo que obliga a aumentar las tareas de limpieza pública. En algunos casos, los grandes nidos que construyen en árboles han provocado la caída de ramas y riesgos para los viandantes. También se han detectado estructuras deterioradas en edificios antiguos por nidos alojados en cornisas y canalones.
¿Y las palomas?
Aunque también son numerosas y están integradas en el paisaje urbano, las palomas no representan una amenaza equivalente. Su impacto es principalmente higiénico, debido a los excrementos, pero no desplazan a otras especies ni construyen nidos que comprometan árboles o edificaciones.
Tampoco producen un ruido excesivo ni alteran gravemente el comportamiento de la fauna autóctona. De hecho, muchas ciudades, incluida Sevilla, han aprendido a convivir con las palomas, mientras que el crecimiento descontrolado de las cotorras plantea retos sin precedentes.
¿Qué se está haciendo para evitar el problema de las cotorras en Sevilla?
Durante los últimos años, el Ayuntamiento de Sevilla ha puesto en marcha distintos planes para intentar controlar la población de cotorras. Se han realizado campañas de captura con redes, retirada de nidos, y se ha promovido la instalación de refugios alternativos para especies autóctonas, como el cernícalo o el nóctulo.
En su momento, también se autorizó el uso de carabinas de aire comprimido para reducir la población, una medida que generó polémica por su carácter letal. Colectivos ecologistas y defensores de los derechos de los animales reclamaron alternativas más éticas, como programas de esterilización o control de natalidad, que todavía están en fase de estudio.
A pesar de estos esfuerzos, los resultados han sido limitados. El crecimiento poblacional ha superado la capacidad de las medidas implementadas, y la presencia de estas aves sigue en aumento.
La situación de las cotorras en Sevilla ha dejado de ser anecdótica para convertirse en una crisis ecológica y urbana. Expertos coinciden en que se requiere una estrategia más ambiciosa, sostenida y basada en datos actualizados. La clave está en combinar intervención directa, restauración ecológica y concienciación ciudadana.
El futuro del equilibrio natural en la ciudad depende, en parte, de cómo se gestione este problema. La experiencia de Sevilla también puede servir de ejemplo —y advertencia— a otras ciudades que empiezan a ver señales similares de invasión.