Chimenea de una de las habitaciones de la Casa de los Niños en Bellavista.
Interior de la Casa de los Niños en Bellavista.

El misterio del chalet militar de Bellavista, voces, piedras y un secreto enterrado desde hace décadas

“No había nadie más en esa dirección, y sin embargo la piedra vino desde allí. Fue imposible no estremecerse” decía José Luis García

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En Bellavista se levanta una construcción extraña y desolada, es el antiguo chalet militar del Cortijo de San Esteban, una finca que desde hace décadas alimenta relatos sobre apariciones, psicofonías y extraños sucesos que desafían toda explicación.

Lo que comenzó como una simple investigación nocturna de un grupo especializado en fenómenos paranormales terminó convirtiéndose en una experiencia difícil de olvidar.

Una historia marcada por años de uso y abandono en Bellavista

El origen de esta casa se remonta a 1504, cuando las sembraduras del pago del Cortijo de San Esteban pertenecían al Hospital de las Cinco Llagas, hoy Parlamento de Andalucía. En 1938, la Diputación de Sevilla adquirió la finca, que contaba con casi 29 hectáreas, y durante los años 40 fue residencia de un alto mando militar de Castilla y León.

Aún se conservan en su interior símbolos castrenses y los torreones de las garitas de vigilancia que delatan su pasado estratégico.

Décadas después, entre los años 80 y 90, el edificio se transformó en el Instituto de Psico-Pediatría Sevilla (Chalet Santa Sofía), dedicado a la educación especial. Allí trabajaban niños con discapacidad que fabricaban fregonas y alfombras en talleres aún visibles entre las ruinas.

Los antiguos alumnos recuerdan una atmósfera densa, marcada por inexplicables cortes de luz, grifos que se cerraban solos y sombras que se deslizaban por los pasillos.

La leyenda habla de una tragedia pues la hija de los antiguos dueños habría muerto ahogada en la piscina, provocando que la familia abandonara la casa precipitadamente, dejando muebles, ropa y enseres como si el tiempo se hubiese detenido.

La investigación: aparatos al unísono y piedras en la oscuridad

La noche de la investigación comenzó con el habitual despliegue técnico con todo tipo de detectores EMF, grabadoras, cámaras infrarrojas y sensores de movimiento.

Todo parecía en calma hasta que, sin previo aviso, los detectores se activaron simultáneamente. Las luces parpadearon en perfecta sincronía y armonía, como si una presencia invisible recorriera la estancia.

Uno de los investigadores relató que sintió un súbito descenso de temperatura y, acto seguido, una pequeña piedra impactó contra su pierna, proveniente del pasillo vacío.

“No había nadie más en esa dirección, y sin embargo la piedra vino desde allí. Fue imposible no estremecerse” decía José Luis García.

Minutos después, durante una sesión de psicofonías, las grabadoras captaron una voz infantil que respondía con un claro “Noooooo” a la pregunta “¿Eres el hombre que murió aquí?”.

Al solicitar que se manifestara de nuevo, una segunda voz, más áspera y adulta, ordenó: “Marchaos”.

El silencio posterior fue tan profundo que se escuchaba el leve respirar de los investigadores que, desconcertados, decidieron continuar con cautela.

La “Casa de los Niños”, como la llaman los investigadores, parece concentrar la energía de su propio pasado. En nuevas visitas se han registrado parafonías audibles sin dispositivos, y algunos testigos aseguran haber visto una silueta oscura bloqueando la luz en el pasillo central.

Otros, como una visitante llamada Lola, narran encuentros inquietantes con un niño con camiseta de rayas que asomaba tras los árboles, riendo y jugando, aunque al acercarse simplemente desaparecía.

Durante una sesión de ouija, el tablero señaló repetidamente un nombre: "Fernando", mando de artillería, acompañado de los nombres Ana y Carmen, supuestamente su esposa e hija. Desde entonces, los investigadores creen que podrían ser las entidades que aún deambulan por el lugar, aferradas a recuerdos de otra época.

Hoy, el chalet permanece en ruinas, rodeado de maleza y silencio, pero quienes se han atrevido a cruzar su verja coinciden en algo y es que allí “algo” sucede.

Las grabaciones, las respuestas imposibles y la sincronía de los detectores parecen apuntar a un fenómeno que trasciende lo racional.

Quizá las paredes del antiguo Cortijo de San Esteban guarden todavía la energía de quienes lo habitaron. O tal vez, simplemente, sea la fuerza del pasado manifestándose en forma de ecos que el tiempo aún no ha querido borrar.