En las entrañas del Polígono Sur una imagen cada vez más habitual ha comenzado a teñir de preocupación el barrio. Pilas ingentes de restos de cultivos de marihuana, a menudo abandonados en rincones estratégicamente escogidos, se han convertido en un triste espectáculo a la vista de todos. Bolsas repletas de plantas secas, cepellones y envases vacíos de productos químicos tóxicos yacen esparcidos por las aceras, los parterres y las inmediaciones de los contenedores, desafiando la limpieza urbana y poniendo en peligro la salud de los vecinos.
Es una estampa habitual en Las Letanías que son una cruda realidad que refleja la magnitud de este problema. Kilos y kilos de residuos, resultado de una producción a escala industrial, se acumulan en el barrio, evidenciando una actividad que va más allá del autoconsumo y que está generando graves consecuencias para la comunidad.
El incremento de la violencia, asociado a las disputas entre grupos criminales que se disputan el control de este lucrativo negocio, ha sembrado el miedo entre los residentes. Además, la sobrecarga de la red eléctrica, provocada por el elevado consumo energético de los cultivos indoor, representa un riesgo constante de incendios que podrían poner en peligro vidas y propiedades.
Más de 350 toneladas de residuos
Los datos son contundentes. Entre enero y septiembre del año pasado, Lipasam retiró más de 382 toneladas de restos de marihuana en el Polígono Sur y sus alrededores, una cifra que revela la dimensión de este fenómeno y la incapacidad de las autoridades para erradicarlo.
Esta situación no solo deteriora la calidad de vida de los vecinos, sino que también plantea serios problemas ambientales. Los productos químicos utilizados en el cultivo contaminan el suelo y el agua, poniendo en peligro la salud de las personas y de los ecosistemas. Además, la quema de los residuos produce emisiones tóxicas que contribuyen a la contaminación atmosférica.
Es evidente que la producción ilegal de marihuana en el Polígono Sur se ha convertido en un problema complejo que requiere una respuesta coordinada por parte de las administraciones públicas. Es necesario reforzar la vigilancia policial -muy importante-, intensificar las inspecciones en los inmuebles sospechosos, perseguir a los responsables de estas actividades y ofrecer alternativas económicas a los vecinos que se ven involucrados en este negocio.
Plantaciones indoor
La distinción entre el cultivo de cannabis para autoconsumo y su producción con fines lucrativos es el eje central que convierte esta actividad en un delito. Cuando la marihuana obtenida de las plantas tiene como destino el mercado negro, se infringe la ley. Este matiz es fundamental para comprender la gravedad del problema que azota al Polígono Sur y otras zonas de la ciudad.
En 2020, una primera señal de alarma se encendió con el descubrimiento de grandes cantidades de residuos de marihuana en las inmediaciones del parque de las Américas. Los traficantes, en un intento por ocultar sus operaciones, descartaban los restos lejos de los edificios donde se ubicaban las plantaciones. Sin embargo, la impunidad con la que actúan les ha llevado a perder la cautela, esparciendo los desechos directamente en las calles, a plena vista de todos.
Las plantaciones de marihuana se han infiltrado en todos los rincones del Polígono Sur. Ocupan viviendas enteras, habitaciones alquiladas a familias que, a cambio de una módica suma, permiten que sus hogares sean convertidos en factorías clandestinas. En muchos casos, estas plantaciones están custodiadas por individuos armados, lo que genera un clima de inseguridad y violencia en el barrio.
Apagones de luz
La voracidad energética de estas plantaciones ilegales está poniendo en jaque el suministro eléctrico de la zona. La sobrecarga de la red, provocada por el elevado consumo de las potentes lámparas utilizadas para el cultivo, ha desencadenado una serie de incendios en los centros de transformación. Desde el inicio del verano, cuatro de estos centros han sido pasto de las llamas, dos de ellos en el corazón del Polígono Sur. Estos incidentes no solo dejan a los vecinos sin luz, sino que también ponen en riesgo sus vidas y sus propiedades.
La producción ilegal de marihuana -que se contabiliza por toneladas- se ha convertido en un problema estructural que afecta a múltiples niveles: la seguridad ciudadana, la salud pública, la economía y el medio ambiente.