Vista de una plantación indoor de marihuana y enganche de luz ilegal.
Plantación indoor de marihuana y enganches ilegales.

Enganches ilegales y 'marihuana indoor', la raíz de los apagones crónicos en las Tres Mil Viviendas

En determinados bloques y calles, la sobrecarga eléctrica es tan constante que los cuadros de luz literalmente se funden

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Las Tres Mil Viviendas, en el Polígono Sur de Sevilla, llevan años arrastrando una crisis eléctrica que parece no acabar. Apagones constantes, bajadas de tensión y cortes que duran horas, e incluso días, son parte del día a día de sus vecinos. Aunque muchos factores inciden en esta situación —que van en función de la antigüedad de las infraestructuras hasta la falta de inversiones sostenidas en la zona—, hay una causa concreta que sobresale por su impacto y peligrosidad como son los enganches ilegales a la red eléctrica para alimentar plantaciones de marihuana indoor.

Lo que comenzó como un problema puntual se ha convertido en un fenómeno permanente. En determinados bloques y calles, la sobrecarga eléctrica es tan constante que los cuadros de luz literalmente se funden. “En verano no podemos poner ni un ventilador sin miedo a que salte todo. Y en invierno, peor. Se va la luz cada dos por tres, y no vuelve hasta horas después, si vuelve”, cuenta Rosario, vecina del barrio desde hace más de 30 años.

Fuentes técnicas confirman que una de las principales razones de esta saturación son las conexiones ilegales destinadas a alimentar plantaciones de marihuana en diferentes -numerosos- pisos.

Las instalaciones de cultivo interior, también conocidas como de tipo "indoor", requieren un suministro eléctrico muy superior al de una vivienda normal como son lámparas de alta potencia, sistemas de ventilación constante, filtros, extractores, climatizadores, humidificadores y otros. Y todo funcionando, ininterrumpidamente, 24 horas al día.

Los responsables de estas plantaciones no contratan legalmente la energía, lo que hacen es engancharse directamente al tendido eléctrico, a menudo de forma chapucera y peligrosa.

“El sistema no está preparado para ese nivel de consumo concentrado en tan poco espacio. Es como si pusieras varias naves industriales dentro de un bloque de pisos”, indica un técnico de mantenimiento que ha trabajado en el Polígono Su, que añade que “el problema no es solo que roban la luz. Es que revientan la red y dejan sin servicio a familias enteras que sí pagan sus facturas.”

Un problema difícil de erradicar en las Tres Mil Viviendas de Sevilla

En los últimos tres años, según fuentes policiales, se han incrementado las intervenciones en la zona a fin de poder desmantelar cultivos ilegales. Solo en el año 2024, se realizaron más de 80 operaciones en el Polígono Sur, muchas de ellas con incautaciones de cientos de plantas, sistemas de iluminación y transformadores eléctricos.

Sin embargo, el ritmo de aparición de nuevos cultivos parece igualar —cuando no superar— al de los desmantelamientos. Pero hay muchos problemas como la dificultad para actuar rápidamente, la complejidad del entramado social y la falta de colaboración en ciertos casos dificultan las labores de detección y persecución.

“La marihuana se ha convertido en una economía sumergida que mueve mucho dinero, y eso alimenta un ciclo que es muy difícil de romper”, explica una fuente cercana a los servicios sociales del barrio que indica además que “detrás de cada cultivo hay muchas veces una familia sin recursos, pero también redes que operan con total impunidad. No hablamos solo de pequeños cultivadores.”

Más allá del robo de electricidad, el impacto humano y social de este problema es profundo. Las familias que viven en la zona, muchas de ellas ya en situación de vulnerabilidad, sufren una doble penalización pues padecen los apagones constantes que afectan su vida diaria y una estigmatización creciente por vivir en una zona donde se asocia la ilegalidad con lo cotidiano.

“No podemos cocinar, ni usar el frigorífico, ni que los niños hagan los deberes con luz. Esto no es vida”, se queja Paqui, madre de tres hijos. “Y encima, cuando se habla del barrio, solo se habla de droga y delincuencia. Nadie menciona a los que sufrimos esto sin tener culpa de nada.”

Además, los cortes eléctricos no solo afectan al bienestar también tiene repercusión sobre la salud pues hay personas mayores que necesitan dispositivos eléctricos para respirar, enfermos crónicos que no pueden conservar su medicación en frío, y centros educativos y sanitarios que ven alterado/afectado su funcionamiento por la falta de suministro. El problema va mucho más allá de una cuestión técnica.

¿Qué soluciones hay para las Tres Mil Viviendas?

Endesa, la distribuidora eléctrica en la zona, ha reforzado en muchas ocasiones los centros de transformación y ha instalado dispositivos para detectar sobrecargas y enganches ilegales. Sin embargo, estas medidas no han sido suficientes. La compañía ha solicitado incluso que se consideren estos sabotajes como “delitos contra la salud pública” por la repercusión en la población.

Desde el Ayuntamiento de Sevilla y la Junta de Andalucía, se han comprometido planes de actuación conjunta, pero los avances no son rápidos.

La Plataforma Nosotros También Somos Sevilla, compuesta por vecinos del barrio, ha denunciado públicamente la falta de acción. “No pedimos privilegios, solo que se nos trate como ciudadanos con los mismos derechos que el resto. Queremos luz. Solo eso: luz estable, segura y legal”, expresan.

La situación de las Tres Mil Viviendas con los apagones no puede analizarse sin tener en cuenta el contexto de exclusión y abandono que arrastra el barrio desde hace muchos años La proliferación de cultivos ilegales no es más que la punta del iceberg de un sistema que ha fallado en dar alternativas reales a muchas de sus familias, y ahora en verano esos apagones son un duro precio.