
Denuncias ignoradas y protocolos sin activar, lo que falló en el caso del suicidio de la joven Sandra Peña

La muerte de Sandra Peña Villar, una niña de 14 años de Sevilla, ha conmocionado y ha reabierto el debate sobre la eficacia de los protocolos frente al acoso escolar. Su madre había denunciado en dos ocasiones ante la dirección del colegio Irlandesas de Loreto que su hija sufría insultos y hostigamiento por parte de tres compañeras.
Sin embargo, según la familia, el centro no activó ningún protocolo de actuación ni de prevención del suicidio, a pesar de los indicios que existían.
La primera denuncia se produjo a finales del segundo trimestre del curso pasado. La dirección del centro no tomó medidas inmediatas. Ante la falta de respuesta, la madre de Sandra pidió, al inicio del nuevo curso, que su hija no compartiera clase con las tres presuntas acosadoras.
Esa fue, según el portavoz familiar Isaac Villar, la única acción adoptada: separar a las menores en grupos distintos. “Mi hermana habló con la dirección y con la orientadora, pero no obtuvo ninguna respuesta concreta. Solo le confirmaron que Sandra no estaría en la misma clase”, dijo Villar.
El portavoz relató que las niñas habían sido amigas durante años, pero que, meses atrás, comenzaron los insultos constantes hacia Sandra. Aunque la familia no tiene pruebas de que el acoso se extendiera a las redes sociales, la Policía Nacional ha intervenido el teléfono móvil de la menor para determinar si existieron mensajes o publicaciones ofensivas.
“Ella lo pasaba mal, estaba muy afectada y empezó a recibir tratamiento psicológico. Aun así, nunca imaginamos un final así”, indiccaba el tío materno.
Sandra no sufría agresiones físicas conocidas, pero los insultos y el aislamiento la llevaron en un grave cuadro de estrés y ansiedad. Según su familia, llegó a autolesionarse en algunas ocasiones.
“Se hacía pequeñas marcas, algo muy común en estos casos. Pero nunca hubo un intento previo de suicidio”, enfatizó Villar, que asegura que el colegio tampoco contactó con las familias de las presuntas acosadoras ni informó a todo el profesorado de la situación que atravesaba la menor.
El fatal destino de Sandra Peña
El pasado martes 14 de octubre, tras la jornada escolar, Sandra subió a la azotea del bloque donde vivía, en la calle Rafael Laffón, a pocos metros del colegio, y se lanzó al vacío. Fuentes cercanas apuntan que pudo haber recibido un mensaje poco antes del suceso o incluso haber escrito una nota de despedida en el lugar.
La Junta de Andalucía confirmó posteriormente que el colegio Irlandesas de Loreto no había activado los protocolos antiacoso ni antisuicidio. Este hecho ha incrementado el dolor y la indignación de la familia.
“Mi hermana no entiende por qué fueron al tanatorio cuando ahora sabe que no hicieron nada para proteger a su hija. Está destrozada. Está claro que algo ha fallado”, lamentó apesadumbrado Villar.
La familia exige que se depuren responsabilidades tanto en el ámbito educativo como personal. “Habrá que actuar contra quienes provocaron esta situación, pero también contra quienes no hicieron nada por evitarla”, señaló el portavoz.
El recuerdo de Sandra ha dejado una huella profunda entre sus compañeros y amigos. Este jueves, decenas de personas acudieron a un homenaje en Sevilla para despedirla. “Era alegre, deportista, muy buena persona. Nos quedamos sorprendidos de ver cuántas niñas acudieron al tanatorio”.
Sandra jugaba al fútbol en el club Honeyball y había hecho una prueba con el Sevilla FC, algo que en su familia, mayoritariamente bética, recuerdan con cariño. “Le encantaba el deporte y tenía muy claro que quería ser militar. Ya estaba preguntando cómo prepararse para ello”, dijo.
El entorno familiar ha agradecido las muestras de cariño recibidas estos días, pero insisten en que la tragedia debería servir para que ningún otro menor pase por lo mismo. “El acoso escolar mata, y no se puede mirar hacia otro lado. Las denuncias deben escucharse, no archivarse”, finalizó Villar.