La celebración de la Magna en Sevilla, acontecimiento religioso que reunió a 700.000 personas el pasado domingo, dejó un sabor agridulce en el sector hostelero de la ciudad. Aunque la afluencia de público fue significativa, las restricciones y el «miedo» asociado a la seguridad se tradujeron en una jornada que distó mucho de ser la esperada para los bares y restaurantes, especialmente en el contexto del puente de la Inmaculada.
La Asociación de Hosteleros de Sevilla y Provincia ha mostrado su descontento con las medidas impuestas por el Ayuntamiento, que limitaron el uso de veladores en el Centro y Triana durante la celebración. Esto, sumado a un ambiente de temor por posibles desbordes de afluencia, provocó que numerosos bares optaran por no abrir sus puertas, incluso en una fecha clave para el sector.
En un comunicado, los hosteleros destacaron que comparar los ingresos de este puente con los de años anteriores es «imposible». Las ventas de los locales que permanecieron abiertos estuvieron por debajo de los niveles de un fin de semana común, mientras que otros directamente se vieron obligados a cesar su actividad. Esta situación es especialmente preocupante en un contexto donde la hostelería no solo es motor económico, sino también fuente de empleo temporal durante periodos festivos.
Las imágenes del Centro de Sevilla durante el domingo contrastaron con las previsiones. Áreas tradicionalmente concurridas, como la Alfalfa, el Salvador o Plaza Nueva, se mostraron inusualmente vacías. Según el Ayuntamiento, unas 700.000 personas asistieron a los actos de la Magna, pero esto no se reflejó en el flujo hacia los establecimientos hosteleros de la zona restringida.
La sensación de inseguridad y las estrictas medidas de control parecieron desincentivar el consumo, afectando directamente a la economía local en un momento en que los negocios suelen prepararse para una alta demanda.
Disculpas del alcalde de Sevilla
Aunque el alcalde de Sevilla ha pedido disculpas al gremio hostelero, la Asociación insiste en que el «exceso de miedo» asociado a eventos multitudinarios no debería paralizar a sectores enteros. Consideran que las restricciones no solo limitan los ingresos de los empresarios, sino que afectan al empleo y al abastecimiento de mercancías. Además, han solicitado medidas preventivas de cara a la inminente temporada navideña, para evitar repetir una situación similar.
Problemas en el tráfico y multas masivas
Por otro lado, el alto volumen de tráfico también dejó su rastro. la avenida de los Descubrimientos, en la isla de la Cartuja, fue escenario de una avalancha de multas a vehículos mal estacionados. A pesar de que el Ayuntamiento habilitó 13 aparcamientos disuasorios conectados con el centro mediante lanzaderas gratuitas de Tussam, muchos conductores optaron por estacionar sobre el acerado, lo que derivó en sanciones de 70 euros.
Este incidente subraya las dificultades logísticas que enfrentó la ciudad para gestionar una afluencia masiva de visitantes.
La Magna, concebida como un acontecimiento de gran trascendencia cultural y religiosa, ha dejado tras de sí un balance mixto. Por un lado, su relevancia espiritual y su capacidad de convocatoria son incuestionables; por otro, ha evidenciado tensiones logísticas y económicas que afectan a sectores clave como la hostelería. Quizás se aplica, en este caso, aquella máxima de «nunca llueve a gusto de todos». Es difícil conjugar seguridad, orden y satisfacción de todos.
De cara a futuras celebraciones, será básico encontrar un equilibrio entre seguridad, movilidad y la viabilidad económica de los negocios locales, especialmente en una ciudad donde la hostelería forma parte del tejido identitario y económico.