Indignación contra Elena Gortari, tiktoker sevillana, que utiliza una falsa historia de acoso para promocionar un producto capilar

Esta situación ha reabierto el debate sobre los límites éticos a la hora de generar contenido en plataformas como TikTok, donde la búsqueda de la viralidad a toda costa puede llevar a algunos creadores a recurrir a estrategias poco éticas

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Elena Gortari fingiendo acoso.
Vídeo en Tiktok donde Elena Gortari fingía la situación de acoso.

La influencer sevillana Elena Gortari, conocida en TikTok por sus vídeos sobre la Feria de Abril y su estilo de vida, ha protagonizado una intensa polémica después de publicar un vídeo en el que simulaba ser víctima de acoso como parte de una estrategia publicitaria. El contenido, creado para promocionar una marca de productos para el cabello, fue duramente criticado por banalizar una situación tan delicada como el acoso, generando indignación entre sus 1,3 millones de seguidores.

En el vídeo, Gortari narraba cómo un supuesto trabajador de mantenimiento de su universidad comenzaba a acosarla, accediendo a detalles íntimos de su vida privada y generando una situación de evidente incomodidad. El relato, que en un principio generaba empatía y preocupación, daba un giro inesperado: el hombre portaba una bolsa con pelo que, aparentemente, era de la influencer. En ese momento, la historia se revelaba como un recurso humorístico para introducir un producto de tratamiento capilar, provocando un rechazo generalizado en redes sociales.

El precio de la viralidad

Esta situación ha reabierto el debate sobre los límites éticos a la hora de generar contenido en plataformas como TikTok, donde la búsqueda de la viralidad a toda costa puede llevar a algunos creadores a recurrir a estrategias poco éticas. Fingir enfermedades, situaciones de violencia o emergencias emocionales se ha convertido, lamentablemente, en una táctica frecuente para captar la atención de los usuarios y aumentar el alcance y las visualizaciones.

Estos métodos, que explotan la empatía y la preocupación del público, terminan banalizando problemas sociales graves, como el acoso, las enfermedades mentales o la violencia de género. Además, contribuyen a generar desconfianza en las plataformas digitales, perjudicando a quienes realmente utilizan las redes para denunciar situaciones reales de abuso o vulnerabilidad.

En el caso de Gortari, el hecho de utilizar un falso caso de acoso como pretexto para vender un producto fue percibido por muchos como una falta grave de sensibilidad y responsabilidad social, especialmente en un contexto donde los casos de acoso son una preocupación constante para muchas mujeres jóvenes.

Elena Gortari responde a las críticas

Tras el aluvión de críticas, Elena Gortari decidió retirar el vídeo y publicó un mensaje de disculpa en sus historias de Instagram: «En primer lugar, quiero pedir perdón. Me duele mucho no haberme dado cuenta de que el contenido que publiqué no estaba bien», escribió visiblemente afectada.

La influencer quiso aclarar que no pretendía burlarse de ninguna situación real y explicó que el vídeo había sido grabado antes de que se viralizara la denuncia de otra usuaria de TikTok, quien relató haber sufrido acoso por parte de su exentrenador personal. A pesar de esta aclaración, Gortari reconoció que «el momento, el tono y el enfoque han sido muy desafortunados» y aseguró asumir «plenamente la responsabilidad».

«Gracias a quienes habéis señalado mi error con respeto. Vuestras críticas me hacen mejor y me recuerdan por qué es tan importante construir espacios seguros», concluyó la sevillana, apelando a un aprendizaje personal a raíz de la polémica.

Una llamada de atención al mundo de los influencers

El caso de Elena Gortari pone de manifiesto la necesidad de una mayor reflexión sobre los contenidos que se publican en redes sociales. Los influencers, especialmente aquellos con grandes audiencias, tienen una enorme capacidad de influencia y, con ello, una responsabilidad proporcional. Fingir situaciones de violencia o vulnerabilidad con fines comerciales no solo es poco ético, sino que también puede trivializar problemáticas sociales profundas, dañando a las víctimas reales.

Esta polémica también recuerda que los consumidores de contenido deben mantener un espíritu crítico ante lo que ven en redes, y que las plataformas tienen un papel importante en regular y moderar contenidos que puedan causar daño o desinformación.

En un ecosistema digital donde la atención es la moneda de cambio más codiciada, la ética debería seguir siendo un valor no negociable.