Con el inicio del verano, Sevilla vuelve a colocarse bajo el foco de alerta sanitaria, no solo por las habituales olas de calor, sino también por el auge de plagas urbanas que se intensifican con las altas temperaturas. Este 2025, expertos en salud ambiental advierten del aumento de cucarachas y garrapatas en la capital hispalense, dos especies que no solo incomodan, sino que suponen una amenaza real para la salud pública.
Cucarachas, más que una plaga desagradable en Sevilla
Durante los últimos meses, los servicios de control de plagas en Andalucía han experimentado un repunte del 10 % en intervenciones, especialmente relacionadas con infestaciones de cucarachas. Las condiciones actuales —primavera lluviosa, residuos acumulados y noches cálidas— han creado un entorno perfecto para su propagación.
Dos especies lideran esta expansión: la cucaracha americana, de mayor tamaño y color rojizo, que prefiere las zonas húmedas y oscuras; y la cucaracha alemana, más pequeña y común en entornos domésticos, especialmente cocinas y baños.
Más allá del rechazo que generan, estos insectos pueden actuar como vectores pasivos de bacterias peligrosas como Salmonella, E. coli y Staphylococcus aureus. Además, sus excrementos, saliva y restos de muda son potentes alérgenos que agravan afecciones respiratorias como el asma, especialmente en niños y personas mayores.
¿Qué se recomienda?
Los especialistas insisten en la necesidad de mantener una limpieza exhaustiva en viviendas y locales, sellar rendijas por donde puedan acceder, y gestionar correctamente los residuos orgánicos. En casos de infestación, se aconseja recurrir a profesionales que apliquen tratamientos certificados.
Garrapata, una amenaza real en Sevilla
La expansión de las garrapatas en entornos urbanos andaluces ha dejado de ser anecdótica. Aunque tradicionalmente se asociaban al campo o al ganado, en los últimos años se han detectado en parques, jardines y zonas verdes de ciudades como Sevilla. El aumento de temperaturas, el crecimiento del número de mascotas y el abandono de ciertos espacios naturales ha favorecido su presencia incluso en plena urbe.
Las garrapatas son más que una molestia ocasional. Son transmisoras de enfermedades que, aunque poco frecuentes, pueden tener consecuencias graves. Entre ellas destacan la fiebre botonosa mediterránea, la enfermedad de Lyme y la fiebre hemorrágica de Crimea-Congo. Esta última, de reciente aparición en España, presenta una mortalidad elevada si no se trata a tiempo.
Los expertos también apuntan a nuevas especies de Borrelia autóctonas en el sur peninsular, capaces de provocar fiebres recurrentes con complicaciones neurológicas. A ello se suma el riesgo de parálisis por neurotoxinas, poco común, pero documentada en Europa.
¿Cómo protegerse?
Evitar caminar entre vegetación densa sin protección adecuada.
Usar ropa que cubra la mayor parte del cuerpo, preferentemente de colores claros.
Aplicar repelentes específicos para garrapatas (tanto en humanos como en mascotas).
Revisar cuidadosamente la piel tras paseos por zonas verdes.
Mantener a los animales domésticos desparasitados y controlar los jardines o patios de las viviendas.
Una lucha que también es urbana
El cambio climático ha redefinido el mapa de riesgos. Insectos y parásitos que antes se consideraban propios de áreas rurales o tropicales, hoy colonizan calles, patios y terrazas. Sevilla, con temperaturas que superan los 40 grados y una humedad creciente, es el escenario perfecto para esta transformación.
Las empresas de control de plagas, por su parte, no ocultan su preocupación: la demanda de servicios ha crecido de forma sostenida desde mayo, y muchas ya operan al límite de su capacidad. Lo más preocupante, coinciden varios técnicos, es que muchos hogares siguen considerando estas plagas como un asunto menor, sin valorar su carga patógena ni su impacto a medio plazo.
La llegada del verano ya no solo se mide en grados, sino también en número de patas. Cucarachas y garrapatas han dejado de ser una rareza o una molestia pasajera. Son plagas adaptadas al entorno urbano, cada vez más resistentes, y que exigen una respuesta coordinada entre ciudadanos, profesionales y autoridades.
Protegernos de ellas implica un cambio de mentalidad: higiene, vigilancia, prevención y educación sanitaria. Porque en este nuevo escenario climático, lo invisible también enferma.