
Dentro del templo más hermético de España, mil personas entran en la catedral palmariana por primera vez
El interior, de estética barroca y abrumadora, deslumbró a los asistentes por su profusión de dorados, frescos y esculturas

El Día de la Hispanidad de 2025 quedará marcado por un momento casi único en la historia de El Palmar de Troya, el pequeño enclave sevillano que acoge la sede de la Iglesia Palmariana de los Carmelitas de la Santa Faz.
Por primera vez, el hermético templo fundado en los años setenta por Clemente Domínguez —autoproclamado como papa Gregorio XVII— permitió la entrada de visitantes ajenos a su comunidad en una jornada de puertas abiertas que reunió a cerca de un millar de personas.
El acto coincidió con la tradicional procesión de la Santa Faz y la Virgen del Palmar Coronada, una celebración que combina liturgia, curiosidad y un intenso componente simbólico.
Bajo el liderazgo del actual pontífice, Pedro III, de origen suizo, la Iglesia Palmariana muestra una leve tendencia a la apertura. Aunque sigue siendo una institución marcada por el aislamiento, las normas estrictas y su separación del Vaticano, la jornada de este 12 de octubre supuso un gesto sin precedentes.
Desde las ocho de la tarde, decenas de visitantes esperaban en la explanada de acceso al recinto, rodeados de olivares y algodón, a las afueras de Utrera.
Normas estrictas en El Palmar de Troya
El acceso a la catedral palmariana estuvo condicionado por un riguroso código de vestimenta: camisa abotonada y pantalones largos para los hombres; falda larga y tocado para las mujeres. Las restricciones afectaron incluso a los menores: un niño fue rechazado por llevar pantalones cortos y una joven, por la longitud insuficiente de su falda.
Pese a ello el ambiente que se respiraba era de expectación y asombro más que de solemnidad.
Dentro del templo, la sorpresa fue generalizada. El interior, de estética barroca y abrumadora, deslumbró a los asistentes por su profusión de dorados, frescos y esculturas. Seis hileras de columnas conducen hasta el altar mayor, donde se alzan imágenes de santos reconocidos y figuras propias del culto palmariano, entre ellas Juana de Arco, Isabel la Católica o Fernando III.
Pero el detalle que más llamó la atención fue la figura de Francisco Franco con aureola incluida, a quien los palmarianos veneran como santo.
A las 20:40 horas, los fieles y visitantes fueron invitados a salir al patio exterior para presenciar la procesión. La organización mantuvo su tradicional segregación por sexos, aunque durante el recorrido las divisiones se diluyeron.
A las 21:00 horas las campanas repicaron al ritmo del Himno de España, marcando el inicio de un desfile ordenado y solemne, seguido con respeto tanto por devotos como por curiosos.
Encabezaron el cortejo niñas con mantilla blanca, seguidas de monjas y obispos. Los pasos representaban la Santa Faz, con una reproducción de la Sábana Santa de Turín, y la Virgen del Palmar Coronada, custodiados por acólitos e incensarios.
La Banda de Nuestra Madre del Palmar Coronada, formada por jóvenes locales y algunos extranjeros sin formación musical formal, interpretó marchas tradicionales como Coronación de la Macarena o Reina de la Trinidad.
El propio papa Pedro III participó en el recorrido, rodeado de su jerarquía eclesiástica y bendiciendo los pasos con incienso mientras el público coreaba vítores. Las cámaras y hasta un dron documentaron el evento, símbolo de que, pese a su rigidez doctrinal, la Iglesia Palmariana no renuncia a la tecnología.
La procesión, que se extendió hasta las 23:00 horas, estuvo marcada por una mezcla de devoción religiosa y curiosidad colectiva. En la explanada, la multitud —formada en gran parte por mujeres extranjeras con sus hijas— seguía el desfile entre rezos, aplausos y grabaciones con el móvil.
Pese a que los pasos se mueven hoy con mecanismos hidráulicos y no con costaleros, los asistentes respondieron con entusiasmo a cada momento solemne.
Al concluir la ceremonia, los visitantes pudieron abandonar el recinto sin restricciones, tal como prometía el anuncio previo del evento: “Prometemos dejarles marchar”.
La apertura, inédita hasta ahora, deja una pregunta en el aire: ¿ha comenzado la Iglesia Palmariana a derribar sus muros o fue solo una jornada excepcional destinada a mostrar un rostro más amable?
Lo cierto es que, en este Día de la Hispanidad, el santuario de El Palmar de Troya logró reunir bajo un mismo cielo a creyentes, curiosos y escépticos, todos fascinados por un universo que, por un día, dejó de ser inaccesible.