Casas encaladas de Constantina, cerros y la torre de la iglesia.
Vista de Constantina con su hermosa torre.

La sorprendente Historia de Constantina, entre calzadas romanas, conventos y la huella de la Guerra Civil

Constantina, la villa serrana que guarda siglos de historia entre fortalezas y leyendas

 

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Enclavada en pleno corazón de la Sierra Morena, Constantina se alza a 557 metros de altitud como un municipio cargado de memoria histórica. Sus calles, sus restos arqueológicos y su imponente castillo narran una evolución que abarca desde las primeras comunidades calcolíticas hasta las convulsiones del siglo XX.

Hoy, tiene casi 6.000 habitantes, esta localidad sevillana forma parte del Parque Natural Sierra Norte, pero su pasado revela la importancia que tuvo como cruce de caminos y baluarte defensivo.

De Laconimurgi a Constancia Iulia: los orígenes romanos

Las primeras huellas de ocupación humana en la zona se remontan al Calcolítico, con vestigios encontrados en cuevas cercanas. Posteriormente, en época prerromana, el asentamiento fue conocido como Laconimurgi, citado por Plinio. La llegada de Roma transformó este núcleo en Constancia Iulia, situada estratégicamente en el cerro del Almendro. Su posición permitía controlar las rutas entre el valle del Guadalquivir y Lusitania, además de explotar los ricos yacimientos de cobre y plata que hicieron prosperar a la región.

Este enclave no solo fue un punto económico, sino también cultural, al integrarse en la red de calzadas romanas que facilitaban la comunicación y el comercio en toda la Bética.

Con la llegada del islam, Constantina adquirió un urbanismo más definido. El barrio de la Morería, que aún perdura, nació como arrabal en la ladera del castillo. Varias torres defensivas y pequeños baluartes protegían el paso natural que comunicaba el norte con Sevilla. El castillo, levantado sobre restos romanos, se convirtió en pieza clave de la defensa andalusí.

En 1247, Fernando III conquistó la localidad y la incorporó al emergente reino de Castilla. Poco después, su hijo, Alfonso X la vinculó al de Sevilla, otorgando su control al obispo hispalense. Desde entonces, la villa formó parte de la llamada Banda Gallega, que se trataba de una línea defensiva cristiana frente a posibles ataques musulmanes.

Durante los siglos XV y XVI, Constantina experimentó un notable crecimiento. En 1478, los Reyes Católicos recibieron la villa de la Casa de Medina Sidonia, consolidando de esta forma su carácter de realengo. Su población se incrementó y se crearon nuevas collaciones como las de San Jorge y Santiago, extendiendo el caserío hacia el río.

La construcción de iglesias, conventos y hospitales acompañó este importante desarrollo urbano. La iglesia de Santa María de la Encarnación, con su emblemática torre-fachada diseñada por el insigne Hernán Ruiz II, marcó el perfil de la ciudad. Paralelamente, conventos como el de Santa Clara y hospitales como el de la Caridad dieron forma a una villa debido a su fuerte carácter religioso y administrativo.

Entre la industrialización y la Guerra Civil

El siglo XIX supuso para Constantina una etapa de esplendor industrial. Destacaron destilerías pero también fábricas de hielo, almazaras y talleres de corcho, que convirtieron a la localidad en un motor económico de la zona de la Sierra Norte. Sin embargo, el proceso de desindustrialización en Andalucía provocó un fuerte retroceso, acompañado de emigración hacia la capital y otras regiones.

El siglo XX dejó una huella dolorosa con la Guerra Civil. La villa fue escenario de una violencia extrema: al inicio del conflicto, bajo control republicano, se registraron casi un centenar de asesinatos; tras la toma por las tropas sublevadas en agosto de 1936, la represión fue aún más feroz, con cerca de mil víctimas, lo que la convierte en el municipio más castigado de la provincia tras Sevilla capital.

El castillo: símbolo de resistencia y memoria

El castillo de Constantina, declarado Bien de Interés Cultural en 1985, resume la trayectoria histórica de la localidad. Su origen se remonta probablemente a un castrum romano, transformado después en fortaleza árabe y remodelado en el siglo XV por Rodrigo Ponce de León. El conjunto, articulado en torno a un patio de armas y protegido por ocho torres, domina todavía el valle de la Osa.

Su historia reciente también refleja las dificultades de conservación del patrimonio. En 2010, tras intensas lluvias, la torre del homenaje se desplomó. No fue hasta 2014 cuando se completó su reconstrucción, devolviendo al municipio uno de sus símbolos más reconocibles.