El parque del Alamillo, uno de los principales pulmones verdes de Sevilla, se encuentra en el centro de una creciente controversia ambiental: la proliferación de gatos silvestres y su impacto en las poblaciones de aves autóctonas. Sin embargo, más allá de una confrontación entre especies, el debate revela una necesidad urgente de gestión ética y coordinada que garantice tanto la biodiversidad del entorno como el bienestar de los animales que lo habitan.
El Grupo Ornitológico del Sur (GOSUR), con décadas de trabajo científico en el parque, ha denunciado la pérdida alarmante de aves debido a la depredación de gatos asilvestrados. Según sus datos, especies como la perdiz roja o el chotacabras cuellirrojo, que anidan en el suelo, han prácticamente desaparecido del parque. Esta situación, que GOSUR califica como una “silenciosa catástrofe ambiental”, ha llevado incluso a la suspensión de sus actividades de anillamiento científico por falta de condiciones seguras para las aves.
Los ornitólogos apuntan también que las recientes reintroducciones de especies protegidas como el porrón pardo o la focha moruna, así como programas de conservación de anfibios, resultan “incompatibles” con la presencia de colonias felinas sin control.
Gestión responsable ante el problema
No obstante, mientras se alzan voces que reclaman la erradicación de los gatos, otras defienden que el problema no es su existencia, sino la falta de gestión responsable. La Plataforma Gatera Sevilla Felina recuerda que estos animales han habitado el parque durante décadas, y que el abandono de mascotas por parte de particulares ha agravado una situación que, con voluntad política, sería perfectamente controlable.
Desde hace años, esta plataforma propone aplicar el protocolo CER (Captura, Esterilización y Retorno), un método ético y respaldado por la Ley 7/2023 de Protección y Bienestar Animal, aprobado por la Junta de Andalucía. “La solución no es eliminar a los gatos, sino controlar su población, evitar la reproducción y vigilar los puntos críticos del parque con un vallado adecuado”, explican.
Sevilla Felina denuncia también la falta de respuesta institucional ante sus propuestas de colaboración. “Mientras algunos solo alimentan sin más, nuestras asociaciones quieren ocuparse de los gatos de forma integral: con atención veterinaria, esterilización y gestión ética”, señalan.
El problema, pues, no reside exclusivamente en los gatos, sino en una gestión deficiente por parte de las administraciones implicadas. Tanto la consejería de Fomento de la Junta como el Ayuntamiento de Sevilla han admitido estar en conversaciones para hallar una solución, pero hasta la fecha no se han implementado medidas concretas.
Frente a un conflicto que enfrenta a dos grupos de amantes de los animales y la naturaleza, ambos con razones legítimas, la solución debe pasar por un enfoque abierto. Proteger a las aves es imprescindible, pero también lo es respetar la vida de los gatos y promover políticas públicas que impidan su abandono, su reproducción descontrolada y su exposición a peligros urbanos.
El parque del Alamillo merece seguir siendo un ejemplo de biodiversidad urbana. Para ello, no es necesario enfrentar a especies, sino integrar soluciones basadas en la ciencia, la ética y la responsabilidad compartida. Ni las aves ni los gatos son el problema: lo es la inacción.