
El crimen de la 'Casa de la Loca' en Palomares del Río, en Sevilla
Uno de sus visitantes habituales, José Antonio Cordero Garrido, apodado “el Chato”, perdió la vida de forma muy violenta en aquel lugar el 26 de julio de 2010

Entre la cultura popular de Palomares del Río, en Sevilla, existe un lugar que desde hace décadas se conoce como “la Casa de la Loca”. Se trata de una casa a medio derruir y envuelta en un halo intenso de misterio.
Este caserón abandonado fue escenario de historias sobre fantasmas y maldiciones pero hoy se lo traigo para recordar como en 2010 dejó de ser solo una leyenda para convertirse en el escenario de un crimen real que conmocionó a la localidad.
Uno de sus visitantes habituales, José Antonio Cordero Garrido, apodado “el Chato”, perdió la vida de forma muy violenta en aquel lugar el 26 de julio de 2010. Su asesino fue Juan Lara Gómez, vecino de Coria del Río, que lo golpeó de forma brutal hasta matarlo tras consumir drogas y alcohol. La presencia de una prostituta, que desapareció sin dejar rastro tras los hechos, añadió un nuevo componente de misterio a una historia ya envuelta en mucha oscuridad.
Según la investigación judicial, la sospecha de que “el Chato” había mantenido relaciones con la mujer fue la causa que desencadenó los celos y la furia de Juan Lara. Aprovechando un momento en que la víctima se inclinaba para atarse los cordones, el agresor lo atacó con un martillo. No conforme con los primeros golpes, le destrozó la cabeza con una piedra para asegurarse de que no saliera de allí con vida.
El juicio condenó al asesino a 12 años de prisión, cerrando judicialmente el caso, pero abriendo un nuevo capítulo en la leyenda negra que pesa sobre esta casa.
¿Puede un fantasma ser testigo de un asesinato?
En Palomares del Río, la respuesta de muchos vecinos sería un rotundo sí. La casona, levantada en un camino rural que está a las afueras del municipio, ha sido señalada desde hace generaciones como el lugar donde habita el espíritu de Carmela C., que era su antigua propietaria.
Aunque nunca residió allí de forma habitual ni murió entre sus muros, la tradición oral confundió su historia con la leyenda -hechos nos probados- de una joven que habría sido encerrada por sus padres al prohibirle un romance con el guardián de la finca. La muchacha, según la leyenda, perdió la razón y murió sin recobrarla, dejando tras de sí la figura de “la loca” que, cuentan, aún vaga por la casa. Pero esta no es la historia de la vida de Carmela C.
De ahí que no falten quienes aseguren que el fantasma fue testigo mudo del crimen de 2010, pero todo a modo muy especulativo, obviamente. Entre pasillos oscuros, paredes agrietadas y el silencio de un caserón abandonado, el mito de la maldición se alimentó de un hecho real como es un hombre asesinado a golpes en el mismo lugar donde la tradición decía que habitaba un alma en pena.
La "Casa de la Loca" nunca fue únicamente escenario de leyendas paranormales. Con el paso de los años, se convirtió igualmente en refugio improvisado de indigentes y consumidores de drogas, que hallaron entre sus estancias un espacio para ocultarse y hasta para hacer fiestas y "botellonas".
Ese fue precisamente el contexto en el que se produjo el crimen de 2010. La mezcla de marginalidad, drogas y violencia convirtió la vieja construcción en un lugar marcado, pero también frecuentado por curiosos que buscaban emociones relacionadas con lo paranormal.
Para los vecinos, la tragedia confirmó la idea de que el caserón está marcado por un destino trágico. La muerte de José Antonio “el Chato” sumó un episodio más a la lista de sucesos que envuelven a la edificación en un halo de fatalidad.
Hoy, la casa sigue en pie como un recordatorio aunque en muy malas condiciones, de cómo la superstición y la tragedia pueden entrelazarse en un mismo lugar. Entre quienes creen en fantasmas y quienes solo ven un edificio en ruinas, lo cierto es que el crimen de Palomares convirtió definitivamente a la "Casa de la Loca" en un escenario donde la línea entre la leyenda y la realidad se desdibujó para siempre.