Mucha suciedad en La Macarena.
Suciedad por las calles del barrio de La Macarena.

La Macarena, entre tradición y miedo: vecinos exigen soluciones

La posición de La Macarena, pegada al casco histórico y atravesada por rutas turísticas y hospitalarias (con el hospital Virgen Macarena o el Policlínico), la convierte en zona de paso constante

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La Macarena, uno de los barrios más reconocibles de Sevilla por su patrimonio —la Basílica de la Esperanza, el Arco y la cercanía del Parlamento andaluz—, vive desde ya hace meses una situación inaguantable: la sensación de inseguridad.

Vecinos y comerciantes describen un día a día marcado por pequeños hurtos, robos en vehículos, episodios de vandalismo y conflictos de convivencia que se intensifican en fines de semana y fechas de gran afluencia.

La posición de La Macarena, pegada al casco histórico y atravesada por rutas turísticas y hospitalarias (con el hospital Virgen Macarena o el Policlínico), la convierte en zona de paso constante. A la mezcla de vecinos de toda la vida, estudiantes y visitantes se suman negocios de hostelería y viviendas de alquiler temporal.

Esa densidad de usos es un motor económico importante, pero también foco de problemas pues hay delincuencia, drogas, bandas latinas que en las calles estrechas, la iluminación irregular en algunos tramos y los horarios prolongados de ocio nocturno abren ventanas de oportunidad a la delincuencia oportunista.

Qué denuncian los vecinos de La Macarena

Los relatos se repiten con matices como son los tirones de móvil, carteras sustraídas en terrazas, robos de bicicletas y patinetes, forzar coches en calles poco transitadas y pintadas en fachadas recién rehabilitadas.

A ello se añaden conflictos por ruido y botellón en plazas pequeñas, y tensiones puntuales por "okupaciones" ilegales en pisos.

“No hablamos de grandes robos, sino de goteo constante”, dice el portavoz de una asociación de vecinos. Hechos de baja cuantía pero de alto impacto emocional, que erosionan la percepción de seguridad y empujan a cambiar rutinas.

La presión se eleva al caer la tarde en ejes de paso hacia el centro y en entornos con menor control natural —esquinas sin comercios abiertos, tramos con árboles frondosos y mala visibilidad, aparcamientos en batería—.

Fines de semana, vísperas festivas y grandes eventos (con la Semana Santa como pico histórico de afluencia) obligan a dispositivos reforzados de la Policía. La movilidad de bicis y patinetes  añade más conflictos pues los los ladrones buscan candados débiles y anclajes improvisados.

Factores que agravan el problema en La Macarena

En La Macarena convergen elementos ya muy conocidos en otros barrios del casco como son:

Alta rotación de vecinos y turística, que diluye la vigilancia informal entre vecinos.

Zonas envejecidas y solares intermitentes, que generan puntos ciegos si no hay uso activo.

Economía del ocio muy concentrada en franjas horarias, con calles llenas a determinadas horas y desiertas a otras.

Desigual mantenimiento del espacio público, donde una farola fundida o un contenedor mal ubicado puede marcar la diferencia.

Qué se está haciendo y qué falta en La Macarena

La Policía Local y la Policía Nacional realizan una labor intensa pero no puede tener un agente por cada vecino, se hacen controles de documentación y campañas específicas contra el hurto en hostelería y el robo en interior de vehículo.

También se intensifica la vigilancia en jornadas de partido en La Cartuja y en fechas de eventos. Sin embargo, los vecinos reclaman presencia sostenida y de proximidad, tiempos de respuesta más cortos y que los refuerzos no se limiten a momentos críticos.

Piden, además, acciones más rápidas del mobiliario urbano como revisar luminarias y sombras, ordenar terrazas para despejar visibilidad, reubicar contenedores que sirven de parapeto y señalizar “rutas seguras” hacia paradas de autobús nocturno.

Asociaciones y comerciantes han comenzado a mapear puntos negros, compartir alertas en canales  de redes sociales y promover campañas de “ojo al móvil y bolso” en terrazas.

Igualmente con puntos de venta de droga, típicos gorrillas de aparcamientos o los que "desvalijan" los contenedores y dejan la suciedad esparcida tras el paso de Lipasam.

Varios establecimientos ofrecen aparcamientos vigilados para bicis y patinetes durante el consumo, y bloques de vecinos coordinan horarios de limpieza y retirada de voluminosos para evitar focos de suciedad. La clave, insisten, es pasar de la queja a la acción con "todos a una", con el barrio, Policía y Ayuntamiento como implicados.

Los especialistas recomiendan combinar policía de barrio con prevención del delito (con más luz, más vida y menos rincones ciegos), programas sociales para jóvenes, reforzar la seguridad en fincas vulnerables y gestión del ocio que reparta flujos y reduzca conflictos nocturnos.

El control de alojamientos turísticos irregulares y la rehabilitación de inmuebles degradados ayudarían. Y, a pie de calle, pequeñas medidas con gran efecto como anclajes seguros para vehículos de micromovilidad, campañas en colegios sobre cuidado de pertenencias y formación a hosteleros para detectar carteristas,

La Macarena no es un barrio violento, se trata de un barrio vivo que precisa de la necesario vigilancia y de cuidados constantes como cualquier otro barrio de Sevilla.