Horas después del peor apagón que se recuerda en España, media ciudad de Sevilla continúa sin electricidad, atrapada en un caos de contrastes que no sigue lógica alguna. Barrios enteros han recuperado la luz mientras otros permanecen sumidos en la oscuridad más absoluta. Las aceras se iluminan a saltos, las conexiones de internet no funcionan bien y el teléfono falla.
Una ciudad de contrastes: La Giralda apenas se distingue en penumbra desde la Plaza de San Francisco. Mientras tanto, Setas de la Encarnación brilla con fuerza, rodeada de sevillanos y turistas que intentan conservar algo de normalidad. A pocos metros, la plaza del Cristo de Burgos permanece en la más completa oscuridad, evocando un Miércoles Santo improvisado.
La recuperación del suministro avanza de manera errática. En la Puerta Osario hay electricidad, pero a apenas unos pasos, en Gonzalo Bilbao, reina la oscuridad. La Ronda Histórica es una auténtica boca de lobo, y los peatones cruzan las calles iluminándose con las linternas de sus móviles, esperando ser vistos por los conductores.
Santa Justa, la estación ferroviaria de la ciudad, se ha convertido en improvisado refugio. Allí pasan la noche los viajeros que no lograron salir de Sevilla tras la cancelación de trenes. Entre ellos, un joven aficionado del Barcelona que aún celebra la victoria contra el Real Madrid en la Copa del Rey, deambulando feliz con su camiseta de Lamine Yamal.
Tensión en la Estación de Santa Justa de Sevilla
La vida en Santa Justa transcurre en una tensa calma. Viajeros en bancos, policías nacionales vigilando discretamente y vigilantes de seguridad patrullando un vestíbulo atípicamente concurrido para la hora. Los teléfonos móviles, agotados tras un día sin carga, encuentran vida junto a los escasos enchufes disponibles. Libros, ninguno. Conversaciones, pocas. Una imagen casi distópica.
En las calles, el espectáculo es similar: avenidas enteras como Kansas City, Huerta de Santa Teresa o Heliópolis, completamente apagadas; mientras en otros puntos, como República Argentina o la Avenida de la Constitución, la vida resurge en medio de la penumbra. En la zona de la Feria, la portada luce iluminada y la fiesta no se detiene, aunque los cuerpos de seguridad patrullan constantemente para garantizar que la noche sevillana no se salga de control.
La improvisación marca la circulación. Técnicos de Movilidad han transformado los cruces más peligrosos en rotondas improvisadas usando conos, y los pocos semáforos que funcionan son una rareza más que la norma. Mientras tanto, la Policía Nacional y la Local multiplican esfuerzos: muchos agentes llevan desde el mediodía en la calle, doblando turnos.
Silencio en Sevilla con el apagón
No todo es celebración. En la calle Asunción, la oscuridad y el silencio se ven interrumpidos por la presencia de un cadáver, cubierto bajo una sábana, custodiado por policías a la espera de la comisión judicial. No presenta signos de violencia, pero el protocolo se activa dada la juventud de la víctima, aún sin identificar.
Desde los edificios más altos, Sevilla ofrece una imagen sobrecogedora: una ciudad partida en dos entre la luz y la sombra. La Torre Pelli iluminada contrasta con la Giralda en tinieblas. Como en las peores noches de la crisis griega, la capital andaluza lucha contra su propia oscuridad.
Avanzada la madrugada, la situación empieza a normalizarse. Calles como Kansas City y la Ronda Histórica vuelven poco a poco a la vida. Los semáforos parpadean tímidamente. Parece que, finalmente, quienquiera que esté a los mandos ha comenzado a pulsar los botones correctos.
Y cuando amanezca, quizá, Sevilla vuelva a brillar con toda su luz. Pero aún hay zonas que no han recuperado la normalidad.