Llenando una caja con alimentos.
Recogida en el Banco de Alimentos de Sevilla.

El lado invisible del hambre en Sevilla, la lucha diaria del Banco de Alimentos

Treinta años de esperanza: el Banco de Alimentos de Sevilla sostiene a más de 30.000 personas cada día

 

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En Sevilla, una de las ciudades más visitadas del país, comer cada día sigue siendo un privilegio para miles de personas. Lo saben bien los voluntarios del Banco de Alimentos de Sevilla, una organización que desde hace tres décadas se ha convertido en el sustento de quienes atraviesan momentos de dificultad.

Bajo la dirección de Leopoldo Parias, la entidad distribuye alimentos básicos a más de 30.000 personas a través de asociaciones y entidades sociales, en una labor que combina solidaridad, organización y una logística digna de una gran empresa.

En los almacenes de Mercasevilla, donde el Banco de Alimentos gestiona tanto productos secos como frutas y verduras frescas, el movimiento es constante. “Tenemos que atender los almacenes todos los días”, explica Parias, que resalta la importancia de los 130 voluntarios de estructura que sostienen el funcionamiento diario junto a un pequeño equipo laboral.

La asociación no solo depende de la buena voluntad de la ciudadanía, sino también de programas europeos como el Feaga, que financia parte del excedente agrícola con destino solidario.

Gracias a estas colaboraciones, cada beneficiario recibe una media de 110 kilos de alimentos al año, incluyendo frutas, verduras, legumbres y productos lácteos. Sin embargo, el objetivo del Banco de Alimentos es ampliar esta cifra y asegurar que cada familia pueda acceder a una cesta básica más completa.

La Gran Recogida: el corazón solidario de Sevilla

Cada año, la Gran Recogida de Alimentos, celebrada en noviembre y en primavera, moviliza a unos 5.000 voluntarios y decenas de supermercados en toda la provincia. Es el momento más esperado, una verdadera “maratón solidaria” que permite llenar los almacenes y garantizar la atención durante el resto del año.

Desde la pandemia, la donación económica —ya sea en caja o a través de la web— ha cobrado protagonismo. A través del programa “El Supersolidario”, cualquier persona puede donar una cantidad que se convierte en crédito para que la entidad compre productos según las necesidades del momento.

“Es una forma más eficiente de ayudar, porque nos permite adquirir justo lo que falta”, explica Parias.

Además de los ciudadanos anónimos, unas 500 personas socias y varias empresas colaboran con aportaciones regulares, lo que demuestra la gran movilización que genera esta causa. “La necesidad de alimentarse es tan básica que todos somos sensibles a ella”, destaca el presidente.

El Banco de Alimentos se prepara para un desafío histórico: la entrada en vigor, en abril de 2026, de la Ley de Desperdicio Alimentario, que obligará a hoteles, restaurantes y productores a donar sus excedentes. Aunque la medida es positiva, supondrá un reto logístico enorme, ya que muchos de esos alimentos serán perecederos.

“Necesitaremos más recursos, vehículos refrigerados y personal para gestionar las entregas en poco tiempo”, adviertía Parias, quien pide apoyo institucional para garantizar el éxito del sistema.

Más allá de la comida: la inserción sociolaboral

La labor del Banco de Alimentos no termina con la entrega de productos. En los últimos años ha reforzado su programa de inserción sociolaboral, que busca devolver autonomía y dignidad a quienes acuden a la entidad.

Se imparten cursos de carretillero, mozo de almacén o camarera de hotel, ofreciendo una oportunidad real de reintegrarse en el mercado laboral.

La diversidad del perfil de usuarios refleja la realidad social actual: la mayoría tiene entre 20 y 40 años, y cada vez son más los inmigrantes que dependen del banco mientras regularizan su situación legal. Muchos no pueden acceder a empleos ni a formación oficial, lo que agrava su vulnerabilidad.

Con tres décadas de compromiso, el Banco de Alimentos de Sevilla sigue siendo un pilar esencial en la lucha contra el hambre y la exclusión social. Su misión no solo consiste en repartir comida, sino en alimentar la esperanza de que una ciudad más solidaria y justa es posible.